En medio del silencio del castillo, Arthur se permitió, por fin, un estallido de furia. Sabía que era preciso dominar su carácter, pero había visto demasiado en un solo día.
—¡Sois un tonto! — Dijo con una mueca despectiva—. ¡Esa mujer os pulsa como un músico magistral a su salterio y vos no os dais cuenta!
—
te sobrepases — advirtió Walter.—¡Pues alguien debe hablar! Vos estáis tan ciego por ella que os dejaríais clavar un puñal entre las costillas y sólo murmuraríais “¡Gracias!”.
Walter hundió súbitamente la vista en su copa de cerveza.
—¡Dulce! ¡Bah! ¡Dulce como un limón! Lleva tres días aquí y ¿cuánto habéis progresado en vuestras negociaciones para la anulación del matrimonio? ¿Qué dice ella cuando vos se lo pedís? — No le dio tiempo a responder. — Esa mujer se vuelve sorda cuando le conviene. A veces, se limita a mirar con una sonrisa cuando le estáis haciendo una pregunta. Se diría que es sordomuda. Y vos, en vez de presionarla, la miráis con otra sonrisa estúpida.
—Es bella — dijo Walter por defenderla.
—Es tentadora, sí — reconoció Arthur. Y sonrió para sus adentros. Lauren Jáuregui empezaba a agitarle la sangre, en verdad, aunque no de la manera santa que afectaba a Walter—. Pero ¿qué se logra con su belleza, si vos no estáis más cerca del objetivo que cuando ella llegó?
Walter plantó su copa en la mesa.
—¡Que la han asustado! — Bufó Arthur—. En mi vida he visto a mujer menos asustada.
Una mujer asustada se habría quedado en su casa y en su cama, tras las murallas de su castillo. Esta, en cambio, viene a caballo hasta nuestras puertas y...—¡Y no pide nada! — Apuntó Walter, triunfal—. Sólo pide mejor alojamiento para su madre, algo muy simple. Pasa sus días conmigo y me ofrece una compañía agradable. Ni siquiera ha preguntado por la suerte de su esposa. Eso te demuestra que no se interesa por ella.
—No estoy tan seguro — observó Arthur, pensativo—. No me parece natural que se interese tan poco por ella.
—¡Te digo que la odia! No sé por qué no la matas para terminar con el asunto. Me casaría con ella junto al cadáver de esa mujer , si el sacerdote lo permitiera.
—¡Y el rey se os echaría a vos encima! Es una mujer rica. Su padre tenía el derecho de entregarla , pero él ha muerto. Ahora sólo el rey tiene ese derecho. En cuanto a la esposa muera, ella se convertirá en pupila del rey; el producto de sus fincas es ingreso real. ¿Creéis vos que el rey Enrique entregaría a una viuda rica al hombre que torturó y mató a su esposa? Y si vos la tomarais sin permiso, lo encolerizaríais más aún, Lo he dicho una y otra vez: no hay otra solución que llevarla ante el rey para que pida públicamente ser liberada de sus vínculos matrimoniales y entregada a vos. El rey Enrique, que ama a la reina, se dejará conmover por esos sentimentalismos.
—En ese caso, estoy procediendo con corrección — insistió Walter—. Hago que la mujer me ame. Le veo el amor en los ojos cuando me mira.
—Repito que sois tonto; no veis sino lo que deseáis ver. No estoy seguro de que ella no esté planeando algo. Una fuga, tal vez.
Arthur miró a aquel hombre con asco. No sólo era tonto, sino también imbécil. Por su parte, si no se andaba con cautela, vería sus cuidadosos planes destruidos por una diosa de ojos verde.—¿Decís que odia a su esposa?¿Tenéis pruebas de eso, aparte del chismorreo de los sirvientes?Tal vez la ama tanto que le duele mencionarla— apuntó Arthur, burlón—. Quizá convenga poner a prueba ese odio.
Walter vaciló.
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Promesse audacieuse . ( Camila G!P!)
CasualeInglaterra, 1501. Todo el país se recogió con la boda de Lauren Jáuregui y Camila Cabello. Aunque Lauren se había prometido que su esposa sólo la poseería por la fuerza, el primer contacto entre ambas, ante el florido altar, enciende la llama de una...