Capítulo 2 🌸

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Los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas entreabiertas de mi habitación, pintando el aire con tonos dorados y rosados que bailaban en la quietud de la mañana. Con un suspiro de satisfacción, abrí los ojos y me encontré con el espectáculo celestial que se desplegaba ante mí.
Me levanté de la cama con un estiramiento perezoso, dejando que los primeros destellos del día acariciaran mi rostro con su cálida bienvenida. El aire fresco de la mañana me envolvió mientras me dirigía hacia la ventana, inspirando profundamente el aroma de la tierra húmeda y las flores en floración.

—¡Amara, cariño, es hora de levantarse! —llamó la voz de mi padre desde la cocina, interrumpiendo mi contemplación del amanecer.

Con una sonrisa en los labios, me dirigí hacia el baño para prepararme para el día que se extendía ante mí. Me vestí con un vestido ligero y cómodo, adecuado para la suave brisa de la mañana, y me peiné el cabello antes de bajar las escaleras hacia la cocina.

Mi padre estaba allí, preparando el desayuno con una destreza que solo él poseía. Su rostro se iluminó con una sonrisa cuando me vio entrar, y su mirada cálida me hizo sentir como en casa en medio de la incertidumbre que me rodeaba.

—Buenos días, cariño —saludó, extendiendo una taza de café hacia mí—. ¿Has dormido bien?

—Sí, papá, gracias —respondí, aceptando la taza con gratitud.

El aroma tentador del desayuno llenó la habitación mientras nos sentábamos a la mesa y disfrutábamos de nuestra comida juntos. Durante un momento, el mundo parecía estar en paz, y por un instante, pude olvidar las preocupaciones que me habían estado persiguiendo desde hacía días.

—Amara, ¿podrías hacerme un favor? —preguntó mi padre, rompiendo el silencio cómodo que había caído sobre nosotros.

Alcé una ceja con curiosidad, preguntándome qué podría necesitar en un día tan tranquilo como ese.

—Por supuesto, papá. ¿Qué necesitas?

—Necesito que vayas al mercado y compres algunas cosas para mí —dijo, sacando una lista de la bolsa y entregándomela—. ¿Te importaría hacerlo por mí?

Sonreí ante la petición de mi padre, sintiéndome feliz de poder ayudarlo de cualquier manera que pudiera.

—Claro que sí, papá —respondí, levantándome de la mesa y guardando la lista en mi bolso—. Será un placer.

Con un gesto de despedida hacia mi padre, salí de casa y me dirigí hacia el mercado, dejando que el bullicio de la mañana llenara mis oídos mientras caminaba por las concurridas calles. El mercado estaba rebosante de actividad, con puestos de frutas y verduras coloridas, aromas tentadores de comida recién preparada y el murmullo constante de los vendedores y los clientes que regateaban por los mejores precios.

Mientras recorría los pasillos del mercado, mi atención fue capturada por una variedad de cosas tentadoras: hermosas joyas artesanales, prendas de vestir exquisitamente elaboradas y perfumes embriagadores que flotaban en el aire. Sin embargo, a medida que admiraba cada artículo, recordaba con pesar que no tenía dinero para comprar nada de eso.

Con un suspiro resignado, me centré en la tarea que mi padre me había encomendado y me dirigí hacia los puestos donde podía encontrar los ingredientes que necesitaba. Mientras seleccionaba cuidadosamente cada artículo de la lista, no pude evitar sentir un ligero pellizco de tristeza por no poder darme el lujo de comprar algo especial para mí misma.

Sin embargo, mi melancolía se desvaneció cuando vi a un pequeño gatito negro que merodeaba entre las cajas apiladas cerca de un puesto de frutas. Con un suave susurro, me acerqué al minino y extendí la mano con cautela. El gatito se acercó con curiosidad y, con un ronroneo suave, se frotó contra mi mano, buscando caricias.

Una sonrisa se extendió por mi rostro mientras acariciaba al gatito con ternura, disfrutando del momento de tranquilidad y conexión con el mundo que me rodeaba. Durante unos preciosos minutos, me olvidé de mis preocupaciones y me perdí en la suave textura del pelaje del gatito y en el ronroneo reconfortante que emanaba de él.

Finalmente, con un último suspiro de despedida, me despedí del gatito y continué con mi camino, llevando conmigo el recuerdo de ese breve pero precioso encuentro. Aunque no podía darme el lujo de comprar cosas para mí misma en ese momento, me consolaba saber que podía hacer feliz a mi padre cumpliendo su pedido y que, incluso en medio de las preocupaciones y las limitaciones, siempre había espacio para la alegría y la conexión con el mundo que me rodeaba.

Luna de brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora