Capítulo 6 🌸

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La noche de la fiesta finalmente llegó. La casa estaba decorada con luces brillantes y coloridas, la música resonaba en el aire y el ambiente rebosaba de alegría y emoción mientras los invitados comenzaban a llegar.

Mientras saludaba a los invitados y los guiaba hacia el patio trasero, donde se llevaba a cabo la fiesta, mi corazón se aceleraba con la anticipación y la nerviosidad. Sin embargo, cuando mis ojos recorrieron la multitud de rostros conocidos y desconocidos, mi corazón se detuvo en seco al verlo a él: Arthur.

Arthur entró en la fiesta con una chica desconocida en el brazo, y una oleada de emociones contradictorias se apoderó de mí. Sentí un nudo en el estómago y un leve cosquilleo en mis manos, pero traté de ignorar las sensaciones incómodas que revoloteaban en mi interior.

Con una sonrisa forzada en el rostro, me acerqué a saludarlos, tratando de ocultar mi incomodidad detrás de una máscara de cortesía. Sin embargo, mientras hablaba con ellos, no pude evitar sentir una punzada de celos al ver lo cercanos que parecían.

Tratando de mantener la compostura, me alejé de ellos y me sumergí en la multitud, tratando de distraerme con la conversación y la risa de mis amigos. Sin embargo, a medida que la noche avanzaba y las emociones seguían bullendo en mi interior, algo extraño comenzó a suceder.

Pequeños destellos de luz parpadeaban a mi alrededor, acompañados de un zumbido suave que resonaba en mis oídos. Traté de ignorarlos, pero era como si mi cuerpo tuviera una mente propia, respondiendo a las emociones intensas que me invadían.

En un intento por distraerme, decidí coquetear con algunos chicos de la fiesta, buscando provocar una reacción en Arthur. Sin embargo, mis intentos fueron en vano, ya que Arthur parecía más interesado en su compañera que en mí, y la sensación de celos que ardía en mi pecho se intensificó.

Frustrada y desanimada, me aparté de la multitud y me refugié en un rincón tranquilo del jardín, tratando de controlar las emociones que amenazaban con desbordarse. Sin embargo, incluso en mi aislamiento, los destellos de luz y el zumbido persistieron, recordándome que no podía escapar de mi verdadera naturaleza, incluso en los momentos más difíciles.

Lucas, con su usual intuición para detectar cuando algo anda mal, se acercó a mí con una sonrisa comprensiva en el rostro. Sus ojos reflejaban preocupación mientras me miraba, y su presencia reconfortante me ayudó a mantener la compostura.

—¿Estás bien, Amara? —preguntó suavemente, colocando una mano reconfortante en mi hombro.

Asentí con un suspiro, agradecida por su apoyo silencioso. Antes de que pudiera responder, Arthur se acercó a nosotros, con una expresión determinada en su rostro.

—Amara, necesitamos hablar a solas —dijo, su tono de voz dejando claro que no aceptaría una negativa.

Lucas me lanzó una mirada de preocupación antes de alejarse, dándonos espacio para hablar. Me sentí nerviosa mientras seguía a Arthur a un rincón más apartado del jardín, donde la música y las risas de la fiesta se desvanecían en la distancia.

—Amara, te ves hermosa esta noche —comenzó Arthur, su voz suave pero cargada de significado.

Traté de mantener la guardia alta, recordándome a mí misma que no podía dejarme llevar por sus palabras dulces. Sin embargo, a pesar de mis mejores esfuerzos, sentí que una chispa de emoción se encendía en mi interior ante su halago.

—Gracias, Arthur —respondí con cautela, tratando de mantener mi voz firme a pesar de la tormenta de emociones que se arremolinaba en mi interior.

Sin previo aviso, Arthur se inclinó hacia mí y me tomó desprevenida al plantar un beso en mis labios. Me quedé sin aliento por un momento, sorprendida por la intensidad de su acción. Sin embargo, a medida que el beso continuaba, me di cuenta de que había algo más que amor en su gesto. Había posesión, control, una necesidad de marcar su territorio.

Me aparté bruscamente, con el corazón golpeándome en el pecho mientras miraba a Arthur con una mezcla de incredulidad y furia. Su mirada ardiente me devolvía el desafío, su rostro endurecido por la determinación de reclamarme como suya.

—Arthur, esto no está bien —dije con voz temblorosa, luchando por mantener la calma mientras mis emociones se desbordaban.

Él me miró con dureza, sus ojos oscuros ardiendo con una intensidad que me hizo estremecer. Sabía que había despertado al monstruo dentro de él, el lado posesivo y controlador que había sido la causa de nuestra separación en primer lugar.

—Lo siento, Amara —dijo, su voz suavizándose por un momento antes de endurecerse de nuevo—. Pero no puedo soportar verte coqueteando con otros chicos. Eres mía, ¿entiendes? Siempre lo has sido y siempre lo serás.

Una oleada de miedo y determinación se apoderó de mí mientras lo miraba fijamente, consciente de que había llegado el momento de enfrentarme a la verdad que había estado evitando durante tanto tiempo. Arthur no era el hombre que yo había creído que era, y no podía permitir que su control sobre mí me impidiera ser quien realmente soy.

La furia y la confusión ardían en mi interior, alimentando el poder latente que yacía dentro de mí. Las palabras de Arthur resonaban en mi mente, una cruel verdad que se negaba a ser ignorada. Y entonces, algo dentro de mí se desató.

Un estallido de energía envolvió el aire a mi alrededor, haciendo que los bombillos cercanos estallaran en un destello de luz deslumbrante. El sonido de la explosión resonó en mis oídos, pero estaba demasiado absorta en mi propia tormenta interna para prestarle atención.

La fiesta se sumió en el caos, con gritos y exclamaciones llenando el aire mientras los invitados corrían hacia la seguridad. Miré a mi alrededor con ojos desenfocados, apenas consciente de las consecuencias de mis acciones. La oscuridad se cernía sobre mí, envolviendo el jardín en sombras mientras la luna brillaba en lo alto, ajena al caos que había desatado.

Con el corazón lleno de angustia y confusión, me aparté de la multitud dispersa y me refugié en un rincón apartado del jardín. Me dejé caer en el suelo, abrazando mis rodillas mientras luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse.

Las preguntas retumbaban en mi mente, cada una más dolorosa que la anterior. ¿Quién era realmente Arthur? ¿Y quién era yo, en medio de toda esta confusión? La luna, brillante y tranquila en el cielo nocturno, parecía ofrecer respuestas que se me escapaban, y me encontré mirándola con ojos llenos de anhelo y desesperación.

La noche se deslizaba en el silencio, roto solo por el susurro del viento y el latido frenético de mi corazón. Me quedé allí, sola en la oscuridad, con las sombras de la incertidumbre envolviéndome mientras luchaba por encontrar mi lugar en un mundo que de repente parecía tan ajeno y desconocido.

Luna de brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora