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Era casi la hora de la cena. Alexander estaba de guardia, era auxiliar. Había conseguido el trabajo gracias a Lafayette y, aunque las guardias eran duras podía entretenerse viendo revistas de chicos buenos que anunciaban perfumes, maquinillas de afeitar... Él realmente había estudiado psicología, pero encontrar trabajo estaba siendo complicado. —Alexander, hola, tierra llamando a Alexander— dijo Lafayette quitándole la revista al chico. —Eliza acaba de darse de baja por maternidad.

—¿Qué?— Preguntó Alexander sorprendido.

—Eso mismo he pensado yo. Vamos, que hoy tenemos más trabajo aún— dijo viendo la lista de pacientes. —Eliza tenía al paciente de la veintisiete. Necesita que le den de comer, ¿te encargas tú?

—Está bien— se levantó y se marchó a las habitaciones a hacer su trabajo de siempre. Luego, con Lafayette miró a los pacientes de Elizabeth y se los repartieron. —¿Qué le ha pasado al de la veintisiete?

—Se llama John, joven, veinticuatro años, accidente de coche, se lo llevó un camión por delante, no saltó el airbag. Solo come puré, tiene la mandíbula rota. Dicen que es desagradable y gruñón. No tiene muy claro que pasó en el accidente. Mañana habrá que hacerle una cura antes de que llegue el médico. Si quieres yo se la hago.— aseguró y Alexander asintió. Entró a la habitación en silencio. Se asomó y vio al paciente acostado. Llevaba vendas por todo el cuerpo y varias gasas en el rostro. Debió haberse roto la nariz y algo más de la cara.

—Buenas noches— dijo acercando la bandeja de comida y la apoyó en la mesita. —¿Cómo estás?

—Adolorido— respondió. —¿Hoy no viene la chica?

—¿Eliza? No— Respondió. —Te he traído la cena. Es puré de calabaza, sopa y una natilla— dijo abriendo la bandeja. —¿A qué huele bien?

—Sí— respondió. —¿Llevas Blue de Ralph Lauren?— Dijo referente al perfume.

—Sí, ¿cómo lo sabes?

—Lo usa mi hermano— respondió y Alexander sonrió inclinado un poco la cama para que pudiese comer.

—Preguntaré después si pueden ponerte algún calmante más, ¿vale?— le acercó el puré, parecía tener hambre.

—Sí pueden— aseguró y Alexander le miró.

—Eso tendrá que decirlo un doctor.

—Soy doctor— respondió y Alexander asintió.

Una rotura de clavícula, los brazos y daño en la espalda. Era bastante común en los accidentes. Tuvo suerte de no haberse roto alguna costilla.

—Tienes hambre— dijo Alexander y John le contestó que sí. Se acabó toda la comida.

Después Alexander pidió que le pusiesen más medicamento y así pudo descansar. Mientras tanto, siguió mirando su revista y oliendo las muestras. Tal vez era hora de encontrar nuevos perfumes.

Pidieron un sustituto para Elizabeth, a saber cuándo llegaría. A la mañana siguiente, estaba a nada de acabar de hacer el turno cuando Lafayette se marchó a hacer algunas curas y mientras tanto, Alexander hizo algunas camas.

Después se marchó a casa. Mentiría si dijese que había quedado con los amigos, se fue directo a la cama. A dormir. —Alex— dijo su madre. —¿Ha ido bien?

—Sí, Eliza se ha dado de baja por maternidad y he estado como cuarenta minutos dándole comida a un chico— afirmó y la mujer asintió.
—Hablando de comida, no olvides comer. Te he dejado pollo en el horno— aseguró y Alexander asintió.—Te quiero, descansa— se fue a trabajar y Alexander quedó solo en casa.

Reposó hasta el siguiente turno donde tuvo que regresar para hacer lo mismo de siempre. —¿Hoy no está?— Preguntó Alexander viendo la puerta abierta.

—¿Quién?— Dijo Lafayette.

—El de la veintisiete.

—No, ha entrado a quirófano esta mañana y está despertando de la anestesia, deberíamos preparar la habitación, ¿sí?— Dijo Lafayette y ambos fueron a ello.

—¿Quirófano de qué?

—Estás muy cotilla— aseguró Lafayette. —La clavícula, no se le arregla. Así que el cirujano está haciendo de las suyas.

—Me dijo que es doctor. Sabrá de lo que se trata.

—Pues parece que le caes mejor que yo— aseguró Lafayette.

—¿Por?

—Esta mañana casi me pega cuando le estaba haciendo la cura. Le he hecho un poco de daño.

—Vaya. ¿Y el hombre de la diez?

—Loco. Me desquicia— afirmó Lafayette. —¿Por qué no le llevas la cena al de la veintisiete conforme llegue y así acabamos antes? Ayer acabaste tarde de darle de comer.

—Tarda lo suyo comiendo. Ayer tenía mucha hambre.

—¿Qué pasa? ¿A caso Eliza no le daba de comer?

—Sí, pero es enorme. Ese comerá como un jugador de fútbol— dijo Alexander. —No sé si estará tan bien para comer después de la anestesia. Ayer estaba animado, pero no creo que sea para tanto.

—Hay que intentarlo.

El chico del perfume / LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora