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Alexander estaba triste por la boda. Sentía una conexión especial con John y sentía que sus imaginaciones y fantasías soñadoras no daban cabida a una boda con alguien más. Lafayette solo podía consolarlo y le animaba a que le preguntaste, pero Alexander siempre encontraba excusas. "Está delante su familia", "no se encuentra bien"

—Él no tiene por qué explicarme nada, Laff— dijo Alexander. —De hecho, ahora que ya está su familia será mejor que se encargue Ben de él.

—Tampoco es eso, eres un cabezota— dijo Lafayette.

—Sí, laff, este amor no es correspondido— dijo haciéndose el dramático y llegó Benjamín.

—¿Vamos a servir desayunos?— Preguntó Benjamin.

—Sí, yo se lo llevaré a los fiez primeros— dijo Alexander tomando bandejas.

—¿Y a John?— Preguntó Benjamin.

—Dáselo tú— dijo medio triste y se fue a ver a otro paciente.

—¿Qué bicho le ha picado?— Dijo Ben dirigiéndose a la habitación de John.

—Es una larga historia, luego te cuento— dijo Lafayette y Benjamin entró a la habitación. Le dió los buenos días, le puso algunos medicamentos y le dejó la comida. Esta vez su madre le ayudaría a comer. —Tengo sueño, no quiero— dijo cerrando los ojos. —Después.

—¿Después?

Mientras tanto Alexander rabiaba un poco. Llegó a casa incluso malhumorado. Tenía el corazón roto y como buen dramático lo buscó en Instagram, tal vez encontraba alguna pista. Pensó en ese "Francis". ¿No era su jefe?

No encontraba nada, llevaba medio año bajado en las historias. Eso eran como cien fotos. Bajó aún más, encontró una foto con una manita pequeña al lado de la suya. Su corazón sí se rompió de verdad. ¿Cómo debía explicarle a John que le importaba tanto? Tantas horas juntos que ya habían formado un vínculo. ¿Y él? Ni siquiera había hablado sobre un matrimonio o una hija. Buscó un poco más y encontró lo que buscaba. Fotos con una chica, la que debía ser su mujer. Con razón, era hermosa y tenía los rizos mucho mejor cuidados que Alexander.

Habló con su madre y tampoco es que le aconsejó mucho. Todos opinaban que Alexander de había enamorado demasiado rápido de un desconocido. Fue triste al trabajo tras sus dos días de descanso, se sentó en la mesa y esperó a que fuese hora de poner medicamentos o hacer camas. Estaba harto de ese estúpido trabajo, incluso habló con Lafayette de dejarlo y estudiar administración. Seguro ahí le iba mejor.

—Me voy ya— dijo Benjamin. Su turno había acabado. Parecía muy cansado. —Aún no ha comido— aseguró tomando su mochila. —Buenas noches.

—¿Irás a verlo?— Preguntó Lafayette a Alexander que negó.

—Hazlo tú.

—Yo ya he ido— Alexander le miró. —¿Cómo está?— dedujo lo que preguntaba su mirada. —Le están haciendo otra trasfusión. Dice Ben que anoche no dejaba de sangrar, pero está bien. Sus padres preocupados m, el fisio empezó ayer por la tarde sus primeras rehabilitaciones y el doctor le ha dado algunos calmantes que hay que ponerle todas las mañanas.

—¿Sabes que he descubierto yo? Que tiene mujer e hija— afirmó Alexander malhumorado. —¿No se dignan a venir?

—Antes le ha llegado un ramo de flores.

—Lo que nos faltaba— murmuró el más bajo.

—No deberías ser infantil y deberías atender al paciente que tanto querías atender.

—Hazlo tú— dijo levantándose del sitio para ir a por café y poder sobrevivir la noche.

—Venga, Alexander, te echa de menos— afirmó. Llevaba tres días sin ir y todo apuntaba a que ese era el cuarto.

No fue hasta la mañana que Lafayette le convenció de entrar al menos a darle medicación. Era temprano por lo que aún estaba dormido.

—Anoche quería verte— aseguró Eleanor que era quien se había quedado con él aquel día.

—¿Sí? ¿Tanto de menos me ha echado?— Preguntó mientras leía los medicamentos. —Buenos días— le dijo a John que se despertó despacio. Durante la noche que ya había recibido la trasfusión y todo iba un poco mejor. Le puso algunos medicamentos y miró las pastillas que tenía que darle. —Tendrás que desayunar antes. Voy a por la bandeja. Me han dicho que no comes.

—No ha probado ni una cucharada en dos días.

—Mamá— regañó John.

—No vas a recuperarte sin comer— aseguró Alexander sacando la bandeja y dejándola en la mesita.

—No me apetece. Estoy cansado, quiero dormir más.

—Si comes te podré dar las pastillas y dormirás mejor. No te dolerá nada. Te dejaremos dormir un buen rato— afirmó y aquello pareció medio convencer a John. Estaba durmiendo todo lo que no dormía cuando salía de fiesta de adolescente y volvía de día a su casa.

Le sacó las dosis de las cajas, casi todo eran para la inflamación, el dolor... ¿Prozac? Supuso que se lo habían recetado para que no pensase tanto en el accidente. Seguro estaba impactado.

Debió haberse quedado un rato mirando el medicamento porque Eleanor le dijo que ese era de uso frecuente desde hacía meses. Alexander miró a la mujer, después hablaría con ella.

Después, Alexander se marchó con Lafayette, que le pareció lo más normal del mundo. —Sí, su padre trajo el medicamento para enseñarle al doctor y dijo que lo siguiese tomando. ¿Y?

—¿Y? ¿No habéis preguntado nada? Tal vez es bipolar, tiene TOC. Eso necesitamos saberlo, no podemos tratar a un paciente así como otro.

—¿Por qué debería ser bipolar?

—Porque no le das Prozac a todo el mundo— dijo Alexander. —¿Ves? Necesitamos psicólogos. Mi carrera está infravalorada.

—Bueno, experto, ¿por qué no haces cosas tuyas de psicólogo e investigas? Desde luego que no se me habian ocurrido esas cosas.

—¡Exacto!— Dijo Alexander.—Yo voy a ofrecerme mi ayuda.

—¿No que no querías verle?

—Me has dicho que sea profesional.

El chico del perfume / LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora