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Alexander acompañó a John al trabajo. Le sorprendió aquello. Habían seguramente un centenar de personas corriendo de arriba a bajo en el set, cámaras iluminación, maquillaje, producción... Primero tardaron tres horas repitiendo la misma toma de cuatro segundos una y otra y otra y otra vez. Las siguientes fueron algo más amenas y tuvieron una pausa para comer.

—¿No comes?— Preguntó Alexander que estaba sentado al lado de John.

—No puedo, me ensucio los dientes, la comida hincha y si me lavo los dientes los de maquillaje me matan. Tendremos que esperar, aunque si quieres comer, come— aseguró John.

—No, estoy acostumbrado a los turnos— respondió. —¿Tú tienes hambre?

—Una poca— dijo John. —En acabar comeré.

—¿Cuanto te queda? Unas cinco o seis horas. Puedes ir a casa— aseguró John. —Me esperas allí, yo te dije que iba a ser pesado.

—No, yo quería venir y aquí me quedo— dijo el pelirrojo. —Pero vas a tener mucha hambre...

—Entonces saldré a fumar y se me quitará el hambre un rato y así hasta que acabe. Es lo de siempre.

—Ay... Jackie— dijo dándole un abrazo. —Con lo bonito que eres y aún te ponen tantas trabas. 

Poco tiempo después llegó Francis, a ver si había tomado alguna decisión sobre el evento. Le dijeron que por la tarde confirmaban, sí, porque Alexander iba a conseguir que John tuviese algo de ilusión en ir. Claro está, con cuidado. La única condición que ponía John es que Alexandr pudiese ir y estar siempre a su vista.

Después vino la de maquillaje. La cuestión era no dejarlo en paz ni un solo minuto. —Quítate la camisa que vamos a arreglarte— dijo y John se levantó.  Le tocó estar de pie como una hora mientras la de maquillaje hacia cosas que, sinceramente para Alexander, no hacían absolutamente nada. Lo único bueno que tenía es que podía mirar a John un buen rato.

—¿Podemos tapar eso?— Preguntó la mujer viendo a John y este se dió la vuelta a mirar a Alexander.

—¿Podemos, Alex?

—No debes— dijo el pelirrojo levantándose. —Aún está muy sensible. Duele, se puede infectar...

—Entonces iré a preguntarle al director— aseguró la joven y John suspiró mientras se alejaba.

—Te dije— murmuró John. —Esto iba a ser algo grave para mí.

—No será para tanto.

Se volvió a acercar la joven. —O la tapamos o no continuamos.

—Adelante— dijo John.

—Pero— murmuró Alexander —Si aún llevas grapas y puntos y de todo.

—Sí— respondió John.

Después decidieron ir a la casa de John, a regar las plantas y ver si tenían ropa para el evento y John se hacía el ánimo. —No deberías haber dejado que te toquen, de hecho, debería estar tapada— dijo Alexander. —De hecho tú lo sabes mejor que nadie, eres doctor.

—Graduado en medicina, es muy distinto— aseguró John. —Sé cosas pero no he ejercido en mi vida.

—Sabes más que yo— aseguró mientras caminaban a la casa. —¿Te duele?

—Un poco pero en llegar me limpiaré bien y la taparé.

Cuando entraron a casa John lo llevó al vestidor. Solo estaba la ropa de John. Tenía doscientos o trescientos trajes. Alexander pensaba que aquello parecía una tienda. —¿No tienes algo más...?

El chico del perfume / LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora