Capítulo 24

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Observo a mi verdugo esperarme al final del camino, está aquí para llevarme.

Reconozco su figura como la de aquel hombre curando sus heridas en el lago, me sorprendí al enterarme que este era el rey de las maldiciones y también me decepcione un poco.

Soy una tonta.

Llego a él y trato de hacer una reverencia pero su mano me detiene, los demás no miran expectantes y yo lo miro a él con temor.

¿Hice algo mal?

—¿No vas a despedirte?—Me habla, señalando a mi clan que está a unos cuantos metros de nosotros.

Los volteo a ver y al único que me interesa ver es a mi hermano, mi mirada vuelve a Sukuna pidiéndole permiso.

—Adelante—Dice y yo corro a los brazos de mi hermano.

—Te voy a extrañar—Le susurro en medio del abrazo, el me aprieta fuerte contra el.

Ninguno quiere soltar al otro.

—Se fuerte—Me dice y yo asiento.

Lloro en el abrazo sin querer irme de su lado.

—Suficiente—Habla el rey y me obligo a separarme de mi hermano.

—Adiós, Mijael.

—Hasta pronto, Milu.

Regreso al lado del rey, el me toma de la cintura y en un segundo estamos en su palacio.

Esperaba algo más tétrico, pero todo es refinado y elegante.

Ninguno de los dos dice nada.

Espero a que él hable pero todo se vuelve humo y aparezco en una habitación, sin puertas ni ventanas.

¿Y el baño?

Una puerta aparece y no me esmero en abrirla porque supongo que es el baño, el no me dejará ir.

Ocultó la decepción muy dentro de mi ya que esperaba que me hablara o me explicara algo de lo que pasa.

Permanezco unos días encerrada aquí, cada que despertaba había comida en la habitación.

Una idea absurda pasó por mi mente, pero lo descarté de inmediato ya que no creo que el maldito rey le traiga la comida a una simple humana, como lo escuché decir la otra vez.

Una puerta aparece interrumpiendo mis pensamientos y él entra, me observa desde afuera y hace una seña para que salga.

—Vamos a dar un paseo—Dice y yo sonrío mientras corro hacia el.

—¿A donde vamos?—Borro mi sonrisa reprendiéndome a mi misma por lucir tan desesperada y feliz.

—A dar un paseo—Dice serio y se me quitan las ganas de salir.

Una nube de humo nos envuelve y aparecemos en el inicio de un bosque.

Veo a mi conejo allí y corro a él, lo tomo en brazos y lo beso.

—¡Namu!—Grito feliz—¿Por que está aquí?—Le pregunto al rey mientras no dejo de abrazar a mi conejo.

—Supongo que fue una casualidad—Se encoje de hombros y yo lo miro con sospecha.

Caminamos por el bosque, bueno... él camina porque yo parezco canguro mientras juego con Namu, corro de un lado a otro hasta que me agoto, el rey solo está sentado en una rama de un árbol observando todo.

Me siento a descansar y él se acerca a mi.

—¿Lista?—Lo miro confundida—Para irnos.

Asiento.

—Eres de pocas palabras—Dice sin expresión alguna.

—Solo con las personas que no me agradan—Me atrevo a decir.

—Tendré que agradarte pronto, pues convivirás conmigo más de lo que imaginas—Sigue igual de serio.

—Nunca imaginé que el rey de las maldiciones fuera alguien con pocas ocupaciones—Murmuro y él me observa durante un tiempo.

—Andando—Empieza a caminar.

Lo sigo y cuando me pongo a su lado me toma de la cintura y nos teletransporta a su palacio.

¿Será esta una buena decisión? || Sukuna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora