Capítulo 38

136 11 0
                                    

No puedo creer lo que hay ante mi, Itadori está luchando contra Sukuna cuando me paralizo al ver la silueta entre los humos de mi maestro.

Sukuna deja de atacar para voltear bruscamente hacia aquella persona que no se logra ver bien.

Se forma un silencio mientras el más fuerte está presente, Sukuna no puede creerlo, pero yo si. Está vivo... Yo lo sabía, él iba a volver, sabía que no me iba a dejar sola. Mi papá está aquí frente a mi.

Mi corazón bombea fuertemente de tanta felicidad, mi respiración se descontrola y corro hacia él.

—¡Papá!—Grito con una sonrisa que se borra abruptamente al verlo de cerca—No... No, por favor no.

Caigo de rodillas al suelo al ver su frente con signos de haber sido cocida.

—Lo lamento, Mikumi—Me habla el cuerpo de Satoru—Soy Yuta.

—No... No, ¡¿Quien te dió el permiso para utilizarlo como un arma?!—Me levanto enfadada dispuesta a atacarlo, pero no puedo... Es Satoru.

—Él lo hizo.

—¡No! ¡No! ¡No!—Grito sintiendo la lágrimas caer por mi rostro y mis piernas perder la fuerza.

La mano de Sukuna en mi cintura evita que caiga al piso de nuevo.

—No creí que llegarías a esto, Yuta—Sukuna habla con una expresión seria.

—¡Deja su cuerpo! ¡El no es un arma! ¡Es un ser humano!—Lloro a gritos—¡Déjenlo en paz! ¡Deja el cuerpo de mi padre!—Solo sé gritar del dolor que siento al ver la realidad.

Él no va a volver, ya no escucharé más sus chistes malos, ya no entrará a casa cansado gracias a que tuvo activar su técnica todo el día, ya no me traerá regalos de sus viajes, ya no me hará correr a buscar sus gafas cuando no quiere usar su venda, ya no me curará las heridas, ya nadie se preocupará por mi, ya nadie me abrazará cuando me siento una inútil en misiones, ya nadie verá mis películas románticas conmigo, ya nadie estará conmigo en el medico sosteniendo mi mano por mi tonto miedo a las agujas.

Él ya no está, se fue, murió.

Lloro tan fuerte como puedo, desconsolada, grito tan fuerte como puedo, grito y lloro tanto que todos se quedan quietos, como unos pocos minutos de paz, ninguno se esmera por atacar a Sukuna y Sukuna no ataca a nadie.

—Yuta—Su nombre me sale con tanto dolor en un susurro—No lo uses como si no fuera nada más que un arma, te lo suplico... Déjalo descansar. Por favor, no me dejes ver el cuerpo de mi padre muerto en vida.

Mis lágrimas siguen cayendo.

—No debes culparme a mi, tú estás junto al que mató a tu papá—Hace comillas con los dedos, sé que Yuta me odia y me culpa—Así que no me pidas que algo imposible.

No espera ni un segundo para venirse contra mi, no puedo ver nada más que el cuerpo de Satoru, muerto. Aún no puedo aceptar que de verdad murió y no volverá.

Sukuna se posiciona frente a mi protegiéndome, evitando que los ataques de Satoru lleguen a mi, porque es él... Satoru.

—¡Llegaste muy lejos, Yuta!—Le grita Sukuna.

—Hagamos esto rápido, solo tengo cinco minutos—Yuta se ríe.

No, escucho la risa de mi maestro. Lloro más fuerte que nunca, grito tan fuerte quedándome sin voz, sin lágrimas, estoy en medio de una pelea aunque ningún ataque llega a mi gracias a Sukuna y Itadori me ve de vez en cuando con lastima.

—¡Mátame, Yuta! ¡Te lo suplico, mátame!—Le grito con dolor—¡Mátame, mátame, mátame!—Lloro mucho más fuerte—¡¿Que esperas?! ¡Mátame!

Sukuna me mira sorprendido y aprieta la mandíbula, Itadori está congelado en su lugar observándome y Yuta está sonriendo.

—¡Con gusto, Mikumi!—La voz de mi maestro resuena—¡Púrpura!

—¡Mikumi!—Lo último que escucho es el grito desgarrado de Sukuna.

¿Será esta una buena decisión? || Sukuna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora