Capítulo 27

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Todo va bien con Sukuna, el es magnífico y se comporta muy lindo conmigo, nunca imaginé que el rey de las maldiciones pudiera llegar a comportarse así, pero me agrada.

Cada día paseamos por el bosque una o dos horas seguidas, comemos juntos y lo acompaño a uno que otro pueblo.

El día de hoy, vamos a ir a un pequeño pueblo, vamos en el carruaje, hay un silencio cómodo y perfecto.

Al llegar bajamos tomados de la mano, todos los aldeanos yacen delante de nosotros en una reverencia.

Me hace sentir bien.

Nos abren paso y me siento mejor al sentirme como el igual de Sukuna aunque no lo soy, no me hace caminar detrás de él como a todos.

Voy siempre frente a él, su mano no se separa de la parte baja de mi espalda guiándome.

Llegamos a la casa del líder del clan y él se acerca a mi oído para seguido susurrar.

—Puedes recorrer el pueblo, solo no te alejes mucho—Dice y yo asiento.

Como el me indicó, recorro el pueblo y sus alrededores, llego al límite de este donde hay una enorme roca y en la cima de esta un niño está sentado.

Me acerco a él y me siento a su lado.

—¿Que haces tan lejos del pueblo?—Pregunto sonriendo, el niño me observa atentamente.

Lo detallo bien, su pelo de color dorado y sus ojos rojizos son muy llamativos.

—No hay nadie en el pueblo que me quiera o me acepte—Susurra desanimado.

—¿Por que?—Lo miro confundida.

—Porque mi destino es el rey de las maldiciones.

Me deja confundida y él se va corriendo, decido volver a el pueblo y a donde se encuentra Sukuna.

Uraume está en la entrada y se niega a dejarme pasar.

—Déjame entrar—Exijo pero no se quita.

—El amo dijo que no quiere que nadie lo interrumpa.

—¿En que?

El guarda silencio y a la fuerza entro corriendo solo para ver a aquel niño enfrente de Sukuna, la que supongo que es su madre está llorando y el líder del clan está abrazándola sin atreverse a ver a Sukuna.

—¡¿Que carajos estás haciendo?!—Lo enfrento al ponerme delante de él, creando una barrera entre el niño y él.

—¿Ya acabaste tu recorrido?—Pregunta tranquilo, como si no estuviera pasando nada.

Le doy la espalda y me agacho frente a el niño.

—¿Como te llamas, cariño?—Le pregunto al tocar su mejilla con mis manos.

—Akatsu—Susurra el.

—Ve con tus padres, Akatsu—Le sonrío.

—¿Ya no tengo que otorgar mi vida?—Sus ojos llenos de inocencia me observan y siento un pinchazo de dolor en el corazón.

—No, eres libre—Mis ojos se nublan y le doy un beso en su pequeña frente.

El corro y abraza a su madre, esto me trae recuerdos no muy buenos de mi infancia y por eso me hace sentir mal.

Me levanto y observo furiosa a Sukuna, camino a la salida y me subo al carruaje, no necesito mirar hacia atrás para saber que el me sigue.

Él entra al carruaje y toma mi mano.

—¿Por eso siempre me pides que recorra los pueblos a los que vamos? ¿Para poder asesinar sin estorbos?—Alejo su mano de la mia.

—El pueblo siempre ofrece algo a cambio de que les dé algo de poder—Suspira—Los egoístas son ellos al ofrecer a su hijo, ¿No crees?

Besa mi mejilla y yo lo miro a los ojos, supongo que tiene razón.

—Aún así eso no justifica que fueras a matar a ese niño inocente—Me alejo más de él.

—Esa es mi naturaleza, asesinar.

El resto de camino es en silencio y ahora el enojado es el.

—Sukuna—Lo llamo.

—Dime.

—¿Podrías no asesinar más niños, por favor?—Tomo su mano entre las mias y beso su mejilla.

Sus cuatros ojos me miran mal pero al final los cierra y suspira, me observa de pies a cabeza y asiente por fin.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

¿Será esta una buena decisión? || Sukuna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora