Capítulo 44

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Sukuna.

¿Que es una traición? ¿Lo que duele es la traición o de quien viene?

Una traición.

Las traiciones.

Ver el rostro de mi hermosa reina todos los días y saber que conspiraba contra mi... Me hace querer reír.

Parece una broma de mal gusto igual como aquella vez.

No soy idiota, nadie puede mentirme, nadie puede verme la cara de idiota, lo sé todo, nada se me escapa y si se trata de ella no hay nada que pueda permanecer oculto de mi.

Verla fingir y saber lo que hacía cuando salía de mi templo, no fue difícil saberlo todo.

—¿Donde estuviste?—La observo cruzar las puertas del gran comedor.

—Di un paseo, como siempre—Ella cree que no sé perfectamente cuando miente.

Conozco todo de ella, sus hábitos, sus debilidades, sus gustos, sé lo que siente con tan solo mirarla a los ojos, se cuando algo le ilusiona y se cuando algo la decepciona.

—¿Y por donde paseaste?—Jugué su juego.

—Por el parque cerca de aquí, me comí un helado—Eran verdades a medias.

—¿Que sabor?—No la dejo responder—Vainilla—Adivino y ella asiente sonriendo.

¿Como puede tener el descaro de sonreírme así cuando a mis espaldas me está traicionando?

—¿Ya vamos a comer?—Pregunta viendo el comedor—Antes quiero darme una ducha.

Se ha mantenido a unos cuantos metros de mi, pero aún así hasta acá puedo oler el olor de ese mocoso en el que estuve encerrado hace un tiempo. El olor a mentira y a ese mocoso me parecen desagradables.

Me enoja no poder sentir solo su olor, ese exquisito olor que nunca podría olvidar.

Muevo mi copa que aparenta tener vino, paso mi dedo jugando con los bordes mientras la observo de pies a cabeza, le sonrío asintiendo.

—Ve a ducharte—Ordeno antes de lanzarme a ella y quitarle ese olor yo mismo.

La veo irse y suspiro.

—Uraume—Digo al aire llamándolo.

Aparece arrodillado ante mi.

—¿Ya decidió que hacer con la situación?—Pregunta sin querer mencionar esa palabra que odio cada vez que viene de ella.

Traición.

—Si, deja que el mocoso encuentre su alma—Ordeno y mi subordinado me mira sorprendido.

—Pero, mi señor...—Lo callo con una mirada sin querer que me contradiga.

No estoy de humor.

—Deja que encuentren el alma de Mikumi—Sin rechistar esta vez él asiente desapareciendo de mi vista.

Observo el gran comedor con una sensación amarga, es curioso... la historia se repite.

Una vez más me entero de una traición y como tonto dejo que me atrapen.

Sabía en la trampa que me estaba metiendo y aún así caí.

La primera vez, me sorprendió la audacia que tuvo de llevarme al bosque, no pensé que llegaría tan lejos.

Esta vez, dudé. Quise matarla, aunque esa idea desaparecio tan rápido como llegó.

Al sentir algo más dentro de ella, decidí dejarla.

Otra vez.

Mikumi aún no sabe que está embarazada, no sabe que todo este tiempo he estado al tanto de cada uno de sus actos y de su segunda traición que planea junto al mocoso ese.

La dejaré vivir esta vez.

Sonrío para mí, mi Koibito no sabe nada de nada.

Y por eso, cuando llega el dichoso día donde se desliga de mi alma, la espero en lo más alto de mi trono.

—Siento como si esto ya hubiera pasado antes—Sonrío al verla entrar con su katana emanando un aura morada.

—Tengo que matarte—Empuña su katana con más fuerza.

—¿Te estás convenciendo a ti o a mi?—No puedo evitar burlarme.

—Será rápido—Camina hacia a mi.

—¿Y sin dolor?—No borro mi sonrisa.

—Eso no lo puedo prometer.

Sube por la montaña de huesos y la observo, se ve muy bien así, imponente, como si tuviera el poder.

Ella cree tenerlo, pero no sabe que solo lo tiene porque yo se lo he dado.

Le permití sellarme la primera vez y le permitiré hacer lo que quiera esta vez.

Mi hermosa reina astuta.

No entendiste que el rey siempre está un paso adelante y si la reina tiene poder es gracias al rey.

Una reina sin un rey no es nada.

Ni siquiera me muevo cuando clava la katana en mi corazón, haciéndole creer que estoy débil gracias a que desligó mi alma de la suya.

Caigo de rodillas ante ella, aunque solo lo hago para ver más de cerca su vientre donde yace nuestro hijo.

Cierro mis ojos escuchando sus pequeños y aún débiles latidos que se entremezclan con los de mi reina astuta, me deleito con el compás de ambos corazones.

Abro mis ojos detallando a mi mujer y subo mi mirada viendo sus ojos apunto de derramar lágrimas.

¿Por qué vas a llorar si tú misma eres quien me está matando?

Bueno... Matando no.

Porque la reina nunca será más astuta que el rey.

¿Será esta una buena decisión? || Sukuna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora