Capítulo 3

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Freen POV.

El resto de aquella mañana y el inicio de la tarde fueron tomados por Samantha y Scarlet haciendo preguntas sobre los detalles más sórdidos de lo que había sucedido entre Rebecca y yo la noche anterior.

-Por el amor de Dios, hasta parece que ustedes no saben de todo. Hacen lo mismo todos los días. - Hablé desanimada.

-Pero ningún cliente se ha quedado en mi cama hasta el día siguiente. - Samantha habló.

-Principalmente una cliente como Rebecca. - Scarlet completó.

-Ella debía estar cansada. - Hablé.

-¿Cómo, Freen? Un cliente no duerme en la cama de una puta a menos que esté bastante cómodo.

-Scarlet, si ella estaba cómoda o no, no lo sé. Pero no debería haber sido la primera vez que lo hace.

-Bueno. - Empezó Samantha. - Al menos aquí ella nunca lo hizo. Con ninguna de nosotras.

Me sentía súbitamente de buen humor, lo que intenté no relacionar con el hecho de saber ahora que estaba, en cierto modo, en un nivel diferente de las otras chicas de aquel lugar.

Incluso animada, intenté cambiar de tema. Necesitaba estar sola.

-Bueno, voy a dar una vuelta. Es sábado, nada de clientes. Voy a aprovechar el paisaje.

-Pero todavía está lloviendo.

-Bien. Menos personas en la calle para que me miren.

***

A las cinco de la tarde salía de The Hills con mi bolsa en el hombro, vistiendo una chaqueta roja desabotonada, pantalones vaqueros y un par de all-star viejos.

No tenía paraguas, pero no necesitaba. Estaba lloviendo y las pequeñas y finas gotas no me molestaban. Por el contrario, eran bastante agradables. He notado que las nubes estaban pesadas y los truenos se volvían cada vez más frecuentes, así que corrí para no tomar un diluvio que sabía que vendría.

Tomé la capucha del abrigo para cubrir mi cabeza y caminé hasta la parada de autobús. Quería ir al parque del otro lado del barrio, respirar nuevos aires. Una vez que llegué, corrí a una de las muchas mesas redondas de madera cubierta de paraguas rojos.

Era un lugar tranquilo y, obviamente, estaba vacío. Por lo poco de las calles y casas que he podido analizar, pude constatar que era un barrio de personas al menos bastante ricas.

Tomé mi libro, un diccionario y una pluma de la bolsa, colocándolo todo sobre la mesa y sentándome en uno de los cuatro bancos de madera. Gracias a Rebecca, tuve que buscar por un tiempo la página en la que había parado la lectura. Sintiendo el olor y oyendo el ruido de la lluvia, conseguí relajarme.

No sé por cuánto tiempo me quedé allí. Todo parecía tan tranquilo y fácil. El lugar era hermoso, la hierba estaba bien recortada, de un verde vivo. Las gotas ahora, más gruesas y en mayor cantidad, caían pesadamente en la superficie del enorme lago que quedaba en el centro del parque. Aquella atmósfera me contagiaba, y en aquel momento, aquel lugar era el mejor lugar del mundo para estar.

Vi a alguien corriendo a través de la espera cortina de lluvia, abriéndose paso en una de las mesas cubiertas que quedaba del otro lado del parque. Sonreí sin ningún motivo. La mujer, como pude constatar después de algún análisis, retira su abrigo de cuero y balancea sus cabellos mojados como un perro que acababa de salir del baño.

Volví mi mirada del libro y retome la lectura. Pocos minutos después mi celular emitió un sonido débil y moribundo, avisándome que la batería se había agotado.

My sweet prostitute (adaptación Freenbecky) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora