capitulo 13

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Freen POV.


Prácticamente no había dormido aquella noche, ansiosa por el inminente viaje sorpresa que no sólo me haría viajar en avión por primera vez lo que tenía que admitir, no era el principal motivo de mi pánico pero también conocería a la familia de Rebecca, sí el hecho que me preocupaba. Deben ser geniales.Lo repetía como un mantra dentro de mi propia cabeza, mientras vería a Rebecca dormir. Ella estaba sumida en un sueño profundo, pero noté en algunos momentos que soñaba. La mayoría de las veces, decía cosas incomprensibles, pero cuando su rostro se contorsionaba en una expresión de tristeza o desagrado, ella instintivamente me traía más cerca de su cuerpo, me apretaba con tanta fuerza que llegaba a dudar si estaba inconsciente. Me pregunté si estaría teniendo algún tipo de pesadilla conmigo.Recordé todos los que había tenido con ella. Afortunadamente, el insomnio trabajó en eso, dejándome alerta casi toda la noche e impidiendo que mis miedos vinieran a atormentarme en forma de sueños otra vez. Eran las 5 de la mañana cuando vi el reloj por última vez y conseguí relajarme en los brazos de Rebecca.


***


Me desperté a las 10:15, sintiendo un poco de frío. Estaba sola y con dolor de cabeza, así que intenté dormir un poco más, tarea que se mostró imposible, ya que mi ansiedad no me dejaba relajarme. Tomé un baño caliente y largo, mientras trazaba planes para el resto de mi día, al menos hasta que Rebeccaregrese del trabajo.Me vestí con un conjunto de jersey y medias cómodas, tomé un plátano en la cocina y me fui a mi habitación, con la intención de empezar a separar algunas ropas para nuestro viaje de Navidad. Encontré tres maletas grandes y discretas en fila cerca de la pared, así que me pregunté si Rebecca realmente creía que me llevaría tanto. Ignorando las restantes, separé una única paleta para el viaje.Tomé la ropa más nueva por una serie de motivos. En primer lugar, eran más bonitas. En segundo lugar, no había riesgos en hacer que ella o yo recordáramos cosas desagradables. Tercero, eran mucho más elegantes que mis antiguas piezas, y probablemente sería más apropiado vestirme de esa manera cerca de la familia de Rebecca. Sin embargo, no dejé de colocar algunas viejas chaquetas y pantalones cómodos, ya que no tenía idea de lo frías que las noches de Londres eran. Me pregunté si sería bueno tomar las maletas de Rebecca también, ya que no sabía a qué hora volvería a casa, pero luego desistí de la idea porque, además de poder ponerla incómoda conmigo tratando de mover cosas que eran su responsabilidad, no tenía idea de qué tipo de ropa quería llevar. Tomé el regalo todavía envuelto y guardé la bolsa, con miedo de que, si lo dejara para después, olvidaría llevarlo conmigo. Coloqué en la maleta algunos zapatos, calcetines, piezas para invierno como guantes, bufandas y gorro, además de ropa interior. Recordé que tenía dos perfumes, pero ambos demasiado fuertes. Uno, incluso, era el mismo perfume que había usado en la noche en que nos reencontramos, entonces imaginé que Rebecca simplemente lo odiaba. Como única salida, empaqué junto con el resto de las cosas mi crema para hematomas que sabía que no le desagradaría y cerré la cremallera.Me tomó más de lo que imaginaba. Miré el reloj, que marcaba las 12:30, así que pensé en qué hacer para el almuerzo. Como estaba sola, cualquier cosa congelada sería buena. Preparé en el microondas una lasaña y comí, tratando de no pensar en nada relacionado con el viaje y en todo lo que podría ir mal.Terminé de comer alrededor de las 13:15h.Sin mucho que hacer, volví a la habitación de Rebecca y encendí la televisión. Pasé por más de doscientos canales tres veces, tardando en algunas películas sólo para ver si me llamaban la atención, pero no había algo que me interesara o que me hiciera dejar de pensar. Me van a odiar. Van a pensar que soy una interesada. Van a pensar que no valgo la pena.-¿Y por qué piensas eso? - Me pregunté a mí misma.Porque no lo valgo.No respondí. Lo peor de todo no era tener que vivir con Rebecca y fingir que la vida era simple. Era el hecho de tener mi propia conciencia contra mí que me estaba enloqueciendo, y yo estaba segura de que si no revertía esa situación, por bien o para mal, acabaría en la mierda.Me levanté con rabia, sin saber de quién o de qué, apagando la televisión y volviendo a la cocina. Pensé en cualquier receta fácil, rogando para que Rebecca tuviera todos los ingredientes necesarios. Una rápida búsqueda en la despensa y en los armarios de la cocina me confirmó eso, entonces hice un esfuerzo para recordar cómo se preparaba el postre que tenía en mente, tratando de olvidar el mundo a mí alrededor.Preparé la cadera de chocolate con leche condensada y nueces molidas, esperando que se enfriara un poco para ser llevado a la nevera después. Batí la crema de leche y el chocolate en polvo, formando una pasta homogénea. Tiré dentro bombones, coco rallado y nueces, algunas enteras y otras trituradas. Lo moví bien y lo puse a enfriar, llevándolo junto con la caldera que parecía estar menos caliente. Fui a la habitación y pensé en qué ropa me pondría para ir al aeropuerto. Como tenía muchas opciones, tardé un poco para encontrar la mejor combinación la mejor, porque todas me agradaban y cuando finalmente me decidí me puse una chaqueta de cuero negra, blusa gris gruesa por debajo, una bufanda y un gorro negro, me puse también un pantalón jeans y las botas de caña sin tacón, me pregunté si estaba haciendo aquello por mi gusto o por el de Rebecca.Cansada de zigzaguear por la habitación y con miedo de hacer un agujero en el suelo, fui a la biblioteca, examinando algunos de los ejemplares que se mostraban en las estanterías a ambos lados del aposento. La habitación no era grande, así que podría leer la mayoría de los títulos, pero eran muchos.Descubrí que Rebecca eran fan de los suspensos, teniendo hermosas colecciones de Arthur Conan Doule, Sidney Sheldon y Agatha Christie. Corriendo los ojos por los estantes, noté que la estantería del lado del aposento era más corta que la otra. Al final de ella, una puerta ocupaba el resto de la pared, entonces noté que la última vez que había estado allí con Mee no había reparado en ella.Giré la manija sin pensar y noté que no estaba cerrada. Me pregunté si sería una falta de educación entrar sin permiso, pero entonces recordé las palabras de Rebecca al decir que yo podía hacer lo que quisiera en aquella casa. Además, si hubiera algo que ella no quisiera que supiera ahí dentro, no dejaría la puerta sin seguro.Era una habitación pequeña, más pequeña que la biblioteca, con paredes en un tono de vino y con una apariencia diferente, el suelo de madera cubierto por una gran alfombra persa oscura. Encima de él, un piano de cola en caoba se mostraba imponente en el centro de la sala, mientras al lado un banco grande también de madera recorría casi toda la extensión de la pared a la derecha,debajo de una ventana con las cortinas cerradas. Y era sólo eso.Aquella parecía ser la sala de música privada de Rebecca, simple y discreta, pero acogedora y misteriosa al mismo tiempo.Inmediatamente me la imaginé allí, tocando, componiendo melodías parecidas a aquella que oí en la radio de su coche. Era una imagen magnifica.Me quedé allí, por algún tiempo, pensando en nada en particular. Aquel lugar me transmitía una extraña sensación de paz, y quedarse allí, incluso sin hacer nada, era bueno.Me senté en el banco debajo de la ventana y cerré los ojos. El olor allí era agradable. Me pregunté si algún día la vería tocando cualquier cosa que fuera. Tal vez se lo pediría. No sé cuánto tiempo había pasado. Recordé el postre, que a esa hora ya estaría listo, entonces dejé la habitación, sintiendo el aura de tranquilidad quedando atrás.Tomé el dulce de la heladera junto con la caldera, regándola por encima de la masa helada. La apariencia era muy buena, pero no sabía si el modo de preparación se había hecho bien. Me fui al armario encima del lavabo y tomé de allí una copa para helado y dos cucharas, sacando un poco de la masa helada del traste y sirviéndome. Había acertado. Siempre he sido muy crítica con las cosas que hacía, pero no había como negar que aquello estaba bien. Me sentí orgullosa de mí misma por el hecho, y deseé profundamente que Rebecca estuviera allí para que pudiera probar mi receta y, quizás, llenarme de elogios. Como el agua se transformó en vino, ella milagrosamente surgió por la puerta que daba a la sala. Me asusté con su aparición casi sobrenatural, aunque me hubiera gustado, y me pregunté cuando había desarrollado la capacidad de ser silenciosa como una babosa.

My sweet prostitute (adaptación Freenbecky) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora