Capítulo 6

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Rebecca POV.

-¿Señora?

-¿Sí?

-¿Está todo bien?

-Está bien, Nam. No podría estar mejor.

Noté por mi versión periférica que ella me miraba con duda, pero no hice mención en darme vuelta y mirarla para intentar mostrar que yo estaba hablando enserio.

Primero, porque mi cabeza dolía demasiado para que yo intentara hacer algo más allá de hablar y respirar.

Segundo, porque simplemente no me importaba más el hecho de que Nam me creyera o no.

Tercero, porque yo no estaba diciendo la verdad.

-Se ve cansada.

También me le hubiera pedido que me llamara por mi nombre. Cuanto más pasaba el tiempo, pero me irritaba la insistencia de Nam de ser formal conmigo.

Pero hasta eso exigía de mí una fuerza de voluntad que yo no tenía.

-Estoy cansada. Cansada y con dolor de cabeza ¿Alguien más quiere hablar conmigo hoy?

-No, señora.

-Bien. Entones puedes cerrar la puerta al salir.

Nam permaneció en silencio por algún tiempo. No abrí los ojos para comprobar el por qué.

-Está bien. Aquí están las notas de las reuniones de hoy. Usted va a tomar las decisiones.

-Gracias.

-Y aquí están los tres contratos.

Sentí los papeles siendo arrojados delante de mí, encima de mi mesa. Sin embargo, permanecí inmóvil, haciendo movimientos lentos y circulares con los dedos en las sienes para intentar aliviar la presión que sentía en la cabeza.

-Rebecca.

Abrí los ojos, mirándola.

-¡Habla conmigo! ¡Estoy aquí!

Seguí mirándola mientras analizaba silenciosamente mis opciones.

Quería conversar con ella.

Al final, ella era mi mejor amiga.

Mi única amiga.

Quería contarle todo lo que estaba pasando conmigo, todas mis dudas y mi pánico.

Quería pedirle un consejo, porque ella siempre tenía algo inteligente para decirme, y si fuera necesario, escuchar callada una bronca de aquellas que sólo Nam sabía dar.

Quería abrirme con ella. Quería dividir el peso que cargaba en la espalda con otra persona.

Quería una luz al final del túnel.

Cualquier cosa.

-Voy a recordarlo, Nam

Ella continuó mirándome con preocupación, y traté de sostener su mirada, aunque mi dolor de cabeza estaba cegándome.

Cuando finalmente sacó sus manos que servían de apoyo en la mesa, suspiro, y dando media vuelta, salió de la oficina.

Cierro los ojos otra vez y bajé la cabeza a los brazos, ahora cruzados en la mesa sobre esos papeles de las reuniones a las que yo había asistido hoy. Podía decir que asistir a reuniones sería una tarea imposible, dada mi actual condición, pero era realmente increíble como lo conseguía.

En los últimos días, entrené a mi cerebro para aceptar problemas y asuntos relacionados con los negocios, así que me podía concentrar en eso cuando me empeñaba en hacerlo, casi todo el tiempo.

My sweet prostitute (adaptación Freenbecky) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora