capítulo 25

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Freen POV.

Sam ahora me hacia sentír más la falta de mis padres, y yo sabía el motivo. Alguna parte de mí quería tenerlos cerca para mostrarles la increíble obra de arte que había traído al mundo, y verlos felices con una nenita linda que jamás pudieron tener. Quería también mostrarles el tamaño de mi felicidad, y como, en realidad, todo mejoro después de que Rebecca apareció en mi vida.Quería que ellos hubieran conocido a Rebecca.Me gustaría que ellos estuvieran aquí.Es bueno tener a Clara y Mike siempre cerca. Era en momentos donde mi tristeza huérfana aumentaba que ellos me hacían sentir como en casa, dentro de una familia, sin nunca encontrar que aquello era sólo gentileza. Yo realmente pertenecía a esa familia, y eso era algo maravilloso. Más maravilloso aún era saber que mi hija, la personita que más amaba en el mundo, formaba parte de ella.Aunque los cortes de mi operación todavía duelen, todo en lo que yo podía mirar era su presencia. Tal vez podría incluso importarme con el hecho de que el parto no fuera de la forma que yo quería, pero después de que el Dr. Lewis explicó exactamente lo que había sucedido y toda la dificultad del proceso (porque todo había pasado tan rápido que no tenía idea de nada) todo lo que hice fue agradecer por simplemente tener a mi hija conmigo. Viva, saludable y hambrienta.Clara y Mike parecían radiantes con la presencia de ella en los horarios de visita, y todo lo que Rebecca hacía era mirarla como si fuera una mini bomba atómica. Sam era asustadoramente calmada, excepto cuando tenía hambre. Por eso era común verla entrando en la habitación a los berridos en brazos de una enfermera y verla quedarse repentinamente calmada cuando alcanzaba mi pecho. Dolía un poco. Era violenta y nada sutil. Pero no conseguía realmente sentir dolor.El sueño parecía tomarla después de cada furiosa comida, pero ella no se daba por vencida antes de pasar algún tiempo analizando llena de curiosidad los rostros sonrientes de allí. El rostro de Rebecca era siempre la que parecía llamar más su atención, y era siempre en su regazo donde Sam terminaba durmiéndose, exhausta de la tentativa de entender quién era Rebecca y por qué parecía derretirse toda por ella.Ella, a su vez, no ocultaba su más nueva obsesión, y aunque pasaba todo el tiempo permitido a mi lado, mimándome de la forma que sabía hacer muy bien, era sólo que Sam entrara en escena para que yo fuera inmediatamente olvidada y sustituida por la misma. Pero no me molestaba. En verdad, sinceramente, creía que era adorable.-Mientras que ella sea la única mujer que prefieras antes que a mí, todo bien. -Hablé repentinamente mientras la aniñaba después del almuerzo.Rebecca sonrió de manera simple, desviando la mirada de su hija sólo por un segundo para mirarme con una expresión que decía "no seas tonta."-No estoy reclamando. - Concluí.-Claro que no lo estás. -Ella murmuró, volviendo a mirarla. - Sabes que la amo a las dos de formas diferentes.-Está bien. - Acaricié la almohada detrás de mí y me acosté despacio de manera casual. -Pero cuando la cuarentena acabe voy a exigir que me muestres eso.Levanté una ceja tratando de parecer seductora, pero parecí ridícula. Ella me miró otra vez, con la misma expresión tranquila de antes. Eso era bueno: Al menos Rebecca no se rió de mi cara.-Ah, mi amor... - Ella comenzó de manera sencilla, como si estuviéramos hablando sobre regalos de Navidad. - Tan pronto como la cuarentena termine, te voy a mostrar exactamente de qué forma te amo.Ella dio una sonrisa simple, pero muy amplia, tal vez no teniendo la intención de ser provocadora, mientras aún aniñaba con paciencia a nuestra hija dormida en brazos. Era una visión interesante. Mis ovarios estarían explotando en caso de que no estuviera sintiendo un dolor altamente.Pero está bien. Sólo necesitaba esperar.

***
Mi cumpleaños, dos días después del nacimiento de Sam, pasó casi en blanco. Pero no me importó. Recibir los votos de felicidad de Rebecca, de sus padres y hasta de sus hermanos por teléfono era más que suficiente, aunque todo el mundo evitaba abrazarme con miedo de lastimarme. Rebecca se disculpó repetidas veces por no poder hacer nada bueno como celebración, e intenté explicarle que el hecho de no poder dar dos pasos sin sentir dolor no era su culpa. Dejé bastante claro que no quería celebración alguna, con miedo de que ella traería payasos hasta mi cuarto junto con globos coloridos y pastel, pero lo que más la hizo sentirse culpable fue el hecho de no haberme dado ningún regalo fuera un "simple" brazalete grueso lleno brillante porque ella "no consiguió concentrarse lo suficientemente para pensar en un regalo mejor."-Pero aún así te voy a dar otra...-Si lo haces, pido el divorcio.-Pero eso fue sólo una cosa para no dejarlo pasar en blanco...-Divorcio, Rebecca.Ella sabía que no debía bufar cuando parecía estar hablando enserio. Por supuesto que no hablaba enserio, pero sabía que las amenazas de ese tipo probablemente funcionaria como una forma de controlar sus exageraciones. Rebecca siempre había sido así, y algo me decía que ahora, con el nacimiento de nuestra hija, la cosa sólo tendría a empeorar.Cuando finalmente recibí el alta del hospital, fui recibida de forma calurosa por Clara, Mike y Emma en la casa que ahora ya podía llamar "mía también."Me enteré más tarde que Rebecca había considerado la posibilidad de contratar a dos empleadas, ya que yo no podría ni siquiera servirme un vaso de agua sola y que, por eso, el número de empleados debería aumentar. Afortunadamente (y eso porque Clara todavía tenía algún poder de persuasión sobre su hija), la idea fue olvidada, llegando a la conclusión de que una empleada y una abuela cerca ya era más que suficiente para no dejar que nuestra hija muriera de hambre o de frío.En cuanto a Sam, todo lo que hacía consistía en llorar, comer y dormir. Eran cosas bastante monótonas en teoría, pero no dejaban de ejercer un cierto poder hipnótico sobre Rebecca y, confieso, sobre mí también. Tal vez era cosa de madres primerizas, pero sus abuelos también parecían obsesionados cuando ella empezaba a parpadear los ojitos lentamente, lo que me hizo imaginar que tal vez fuera un encanto natural suyo.La primera vez que tuve que bañarla, imploré para que Clara estuviera presente. Yo nunca había hecho eso, y en mis peores pesadillas Sam se movía toda mojada en mis manos, resbalaba por mis dedos y estaba en el suelo.-No vas a dejarla caer, querida.-No...-Ella es tan quieta...-Sí, pero yo soy un poco descoordinada...Pero no fue difícil. Mi hija era incluso extrañamente tranquila, y ni el primer baño era suficiente para hacerla agitarse, como era bastante que suceda con los bebés. Ella parecía tranquila mientras yo hacía pequeñas olas con las manos y mojaba su barriga y su cuello.-Creo que lo está disfrutando. - Rebecca habló del otro lado, y Sam la miró.Siempre que Rebecca hablaba ella lo hacía.-Está claro que lo hace. - Clara respondió, mirándola como si estuviera hablando con ella. - El agua está caliente, ¿no?Rebecca extendió el dedo y tocó una de sus manos cerradas. Ella reconoció el toque y abrió los dedos para luego apretar la punta del dedo de su madre.-¡Caramba, eres fuerte!-Eh, no tienes que sostenerla, mamá no te va a ahogar. - Clara habló de buen humor.-Ah, Dios mío, la has tomado. - Balbuceé, intentando afirmar la mano y al mismo tiempo no afirmarla.Al final, todo funciono. Sam estaba limpia, fragante y un poco aburrida. Después de unas horas con Rebecca intentando entretenerla de alguna manera, ella finalmente se rindió y se durmió.-Ella es tan tranquila...-Sí...Estábamos observándola dormir durante unos quince minutos más. Había animales de plástico girando sobre la cuna, presas por cuerdas finas, y un mosquitero (aunque no había mosquitos en aquella época del año cosa de Rebecca). Una cajita de música tocaba una melodía muy baja e infantil, y la iluminación débil de la habitación casi me estaba haciendo dormir también.-Y vas a tu cama. - Sentí dos brazos envolverme levemente por detrás, teniendo cuidado de no presionar mi barriga.-¿Qué te hace pensar que estoy dormida? - Pregunté distraídamente.-Estás con los ojos cerrados. - Rebecca respondió de buen humor detrás de mí, y me di cuenta de que realmente ni siquiera me había dado el trabajo de abrirlos.-Te sentirás mejor cuando le des a tu cuerpo el descanso que necesita. - Clara concluyó. -¿Todavía tienes dolor? Si quieres puedo ayudarte en el baño.-No es necesario, estoy bien. Gracias por la ayuda, Clara.El hecho es que sólo a la hora del baño me di cuenta de que tal vez esa ayuda ofrecida vendría bien.-¿Duele?-Sí.-¿Mucho? -Rebecca hizo cara de dolor.-Un poco.-¿Quieres tomar un baño en la bañera? No necesitas quedarte de pie...-El médico dice que no es aconsejable usar la bañera hasta cicatrizar. -Respondí sin prestar mucha atención. -Tengo que recordar tomar un baño antes de que Emma se vaya ahora.Rebecca hizo una cara de desafió e infló el pecho. -Yo te ayudo.-Te vas a mojar toda.-¿Ese es el gran argumento para tu objeción?Realmente, ése era un argumento patético. Pero como ella parecía bastante dispuesta a ayudarme y, a decir verdad, el corte me estaba molestando bastante, acepté su ayuda y la tomé como apoyo para no perder el equilibrio en la ducha y caer al suelo, abriendo todos los puntos del vientre y sangrar hasta la muerte.Dormir fue una tarea difícil en aquella primera noche. Los órganos parecían sueltos dentro de mi vientre. Era una sensación extraña. Como si no bastara, mis oídos estaban alerta, atentos para captar el menor sonido venido del otro lado del pasillo, fueran gritos de hambre o una simple tos casi inaudible. Por eso no podía relajarme y dormir antes de las 2 de la mañana.Y ni después, porque fue exactamente a esa hora que Sam despertó, llorando como si estuviera siendo apuñalada. Mi condición delicada me impedía levantarme de la cama en la oscuridad y salir corriendo a su auxilio, por lo que Rebecca tuvo que traerla hasta mí. Después de analizar la situación y llegan a la conclusión de que no le faltaba ningún brazo, concluimos que aquel llanto era debido a su exigencia de un "lunch de madrugada."El lugar correcto de la cuna era, estéticamente hablando, en el cuarto del bebé. Pero en la práctica la cosa cambiaba. Hasta que Rebecca despertara, consiguiera quedarse de pie e ir hasta la habitación de ella sin tropezar y romperse la nariz en el suelo, asegurándose de que no había pasado nada, yo ya estaría imaginando a mi hija siendo devorada por una tarántula gigante o cualquier cosa así. El tiempo era una cosa preciosa cuando lloraba, porque si lloraba, algo estaba mal. Y si algo estaba mal, tenía que arreglarlo lo antes posible.Por eso, al día siguiente, la cuna de Sam vino a parar a nuestra habitación, al lado de nuestra cama.Desafortunadamente, la rutina del sueño de nuestra hija no parecía ser compatible con la nuestra, lo que hacía que, en plena madrugada, tuviera que estar despierta tratando de aniñarla mientras ella me miraba con aquellos ojos grandes grisáceos, no demostrando sueño alguno por haber dormido todo lo que podía durante el día. La cosa empeoraba cuando Rebecca decidía, en un acto de compañerismo, permanecer despierta conmigo mientras Sam no me dejaba dormir. Era peor porque Rebecca la miraba hipnotizada, y Sam miraba a Rebecca de vuelta llena de curiosidad. Y mientras estaban dentro de su burbuja lo que a veces, dependiendo de mi sueño, parecía durar décadas no podía dormir.Aquellas primeras semanas pasaron, y como mi hija se estaba volviendo más gorda y sana, me acercaba cada vez más a la perfecta descripción de un zombi.

My sweet prostitute (adaptación Freenbecky) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora