Eleonor
Dos semanas después…
Salí de la ducha envuelta en una toalla para encontrarme con la imagen de mi amiga sentada en el retrete, frente al lavabo. Fruncí el ceño divertida, sin terminar de entender qué hacía allí. Mucho menos como había entrado al cuarto, ya que la mayor parte del tiempo se encontraba con el pestillo.
Luego de la visita de las reinas y reyes al palacio las visitas de Erin comenzaron a ser cada vez más seguidas. Las tardes dejaron de ser únicamente de clases de modales y sermones de Judith, su compañía era del todo agradable. Siempre aparecía cuando menos me lo esperaba, en el lugar más recóndito, como ahora.
-Ya te estabas tardando.- Comentó con fingido aburrimiento.
-Necesitaba relajarme.- Me encogí de hombros restándole importancia.
Tomé mis cosas del lavado y salí del cuarto de baño, seguida por sus pasos curiosos. Se sentó sobre la gran cama recién tendida mientras me observaba desaparecer dentro del closet.
Allí dentro encontré tres pares de cajas de diferentes tamaños, con una nota pegada en ellas. Reconocí la elegante caligrafía de William al instante.
Supuse que no despertarías a tiempo para dártelo yo mismo, pero me encargue de que alguien estuviese para ayudarte. Espero que te guste y no hagas enfadar a Erin, se que se te vera genial. Espero por ti, William.
No pude terminar de procesar la información cuando la cabeza curiosa de la recién nombrada se asoma por la puerta. Puede deducir que había enviado a Erin con la intención de que logrará convencerme de arreglarme, sin oponer mucha resistencia.
Voltee aun con la nota en la mano para observarla, su rostro lucía su mejor sonrisa inocente. Se veía de lo más adorable, pero sabía que en el fondo estaba tramando algo. Solté un suspiro cansado dándome por vencida.
-Enseguida salgo.- Fue lo único que dije.
Su sonrisa se ensanchó aún más y asintió repetidas veces, antes de desaparecer de lo más complacida.
Tomé la caja más grande encontrándome con un hermoso vestido color crema, al ponérmelo pude comprobar que me quedaba como anillo al dedo, al igual que los tacones. Tenía mangas cortas y volados blancos que me llegaban hasta la rodilla, los zapatos eran de un color neutro adornados con pequeñas piedras brillantes que le daban el toque elegante.
No me sorprendia que las elecciones de William acertasen a lo que mejor se me lucía o que me quedasen a la perfeccion. Con el pasar de los días y unas cuantas discusiones de por medio, descubri que su gente se encargaba de saber todo sobre mi, hasta mi ubicación durante todo el día. Lo que resultaba ser algo bastante agobiante y molesto.
Salí del closet con la caja más pequeña en la mano, aun no la habia abierto, pero por lo pesada que era pude deducir facilmente su contenido. Me sente en el tocador dispuesta a luchar una vez más con los peinados imposibles que habían intentado enseñarme en las clases.
Los tirones de pelo comenzaron, mientras que mi amiga me observaba desde su lugar algo preocupada por mi aspecto y la salud de mi cabellera. Deje caer los brazos a mis costados frustrada por el desastroso resultado, odiaba los eventos de William en los que me veía obligada a cambiar mi apariencia.
-Cariño.- Erin se dispuso a interrumpir en cuanto una lagrimade frustración rodo por mi mejilla.- déjame ayudarte.
Haciendo una mueca de disgusto deje que se ocupara de aquel desastre. Sus manos suaves y delicadas me acariciaron el rostro, a la vez que comenzaba a deshacer el enredo. Cerre los ojos sintiéndome como una niña pequeña a la que su madre arreglaba para la escuela, su sensibilidad y instinto materno eran persiptibles.
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La elegida
Dragoste¿Que pasaria si todo aquello en lo creias creer ternima siendo nada mas ni nada menos que una farsa?¿Si toda tu vida se te fuese arrebatada por una sola persona? ¿Que pasaria si por defender a tu pueblo y seres queridos terminaras siendo raptada? Qu...