Mantenerlo en secreto parecía lo mejor para ambos, de esta manera, ninguno de los dos se involucraba demasiado y por ende, ningún corazón saldría herido.
Los dos sabían que tenían que guardar bajo llave su pecado, pues cumplir la penitencia de éste...
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Mis ojos pesan un poco debido al cansancio acumulado por la falta de sueño generado por la noche pasada.
Al parecer, tanto Lena como yo, en silencio decidimos aprovechar cada minuto juntos antes de su partida con los chicos, pasando toda la noche disfrutando de nuestra compañía de diversas maneras, desde tirándonos en su sofá para ver documentales en Netflix, así como entrelazando nuestros cuerpos entre las sábanas de su cama.
Bostezo lo más discreto que puedo y parpadeo cinco veces para ver si con esto consigo enfocar mi atención.
El lugar en el que nos encontramos es precioso, hecho a la medida para el próximo evento que tendremos. El césped verde brilla cómo muestra de los cuidados que le dan y las flores esparcidas alrededor colorean el ambiente y lo adornan con su sutil perfume fresco. Sonrío para mí mismo, ya que no me es difícil vernos montando todo en este lugar.
No solo los miembros de la comunidad estarían encantados, también lo harían quienes desearan venir y, sobretodo, los niños de la Casa Hogar que nos estarán acompañando.
Esto era por ellos, solo por ellos.
— Y ¿qué dices? — pregunta Christine llegando a mi lado
— Digo que esto es hermoso — sonrío sincero y me giro un poco — Padre John ¿qué opina?
El hombre sonríe y da unos cuantos pasos para acercarse a nosotros, siento su mano derecha en mi espalda y veo que de la misma manera le brinda el gesto a Christine.
— Ustedes dos son un orgullo para nuestra comunidad — sentencia — Lo están haciendo muy bien ¿qué les puedo decir? Estoy seguro de que el Señor está complacido por sus actos
— Él sabe que actuamos de corazón — dice Christine con una sonrisa iluminada — Señores Campbell ¿están de acuerdo con que llevemos el evento aquí?
— ¡Por supuesto! — el padre de Lena contesta con entusiasmo
— Christine, cariño, no tenemos palabras para agradecer tanto a ti, como a tus padres, que pudieran conseguir que nos prestaran este espacio — dice Diana Campbell — Cada uno de los miembros de la comunidad apreciamos este acto de bondad
— Como lo dije, simplemente actuamos de corazón. Es nuestro deber como seguidores del señor
— Tus padres deben estar orgullosos de ti — sentencia el señor Campbell
— Hablando de hijos ¿dónde está su hija Magdalena? Por un instante pensé que nos acompañaría — cuestiona el padre John
Quisiera que todo fuera parte de mis alucinaciones, que el sueño me esté jugando una mala pasada, que simplemente sea solo yo quien esté malinterpretando las cosas pero... ¿cómo puede tratarse de un error mío cuando es claro que los Campbell lucen avergonzados cuando les preguntan por su hija?
