C A P I T U L O 23

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C a p i t u l o 23

"Lena"

Que mis padres me hubieran citado en su casa cuatro días después de lo acontecido en la Catedral, no lo tomaba como buena señal

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Que mis padres me hubieran citado en su casa cuatro días después de lo acontecido en la Catedral, no lo tomaba como buena señal.

Usualmente, a pesar de los constantes desacuerdos, había una pequeña línea de comunicación entre nosotros, ya fueran llamadas telefónicas rápidas o simples mensajes solo para asegurarnos de que nos encontrábamos bien. Pero esta vez, nada de eso ocurrió.

Atravieso el jardín principal y me detengo en la puerta. Mi mano derecha envuelve la llave que me da acceso directo a la casa, sin embargo, en esta ocasión no se siente correcto ingresar sin su autorización, así que toco el timbre y aguardo a recibir una respuesta.

La puerta se abre y me deja ver el rostro de mi madre, mismo que se percibe cansado y casi decepcionado de ver que se trata de mí.

— Magdalena, pasa — mamá se hace a un lado e ingreso — ¿Por qué has tocado? ¿no llevas tu llave?

— La he olvidado — miento — ¿Dónde está papá?

— En la cocina

— ¿Va todo bien? ¿no se ha enfermado?

— No, gracias a Dios su salud se encuentra estable en este momento

— Es bueno escuchar eso ¿tú cómo te encuentras? — pregunto, notando la tensión que invade el aire entre nosotras

— No sabría explicarte muy bien cómo me siento, Magdalena — refiere y simplemente asiento

Al llegar a la cocina, veo a mi padre sentado en la cabecera de la mesa, bebiendo un humeante té y con los ojos puestos en un periódico que sostiene entre sus manos.

El hombre me escucha llegar, de eso no hay duda y si mis pasos no bastaron para darle a entender que he llegado, lo saludo con un simple "hola, papá", del cual, no obtengo ni una sola respuesta.

Me quedo de pie observándolo, sintiendo la mirada pesada de mi madre sobre él y yo.

¿A qué carajo me habían invitado?

— Siéntate, por favor — mi padre finalmente se digna a dirigirme la palabra

Confundida, sigo su indicación y me siento al otro extremo de la mesa y, a su lado, mi madre se coloca sosteniendo su mano, demostrándome que ellos siempre serán un equipo y que yo, solo soy una invasora.

Papá dobla su periódico en cuatro perfectas partes y lo deja a un lado de su bebida. Me mira y carraspea antes de dar su primer golpe verbal:

— Con tu madre, ambos creemos que tu estancia en Edimburgo se ha alargado. Yo me encuentro mejor y el médico está al tanto de mis avances, por lo que consideramos que ya no es necesario que sigas aquí. Puedes regresar a América, Magdalena, gracias por venir

ILLICIT AFFAIRS | H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora