Mantenerlo en secreto parecía lo mejor para ambos, de esta manera, ninguno de los dos se involucraba demasiado y por ende, ningún corazón saldría herido.
Los dos sabían que tenían que guardar bajo llave su pecado, pues cumplir la penitencia de éste...
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Espero impacientemente a ser atendido.
Mis dedos tamborilean sobre la madera y mis dientes capturan mi labio inferior mordisqueándolo como consecuencia de mi nerviosismo.
Finalmente, la puerta es abierta y me permite ver a una Lena confundida y asustada.
- ¿Harry? ¿está todo bien? - pregunta deprisa - Habíamos acordado no vernos más en nuestros departamentos por un tiempo...
Se asoma ligeramente solo para corroborar que en el pasillo únicamente me encuentro yo, sin embargo, su acción se ve interrumpida cuando estampo mis labios con los suyos y nos conduzco al interior de su hogar. Cierro la puerta a mis espaldas y llevo mis manos a su cintura para alzarla y colocarla en la orilla de su mesa de comedor. Rápidamente sus manos se envuelven alrededor de mi cuello y responde a mi beso como siempre suele hacer.
Sus labios están rojos debido a la fuerza de nuestro contacto cuando me separo de ella y sintiendo una pizca de orgullo, llevo mi pulgar hasta estos para delinearlos con suavidad. Un toque con un gran contraste.
- ¡Hey! ¿qué fue eso? - pregunta con una sonrisa divertida, sin embargo, soy incapaz de imitar su gesto
- Tenías razón sobre Christine - informo, ocasionando que su sonrisa se esfume y abra paso a un ceño fruncido - Es decir, no dude en tu palabra, pero me lo acaba de admitir
- ¿Qué? - entreabre la boca sorprendida
- Lo que escuchaste - sonrío sin gracia y paso una mano por mi cabello para peinarlo - Me ha dicho que somos perfectos juntos y me dio a entender que no solo se trata de una simple atracción
- ¿Está enamorada de ti?
- No lo dijo textualmente así, pero fue lo que entendí - me encojo de hombros y trago duro - También me ha preguntado si me gustaría intentar algo con ella
El rostro de Lena está pintado de decepción.
Asiente sin siquiera verme directamente a los ojos, su mirada está conectada en la cruz que cuelga de mi cuello, misma que la pelinegra me regaló recién su llegada. Con suavidad, acaricia su mejilla derecha, como si buscara una manera de reconfortarse a sí misma y, sin decir mucho, baja de la mesa y se escapa de mis brazos para caminar hasta la cocina.
Evidentemente la sigo.
Me detengo justo en la entrada y me recargo en la pared más cercana que tengo.
- Y ¿qué le has dicho tú? - pregunta con un deje de voz rota
La observo sin perderme un solo detalle de ella.
Se mueve apresurada por la cocina, pretendiendo hacer algo demasiado importante. Toma la tetera y la llena de agua antes de ponerla sobre la lumbre, coge dos tazas y una de ellas se le resbala, sin embargo, Lena es más rápida y logra tomarla antes de que se estrelle sobre la isla. Sus movimientos son torpes, evidenciando cómo esta conversación le ha afectado.
