C A P I T U L O 27

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C a p i t u l o 27

"Harry"

Me encuentro en completo silencio contemplando el panorama que tengo frente a mí

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Me encuentro en completo silencio contemplando el panorama que tengo frente a mí.

En esta ocasión no hay oraciones, ni promesas o peticiones, mis rodillas no tocan el suelo y mi cabeza tampoco se encuentra inclinada esperando respuestas o señales que casi nunca llegan y que muchas veces yo trato de formular para mi propia tranquilidad.

Ni siquiera sé muy bien qué estoy haciendo aquí.

— Harry — una voz masculina me llama y hace que parpadee dos veces para salir de mi pequeña disociación

— Padre John...

— Tranquilo, quédate en tu lugar — interviene cuando intento ponerme de pie. Sigo su indicación y pronto me alcanza tomando asiento a mi lado

— Lo siento, no lo escuché venir — confieso, reconociendo que no me percaté de sus pasos hacer eco en la Catedral

— Parecías concentrado... ¿orando?

— La verdad es que no — admito con una sonrisa tensa

— Ya veo — asiente sin preguntar más

El hombre a mi lado guarda silencio y se queda sin decir una palabra más.

Se suponía que en este instante se estaba llevando a cabo una junta de la comunidad al interior de la Casa Hogar, misma a la que decidí faltar debido a mi poco entusiasmo por ver a aquellas personas que últimamente me han hecho sentir traicionado; lo impresionante, era el simple y limpio hecho de que el Padre John saliera de ella para venir y sentarse al lado de un patán que ha dejado parte de sus responsabilidades sin dar aviso de ello.

Relamo mis labios con la punta de mi lengua y sin meditarlo, giro el rostro para observarlo y pedirle un favor:

— Padre, me gustaría confesarme... ¿usted... podría...? — tartamudeo un poco

— Claro que sí, hijo

Asintiendo, nos ponemos de pie y con un sutil movimiento de cabeza me señala la dirección en la que se encuentran los confesionarios*.

En medio del silencio, nuestros pasos se escuchan pesados y, por alguna razón, en mi pensamiento mágico siento que de mis pies cuelgan unas enormes cadenas que me hacen caminar más lento y pesado, se vuelve tortuoso.

El Padre John se dirige al lado que le corresponde mientras que yo hago lo mío. La pared de madera que divide el confesionario me hace sentir más protegido y aunque sé quién es el hombre que está del otro lado, el no verle la cara me ayuda momentáneamente.

— Ave María Purísima — susurro, mientras que una pequeña capa de sudor comienza a cubrir mi frente

— Sin pecado concebida — responde el Padre John con aquel tono tranquilo que lo caracteriza y, en silencio, ambos proseguimos a persignarnos — El Señor esté en tu corazón para que puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados

ILLICIT AFFAIRS | H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora