13. ¿Quién coño es ese pavo?

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Observo mi reflejo en el cristal y dudo si he escogido el mejor atuendo. Llevo el pelo rubio recogido en una trenza, un vestido rojo elegante, una chaqueta negra y unas botas altas con tacón. Miro la hora en el reloj del móvil, donde pone que son las 22:15. Respiro hondo y me armo de valor antes de cruzar las puertas del restaurante. Mis ojos recorren cada una de las mesas del lujoso local hasta dar con mi objetivo.

Lo encuentro sentado, tan elegante como siempre. Con su corbata y su camisa bien planchada, su pelo perfectamente peinado y vestido de un traje azul oscuro, a juego con sus ojos. Sus ojos encuentran los míos en la lejanía, y me dedica una sonrisa encantadora. Yo le devuelvo la sonrisa y me acerco hasta él.

—Hola, Joe —le digo, sentándome enfrente.

—Hola, Olivia —me imita. Se recoloca la corbata y se aclara la garganta—. Te veo genial.

—Y lo estoy —le digo, sonriendo—. Los Santos tiene algo que Londres nunca tuvo.

En ese momento, una camarera hace acto de presencia y pregunta qué queremos tomar. Simplemente le pedimos una copa de vino. No tarda en volver con ellas, y nos deja privacidad.

—Bueno, dejemos las charlas superficiales —pido—. ¿De qué quieres hablar?

Lo miro analizar el entorno. Supongo que eso es algo que todos los policías tenemos en común, asegurarnos de que nadie escucha las conversaciones privadas.

—He conseguido que la CIA me mande aquí —me dice, y yo me quedo de piedra—. A Los Santos, contigo.

—¿Qué? —estoy atónita. ¿Estoy escuchando bien?— ¿Vienes a la LSPD?

—De hecho, ya estoy en los sistemas —me dice con una sonrisa, y bebe un trago de vino—. Subinspector Wallace.

No sé qué contestar, la verdad. Ni siquiera sé cómo me siento al respecto. En algún punto Joe fue mi mejor amigo, incluso lo llegué a considerar mi alma gemela. Pero ahora... Había pasado mucho tiempo, el contexto ya no es el mismo.

En algún punto, algo en mi mente hace clic y vuelvo a sentirme aquella chica de veinte años, atrapada en su mirada. Y me hago ilusiones de lo que podría significar tener a Joe a mi lado. Por fin tener a alguien cotidiano en mi entorno, a alguien que conozco de verdad. Una sonrisa se pinta en mi cara.

—Dios mío, Joe. Eso es... genial —le digo, poniéndome en pie. Lo veo hacer lo mismo, y aprovecho para rodearle con mis brazos—. Me alegro tanto...

Y ahí, abrazados en mitad de un restaurante lleno de gente, existimos sólo nosotros dos. Como en los viejos tiempos. Joe Wallace olía a hogar.

(...)

A la mañana siguiente, me levanto con más energía de la habitual. Hoy tengo un motivo por el que hacerlo, al fin y al cabo.

Cuando llego a comisaría, me encuentro con Conway por los pasillos. Aprovecho para interceptarlo, esperando que se haya levantado con los "cojones católicos", como él dice.

—Hola, superintendente —le digo con una sonrisa inocente.

—¿Qué quieres? —no me esperaba ninguna otra contestación, siendo honestos.

—Ha entrado un tal Joe Wallace a la LSPD, ¿no es así? —le pregunto. A una parte de mí aún le cuesta creerlo.

—Si te refieres al capullo con apariencia de Ken impecable, sí —dice, con su tono de borde habitual—. ¿Le conoces?

—Esto, eh... sí. Solía trabajar con él en Londres —explico intentando seguir el ritmo del superintendente, que sube escaleras como si fuera una carrera—. Eramos compañeros de puesto, Joe es mi amigo.

A million little times [ꜰʀᴇᴅᴅʏ ᴛʀᴜᴄᴀᴢᴏ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora