A million little times [ꜰʀᴇᴅᴅʏ ᴛʀᴜᴄᴀᴢᴏ]

11. Tenemos los delincuentes que nos merecemos.

—Falcon, ¿estás sola? —la voz del comisario suena por radio. En efecto, estoy sola en ZETA-20.

—10-4 —le contesto.

—Ven a comisaría que te recojo —me ofrece— Sube a H-50.

¿El comisario patrullando conmigo por voluntad propia? Impactante e inesperado. No me habla desde el día de las instrucciones, y de eso hace una semana. Muevo mi posición en radio hasta H-50, siguiendo las órdenes del comisario. Apenas he guardado el coche, entra al garaje el patrulla de mi superior.

—Sube, pituca.

Subo al patrulla y abrocho mi cinturón mientras salimos de comisaría otra vez. Me quedo mirándole. ¿Desde cuando este pavo ha dejado de ignorarme y quiere patrullar conmigo?

Nota mi mirada sobre él y gira su cabeza para mirarme.

—¿Qué pasa, tengo algo en la cara o qué? —me pregunta.

—No, es solo que me parece raro que quieras patrullar conmigo —le digo honestamente.

—¿Y eso por qué? —me pregunta conduciendo a toda velocidad con una facilidad impresionante.

—Es igual —le resto importancia. Entender a este hombre a veces es imposible.

—No, pero no da igual —me dice. Yo suspiro ante su insistencia— Eres inspectora y estás sola en un ZETA, pues nos ponemos en binomio en H-50 y listo.

—Ya, Freddy —le doy la razón intentando zanjar el tema— Tiene sentido.

Doy gracias a los delincuentes cuando sale un 911 de un yate. Perfecto para cambiar de tema. Le marco la ubicación en el GPS.

—H-50 en camino al yate —informo.

—¿Qué? ¿Por qué? —Freddy suena molesto, pero sigue el GPS— Como odio los putos yates, neno.

—Bueno, no hay nada mejor que hacer —me encojo de hombros.

—Se me ocurren un par de cosas mejores que comer suelo, la verdad —me dice. A mi también, pero todas ellas son poco cristianas. Suspira y habla por radio—. Todos los del yate, moveos a TAC-1.

Yo ruedo los ojos y agradezco que no haya más quejas por parte del gallego. Llegamos al puerto y nos montamos en un bote. Escuchamos un disparo a lo lejos.

—No hay negociaciones, ya estamos tres unidades aquí —informa Gordon por radio— Vamos a subir las escaleras.

Nosotros no tardamos en llegar. Bajamos con rapidez del bote y subimos al yate. Miro a mi alrededor, está todo despejado.

—Tú ve por la izquierda, yo por la derecha —le digo al pelinegro cargando el arma.

Freddy asiente y va por la izquierda. Empezamos a avanzar con lentitud, asegurándonos de no pasar a nadie por alto. 

—Tienen mucha puntería, solo quedo yo—dice Gordon por radio. Freddy y yo compartimos una mirada desde lejos.

—Cubrete, paviño —dice Freddy—. Falcon y yo estamos ya aquí.

—Yo acabo de llegar también, tete —escuchamos a Isidoro.

Seguimos separados, pero avanzamos a la vez.

—Todo limpio por aquí —informo por radio— Espera, escucho pasos... ¡Ah!

Grito cuando alguien se abalanza sobre mí y caigo al agua desde una altura considerable. Vaya forma tan inusual de abatir a un agente. La velocidad con la que caigo hace que el agua se sienta como una pared, y me hace hundirme con rapidez. Tardo varios segundos en subir a la superficie, respirando agua en el proceso. Cuando por fin llego, no puedo parar de toser. Casi prefiero un tiro que esto.