CAPÍTULO. 17

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Jungkook abrió los ojos poco a poco, notando como una sensación de paz le inundaba por dentro. Hacía tiempo que no se sentía tan descansado y tranquilo. Enseguida comprendió que no estaba en su cama, sino en la de Jimin. Una sonrisa satisfecha se dibujó sobre la pereza de la mañana.

Se giró sobre la cama para mirarlo. Él aun dormía, de costado. La luz mortecina de la mañana dibujaba rayas en su espalda desnuda a causa de los agujeros de la persiana entreabierta. 
En ese instante, a Jungkook, Jimin le pareció el chico más bonito del mundo.

Le gustaba, no solo por su belleza exterior, a pesar de que le parecía bonito con su cara de niño que rezumaba bondad y esas curvas que lo volvían loco. No, también le gustaba porque era una de las personas más buenas que había conocido.

En aquel momento, Jimin parpadeó. Tardó un poco en abrir los ojos, pero cuando lo hizo, sus iris marrones se clavaron en él de una forma adorable. Se sonrojó. Después de aquel primer polvo, vinieron más. Y Jimin, estuvo a la altura, ¡vaya que sí lo estuvo! A pesar de mostrarse un poco nervioso al principio, enseguida su actitud cambió y actuó con él de forma desinhibida y sin pudor.

—Sigues aquí —dijo al fin, con la voz ronca.

—¿Y dónde querías que estuviera?

—No sé, es decir… Supuse que eras uno de esos chicos que huyen con la llegada del día. —Sonrió y supo que estaba bromeando.

—¿Cómo pretendes que me marche con las ganas que tengo de seguir jugando contigo? —Le besó en la boca y Jimin lo recibió con ganas, dejando que sus lenguas se enredaran hambrientas.

—Estoy dispuesto a eso, pero antes necesito desayunar algo. Ayer al final no cenamos.

—Tienes razón. Bien, pues tú quédate aquí que yo prepararé el desayuno —dijo Jungkook levantándose de la cama de un salto dejando al descubierto su cuerpo desnudo en todo su esplendor.
Le gustó ver la forma en la que Jimin tragó saliva al repasarlo de arriba a abajo como si fuera comestible.

—Estamos en mi casa —repuso Jimin—. ¿No debería ser yo quién preparara el desayuno como buena anfitriona?

—De eso nada, necesito que estés descansado para lo que pienso hacerte después, así que quédate ahí quieto que ahora vuelvo.

Buscó los bóxers por el suelo, se los puso, fue hacia la cocina y canturreando una canción preparó huevos revueltos y tostadas. También preparó café y exprimió naranjas para el zumo. Le impresionó ver la cantidad de alimentos que Jimin tenía dentro de la nevera. Se notaba que era chef, él no sabría qué cocinar con la mitad de ingredientes que encontró.

Cogió una bandeja, colocó todos los platos encima y la llevó a la cama. Jimin se había puesto su camisa por encima y le encantó verlo vestido con su ropa.

—Qué buena pinta… —dijo Jimin mirando el contenido de los platos.

—No soy cocinero profesional como tú pero me defiendo.

—Algo debiste aprender de tu madre, ella también cocina delicioso. Sus tartas son de lo mejor.

—Sí, tiene un don para los dulces, pero déjame decirte un secreto: es lo único que le gusta cocinar. Cuando se trata de la cena, se las suele apañar con platos precocinados hechos al microondas.

Jungkook cogió una tostada, untó mantequilla y desvió su mirada por el dormitorio de Jimin. El día anterior con todo no se había parado a analizar los detalles, y le gustó hacerlo. Era un dormitorio muy vintage. Había varias fotografía, muchas de ellas pertenecían a su época de adolescente con Yoongi y Hoseok, también había algunas de la universidad. También había fotos de su niñez y su familia, y aquella granja enorme de los Park cuyo destino desconocía. Miró a Jimin que en aquel momento estaba tomando un poco de zumo de naranja.

—¿Qué pasó con la granja? 

Jimin le miró con los ojos ligeramente abiertos, como si aquella pregunta le tomara por sorpresa.

—¿No lo sabes? —preguntó con cautela.

—¿Debería saberlo? Es decir, sé que la perdieron y que se la quedó el banco por las deudas, pero no sé muy bien toda la historia.

—Ya… Bueno, tampoco hay mucho que contar. Papá hizo una mala inversión dejándose llevar por los consejos de un amigo y perdió todos nuestros ahorros, y no solo nuestros ahorros, sino un préstamo que pidió al creer a ese amigo que le prometió que, si le hacía caso, le ayudaría a hacerse rico. Obviamente era una estafa y dicha inversión una ruina. Nos quedamos sin granja y… ya está, eso es todo.

Jungkook asintió. Conocía al señor Park, otra buena persona que, como Jimin, solía fiarse demasiado de la gente. No le extrañaba que lo hubieran timado de esa manera. 

—¿Y no hay posibilidad de recuperarla?

Jimin negó con la cabeza.

—Imposible… Es mucho dinero. Yo siempre había tenido el sueño de que en un futuro pudiera ganar el dinero suficiente para comprarla y así ver crecer allí a mis hijos, pero, aunque el hotel va bien, no va lo suficiente bien como para poder meterme en una hipoteca como esa ahora mismo, y por lo que sé, hay gente interesada en comprar el terreno para convertirlo en desguace.

—¿En un desguace?

—Sí, por lo que se ve, eso es en lo que quedará reducido mi hogar, mi sueño de niñez.

Jungkook notó la rabia que en aquel momento inundó a Jimin. Lo entendió. Todos tenemos un hogar, un lugar que se convierte en refugio cuando estamos tristes, que nos devuelve a la niñez.

—Lo siento —dijo depositando un beso sobre su hombro.

—No te compadezcas, Jungkook. Es ley de vida. Hay cosas que no están destinadas a quedarse, aunque desees con todas tus fuerzas que sean eternas.

Jungkook apartó un mechón de su cabello y esta vez le besó en los labios. Jimin sonrió contra su boca y notó como la tristeza se disipaba poco a poco. En ese momento, Jungkook deseó que aquello que tenían si estuviera destinado a quedarse.

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Neighbors • KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora