Tretas Gulescas

De cómo llegaron otros, empezando por el grandote...

Había en el desierto de Vathek un ghoul que andaba errante.

A diferencia de los otros este de vez en cuando pasaba por la ciudad y se recluía a explorar el desierto y a usar las puertas al mundo humano a su antojo.

No era una criatura peligrosa a pesar de su tamaño y su apariencia.

Tenía grandes cuernos negros, y el color pintaba su piel desde la coronilla, en su espalda y hasta sus talones, incluyendo la punta de las garras de sus manos, de sus pies y su cola, pero por el frente (en su rostro, su torso delantero, y de sus muslos al metatarso, es decir en toda la parte delantera) era de un tono gris oscuro que se degradaba del negro y creaba un contraste que lo hacía ver intimidante. Aunque la vivacidad de sus ojos brillantes, inspiraba confianza en los que estaban cerca de él. Lo único que vestía era un harapiento taparrabo y un chal grueso que lo cubría hasta las rodillas, en ocasiones lo usaba en las noches frías y como saco para guardar suministros.

Muchos ghouls lo habían conocido y les agradaba por todas las historias de sus anécdotas con las que les llenaba la cabeza, era consciente de que no las recordaban al día siguiente pero aún así disfrutaba contarlas, además de esa forma casi nunca se veía envuelto en peleas con otros demonios. De vez en cuando se topaba con ghouls que solo buscaban comida y golpear a alguien, y como él era bueno racionando sus provisiones, tenía que sacar las garras y batirse a zarpazos con otro, eso también lo volvió muy nervioso.

Un día mientras peleaba con otro demonio, prefirió perderlo en las dunas del desierto y corrió con todas sus fuerzas, en posición de un cuadrúpedo, que le daba más velocidad, cuando sucedió algo totalmente inesperado. La arena y la brisa giraron en círculo alrededor de él, ya no podía ver al otro ghoul, pero no podía distinguir nada a través del arena que giraba furiosamente como una tormenta.

El ghoul se alteró como un animal asustado, el corazón le latía con mucha fuerza, se aferró a su chal y se hizo un ovillo para cubrirse de los truenos de la tormenta. De pronto vio el suelo iluminarse bajo sus pies y se llenó de pánico al sentirse atrapado en un huracán. En el piso se trazó un círculo mágico, su luz brilló con tanta intensidad que el ghoul cubrió sus ojos con el chal y entonces el arena se esparció en un piso de piedra negra. Cesó la tormenta, al igual que la luz del círculo.

El ghoul abrió sus ojos y se encontró envuelto en la espesa oscuridad, sus ojos brillaban como dos linternas, intentando comprender en dónde estaba. Sin duda el desierto se había ido.

Distinguió un ojo emblanquecido que lo miraba fijamente, luego escuchó voces que decían cosas como:

—Es enorme...

—¡Cuidado!

—No lo hagan enojar...

—Parece peligroso...

El ghoul miró a todos lados visiblemente nervioso, distinguió el círculo debajo de él pero no brillaba, distinguió a muchas personas con capuchas rodeándolo y a uno delante que vestía ropas religiosas y tenía el ojo blanco. El pánico lo invadía, solo quería salir de ahí y alejarse de esas personas, sabía que debía guardar distancia de los humanos pues en grupo podían ser realmente peligrosos para un ghoul solitario y en ese momento estaba rodeado.

Sacó las garras y los dientes casi involuntariamente y los amenazó diciendo que se alejaran, pero cada vez se acercaban más y él estaba en el centro de todo. De pronto oyó una voz que dijo:

—¡DEPRISA SUJÉTENLO!

El ghoul se abalanzó sobre el del ojo blanco pero antes de llegar varias cuerdas se enroscaron en uno de sus brazos, intentó liberarse pero las cuerdas agarraron su otro brazo y lo jalaron de nuevo al centro, escuchó al del ojo blanco decir que no lo lastimaran, pero solo se llenó de cólera y lucho aún más, sin embargo lo sujetaban con mucha fuerza y comenzó a rugir de la desesperación.