Si al principio no lo consigues, puede que el fracaso sea lo tuyo.

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Por alguna extraña razón, esa semana la gente estaba empeñada en tallarme como una calabaza de Halloween. Puede que se debiera a que Halloween estaba a la vuelta de la esquina. Por norma general, los navajazos dolían. Caí de bruces, tropecé con Mimi, quien había tropezado con Nayeon y recé a Dios para no acabar disparando a nadie.

En defensa de Nayeon he de decir que llovía a cantaros. Mientras nosotras rodábamos por la escalera y acabábamos unas sobre otras al pie del último escalón, Chaeyoung empujaba la puerta con todas sus fuerzas (que Dios bendijera a aquella pequeña pandillera) y se la estampaba en las narices a Murtaugh el Chungo. Se cerró con un golpe sordo y contundente y el cuchillo repicó contra los peldaños.

—¡Guau, Chaeyoung! ¡Impresionante! —exclamé, golpeando a Nayeon en la rodilla con mi embotada cabeza. Para que aprendiera.

—¡Corran! —gritó Son, impacientada. Ya no parecía de tan buen humor.

Con el corazón desbocado, nos pusimos en pie torpemente y echamos a correr hacia el callejón, el lugar menos iluminado de los alrededores. Si en vez del callejón hubiéramos elegido la calle y al final resultaba que el tipo llevaba pistola, cosa que sospechaba, habríamos sido un blanco fácil. Con la luz que proyectaban las farolas, habría sido imposible que no nos viera. Mi idea era rodear el edificio y plantarnos en la cafetería en un decir Jesús, con al esperanza de que Norma tuviera una llave para cerrar las puertas. Además, con un poco de suerte, la alarma traería a la caballería.

Nayeon volvía la mirada a todos lados mientras corría. Cuando quería, aquella mujer se movía muy rápido. Sin embargo, no habíamos avanzado ni veinte pasos cuando la puerta se abrió de golpe y se estampó contra la fachada de ladrillo del edificio. El chillido de Mimi fue de gran ayuda. Por si quedaba alguien que no hubiera oído la alarma ensordecedora.

—Corran —les dije al tiempo que me volvía y apuntaba con la pistola.

Lo que resultó más complicado de lo que había imaginado por culpa de la lluvia torrencial que me aporreaba la cara. Disparé una vez y el tipo se resguardó en el interior del edificio mientras mi amiga y Mimi aprovechaban para salir cagando leches. Poco después les di alcance.

—¿Qué hago? —preguntó Chaeyoung, interpretando su número del saltamontes en una sartén con energía renovada.

—Lo que puedas, cariño.

Me adelanté y eché un vistazo a la servidumbre de paso entre el centro de acogida y la fábrica de golosinas de al lado. Había varias cajas y jaulas, pero por lo demás el camino parecía libre; además, los obstáculos podrían servirnos para ponernos a cubierto en caso de que surgiera la necesidad.

Por desgracia, la necesidad surgió demasiado pronto. Oí un disparo. Mimi cayó al suelo soltando un chillido y se cubrió la cabeza. Apunté y volví a disparar, aunque no antes de oír el silbido de otras dos balas.

Por primera vez en mi vida, estaba en un tiroteo. En un tiroteo de verdad, disparando a uno de los malos. Y estaba visto que la puntería de ambos dejaba mucho que desear. Apunté a la cabeza y le di a la luz que tenía encima. En cuanto a él, ignoraba a quién apuntaba, salvo que estuviera eliminando las ventanas de la fábrica de golosinas como parte de una estratégica maniobra de distracción. Nayeon y Mimi tenían un contenedor cerca, al que se dirigieron para resguardarse detrás de él. Murtaugh el Chungo ya corría en nuestra dirección cuando Chaeyoung le puso la zancadilla. La pistola cayó con estrépito al suelo, sobre el que se deslizó varios metros.

—¡Tomala! —le grité a Chaeng, atravesando el callejón como un relámpago para reunirme con Nayeon.

—No funciona así —protestó exasperada y lanzó los brazos al aire.

Segunda Tumba a la Izquierda (Sahyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora