Capítulo V. Interrogatorio

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Después de lo ocurrido fuimos los primeros en ser llamados por la policía para ser interrogados. Nos llevaron a la comisaria del pueblo, pero cuál fue mi sorpresa al encontrarme con aquellos hombres de gafas negras, trajes oscuros y chaquetas con aquellas tres fatídicas letras amarillas a su espalda: FBI.
Una pareja de policías apareció como por arte de magia en el portal de casa para decirle a mi padre que tenía que llevarme a las seis de la tarde a la comisaría local. Mi padre preguntó sorprendido si estaba metida en algún lío; los policías se miraron y le dijeron que no podían hablar del asunto.
Aquellas tres horas hasta el interrogatorio se hicieron eternas. Volví a llamar a Anne para saber si a ella también la habían citado; efectivamente, ella estaba citada a las cinco y media. Le pregunté si sabía algo de los chicos pero no habían aparecido por el Sam en toda la mañana, algo que me pareció bastante raro, ya que ellos sabían perfectamente que estaríamos allí. Lo lógico era que a ellos también los hubiesen citado ya que ambos habían sido pareja de Helen en algún momento de su vida.

A las seis menos cuarto me monté en el coche junto a mi padre y recorrimos los escasos trescientos metros que distan de mi casa a la comisaría

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A las seis menos cuarto me monté en el coche junto a mi padre y recorrimos los escasos trescientos metros que distan de mi casa a la comisaría. Jamás olvidaré nuestra llegada, aquello estaba atestado de coches de policía y del FBI, además de un montón de furgonetas y camiones de medios de comunicación, la CBC, la NBC, la CNN, la Fox y muchas más. Un montón de curiosos se arremolinaban en los alrededores y casi no se veía la entrada de la comisaría. Al bajarme del coche una policía muy amable se acercó a mí y me llamó por mi nombre, le pidió educadamente a mi padre que esperara junto al vehículo y me llevó al interior. En el pasillo me crucé con Michael, era la primera vez que lo veía en aquel día, y su rostro compungido y desfigurado por el dolor no se me olvidará jamás.
Intenté hacerle un pequeño gesto con la cara pero su mirada fija en el suelo mostraba la dureza de los momentos que acababa de pasar. Días después supe que Michael y Anthony habían estado dentro del instituto desde primera hora, y que eran los principales sospechosos del asesinato de Helen, o eso creían ellos.
Mi interrogatorio fue duro, sobre todo, porque fue el primero y era una joven tímida e ingenua a la que le costaba mucho trabajo verbalizar sus pensamientos. En una sala pequeña, fría y mal iluminada, dos agentes del FBI, una mujer y un hombre se repartían los papeles de poli bueno y poli malo, aunque a mí los dos me parecieron malos.
- Diga su nombre completo y su edad –me pidió secamente el agente Philiph.
- Mary Rose Cleanwater, tengo dieciséis años.
- ¿Dónde estudia? – me preguntó.
- Estudio en el Instituto de Enseñanza Superior Forum.
- ¿Conocía a la señorita Helen? –intervino la agente Mc Tominay.
- Sí, éramos amigas.
- ¿Cómo de amigas? –preguntó de nuevo.
- Bueno, últimamente habíamos perdido el contacto. Ella se juntaba con otra gente...
- ¿qué gente? – interrumpió el agente Philiph.
- ... chicas y chicos mayores, del último curso...
- ¿Sabe sus nombres? –siguió el agente Philiph.
- Hay una chica que se llama Sara, va a clases de guitarra conmigo, otra que se llama Rachel, que trabaja los fines de semana en el cine, y un chico... pero no recuerdo su nombre.
- ¿Cuándo fue la última vez que habló con Helen? ¿qué le dijo? ¿tenía novio? ¿quién era? ¿cómo la trataba?
Las preguntas se amontonaban en mi cabeza y empezaban a provocarme jaqueca. Me sentía como si me acusaran del asesinato de Helen o estuviese implicada, necesitaba salir de allí, respirar aire fresco, aquel ambiente cargado de humo de tabaco y sudor me haría vomitar. Me ofrecieron un vaso de agua y me dieron tiempo para que aclarara todas mis ideas... y, por fin, llegó la última pregunta.
- ¿Dónde estaba anoche entre las 6 y las 9?
- En casa –le respondí aliviada.
- ¿Hay alguien que pueda confirmarlo? –continuó la agente Mc Tominay.
- Mis padres. No me dejan salir después de las 6 –concluí.
- Hemos terminado señorita Mary Rose, puede marcharse.
De súbito un escalofrío entró por mi cuerpo, sólo mi abuelo, que había fallecido hacía un año, me llamaba Mary Rose. Pero a la vez un suspiro de alivio se escapó de mis labios y pensé que había superado la prueba. Nada más lejos de la realidad, aquello sólo acababa de empezar.

Demasiado joven para morir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora