Pasaron varias semanas y el rubio había logrado sanar casi por completo sus heridas. Miro sus alas las cuales aún tenían aquellas cicatrices.
Tanto él como Lilith habían cambiado tanto físicamente como sus corazones, ahora tenían un gran rencor contra quienes les habían dado la espalda.
Aquello era reflejado por las ropas que ahora llevaban que cubrían sus cuerpos.
Poco a poco los pecadores comenzaron a llegar a aquel lugar oscuro, había creado un castillo y puesto protección para él y para la rubia.
Se había convertido en el soberano de aquel lugar, todos los pecadores se arrodillaban frente a él pero eso a él no le importaba.
El rubio extrañaba su hogar. Miraba el cielo desde la terraza con nostalgia, aún tenía su transformación demoniaca, no era del todo capaz de controlarla.
— Ellos no vendrán por nosotros... No los sigas esperando, cariño... — Se escuchó la voz de la rubia la cuál hizo que el pequeño serafín volteara a verla.
Ella se acercó a él y lo abrazó por la espalda, metiendo sus manos en su chaqueta y acariciando su pecho.
El rubio sabía que ella tenía razón, se habían olvidado de ellos por completo.
Sintió como el producto de su vientre se movía y puso su mano sobre su vientre.
— Luzbel... Perdón... Lucifer... Ya que estamos solos... Qué te parece si hacemos algo para entretenernos un rato. — Dijo la rubia mientras susurraba con voz sensual en el oído del rubio.
El rubio había cambiado su nombre, quería olvidar su pasado, aquel nombre le hacía recordar lo que antes era y que ahora solamente era un crudo recuerdo.
— Lo siento linda, estoy un poco cansado y me gustaría ir a dormir. — Dijo el rubio mientras intentaba esquivar las intenciones de la rubia para estar juntos.
Se apartó un poco de ella, notando como está se molestaba y entró en su mansión, recorriendo los pasillos hasta llegar a su habitación.
El rubio sabía que era una mentira aquella excusa de irse a dormir, desde que llegó al Inframundo había comenzado a padecer insomnio.
Se recostó en su cama la cuál tenía sábanas de seda y se quitó su sombrero, tapó su rostro con sus manos y sintió como sus lágrimas comenzaron a brotar.
El rubio se sentía realmente miserable, había perdido completamente todo, solamente por desobedecer.
Escucho que alguien entraba a su habitación, sabía que era la rubia, ella era la única que podía entrar y salir de su mansión.
Sintió como la cama se sumía, era más que obvio que ella se había sentado.
Volteó a verla y puso ver cómo ella lo miraba tristemente, el rubio mordió su propio labio inferior mientras intentaba no llorar, no quería que ella se sintiera culpable.
— Luci... — Dijo la rubia mientras extendía su mano y acariciaba sus cabellos.
— Lo siento... Es que... — Dijo el rubio mientras intentaba limpiar sus lágrimas.
— No... Está bien, cariño... Llora si lo necesitas... Por favor... Sé que estamos aquí por mi culpa. — Dijo la rubia mientras acariciaba su mejilla.
— No... No fue tu culpa... Es que... Estoy un poco sensible. — Dijo el rubio, era verdad lo que él decía, su embarazo lo había hecho un tanto sensible a todo lo que le pasaba.
— Sensible? Por qué? — Preguntó la rubia curiosa.
El rubio no supo que responder, hasta ese momento se dió cuenta de que no le había contado a la rubia acerca de su embarazo.
— Bueno... Es qué... — Dijo el rubio hasta que fue interrumpido por uno de sus síntomas.
Ni siquiera había tenido tiempo de reaccionar, ya que se encontraba vomitando. Se sentía realmente mareado, odiaba esa sensación.
Siguió vomitando hasta vaciar su estómago por completo y las arqueadas que tenían eran solamente espasmos.
— Luci... Estás bien, cielo? — Dijo la rubia claramente preocupada mientras tallaba la espalda del rubio intentando reconforntarlo.
— Estoy bien... Solamente... Estoy embarazado. — Murmuró el rubio, aquello tomó por sorpresa a la rubia, era más que obvio quién era el padre de aquel bebé.
— Oh... Ya veo... Bueno... Imagino que lo tendrás... Pero... Lo criarás tu solo? Si quieres puedo ser una madre para tu bebé. — Dijo la rubia, aprovechando la oportunidad de tener algo con el pequeño serafín.
El rubio se quedó pensativo un momento, hasta ese instante había pensado que iba a estar solo, pero la rubia tenía razón, no estaba solo.
— Está bien... — Dijo el rubio con una sonrisa.
La rubia sonrió y tomó las mejillas del pequeño serafín y se acercó a él y besó sus labios.
Era el segundo beso que ella le robaba y eso le sorprendió de nuevo al rubio, quien cerró sus ojos y comenzó a corresponderle.
Su transformación demoniaca desapareció, había vuelto a su forma normal, lo único diferente eran sus ojos azules, los cuales ahora eran amarillos.
El rubio entendió que ella estaba enamorada de él, aunque él no le correspondía, tal vez podría llegar a quererla como ella lo hacía y crear una familia en aquel lugar.
Cerró sus ojos mientras seguía intentando corresponderle, aún no era bueno en eso pero quería que ella se sintiera querida.
💭: Sé que no la amo pero tal vez me ayude a olvidar a Adan...
Dijo el rubio entre sus pensamientos mientras seguía besando a la rubia.
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Fruto prohibido (AdamApple/AppleAdam)
Fiksi PenggemarLuzbel, un serafín con mucha curiosidad por alimentar... Decide conocer a Adam, el primer hombre para hacerse su amigo, sin darse cuenta del caos que ocasionaría.