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Me asombró nuestra habilidad para fingir que nada cambió. Quizás nuestra relación se había desgastado tanto que nadie notaba la diferencia. Fuera cual fuera el caso, a la mañana siguiente le mostramos la canción al resto de la banda y todos estuvieron de acuerdo en que debíamos agregarla al repertorio.

—No para Nueva York —aclaró Martin—. Salimos esta tarde y no estará lista. Pero si no la tocamos en Woodstock, voy a renunciar.

—No estoy segura de que vaya a estar lista para Woodstock —opinó Pepper.

—¿Qué? ¿No te tienes suficiente fe?

—¡El concierto de la otra noche fue una mierda!

—Y este es el mejor ensayo que hemos tenido...

—Basta —intervine—. La verdad que yo tampoco me siento cómodo con tocarla ahí.

—Solo porque no te quieres declarar a tu novio —se burló Lucas.

—Cállate.

«Declararse» era una palabra fuerte. Solo temía asustarlo o que alguien leyera entre líneas y comprendiera el subtexto romántico. Woodstock pondría demasiada atención sobre nosotros y, para ser honesto, aquello parecía más una salida del armario. Odié a Aaron por insistirme en que se la enseñáramos a los demás.

—Pues, ahora que lo pienso, tal vez sea la mejor forma de despedirlo, ¿no? —sonrió Pepper—. Digo, a mí no me suena a declaración. Es bastante ambigua. Y me cuesta imaginar algo más épico que oír una canción sobre ti en un festival con miles de personas.

—Eh, sí, supongo... —concordó Lucas.

Pepper se dirigió a mí.

—Bueno, Finn, es tuya. Y de Aaron. Ustedes deciden.

Aaron se encogió de hombros.

—Si practicamos más de lo normal, no tengo problema.

Hijo de puta. ¿Cómo podría haber dicho que nodespués de eso?

-o-o-o-

Esa tarde, en el autobús, Eric optó por dormitar apoyando su cabeza en mi hombro. Las vibraciones del motor nos arrullaban mientras campo tras campo se deslizaba al otro lado de las ventanillas, y advertí cómo Martin y Pepper nos contemplaban con ternura, probablemente tristes por lo que aparentaba ser el final definitivo de su historia.

—¿Finn? —susurró el cadete.

—¿Mm? —respondí, igual de somnoliento que él.

—Si regreso vivo... ¿Puedo seguir viajando con ustedes?

Una pesada bola de angustia bajó por mi garganta. Angustia por haber recordado la legítima posibilidad de que Eric muriera. Angustia por la posibilidad de que nunca más quisiéramos separarnos.

Desconocía qué nos deparaba el destino. Martin y Pepper habían terminado de una vez por todas, Aaron nos abandonaba y Lucas... era Lucas. No podía sostener una carrera musical solo con él a mi lado. A lo mejor, cuando Eric cumpliera sus obligaciones, no habría gira a la que unirse. Podía ser el final de Dr. Strangelove & The Red Telephone.

No. Me rehusaba. Encontraríamos la forma, como siempre la encontramos.

—Claro que sí —le dije—. Nos encanta tenerte aquí.

—¿En serio? —Se enderezó.

—Hasta te escribimos una canción.

—¡No me jodas! —De nuevo emocionándose cuan niño pequeño. Adorable—. ¿Cuándo voy a poder escucharla?

—Ah, sería arriesgado darte una fecha exacta. Apenas la terminamos y...

—En Woodstock —interrumpió secamente Aaron—. La tocaremos ahí.

Lo odié por un instante. Hasta que vi la reacción de Eric y entendí que no podíamos no tocarla.

Era suya y debía llevársela con él.

De Woodstock a Vietnam (#ONC2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora