Una Larga Noche, Parte 2

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- ¡Capi! - Se acercó corriendo Lu con su característico escudo rectangular a la espalda - El 3er Escuadrón está completamente armado ya, la Comandante Fyra ya los está instruyendo en cómo van a maniobrar ¿Cómo procederemos nosotros?

- Haremos lo mismo, reúne a los muchachos, diles que la explicación será corta y que presten atención. No lo repetiré dos veces.

- ¡Entendió Capi! - Asintió y salió corriendo hacia la muralla.

Al cabo de unos minutos todo el 4to Escuadrón estaba parado frente al tanque.

Podía notar el nerviosismo de todos, el miedo era palpable en sus caras, pero cada vez que miraba en silencio a cada uno, ellos me devolvían una mirada firme, señal de la lucha interna de cada uno.

Confiaban en mí y lo sentía cuando los miraba. Solo les hacia falta una gota de miel que endulzara aquel fatal destino que se levantaba en la estación.

Eran conscientes de que está podría ser la primera y ultima batalla para algunos, pero no huían, cada uno se alzaba frente a mi con su arma en los brazos, algunos abrazándola y otros con una tosca muestra de disciplina la sostenían contra su hombro.

Todos sabían que las tropas Imperiales iban a caer sobre nosotros en cualquier momento, necesitaban oír a aquella persona a la que iban a encomendar sus vidas con tal de poder vivir un día más en compañía de todos aquellos miembros con los cuales habían vivido durante los últimos años, disfrutando de alegrías y apoyándose en cada desgracia sin rendirse.

Era mi deber guiarlos a todos a un prospero futuro alejados de esta maldita academia.

Acomodándome la gorra de oficial y parándome erguido sobre el chasis del tanque, los miré a cada uno a los ojos, pidiéndoles que me escucharan...

- No les mentiré muchachos, la situación es cada vez peor, ya lo habrán visto con sus propios ojos - Señalé las heridas de cada uno, el pobre estado de la muralla, la cual nos había protegido durante todo este día, los almacenes derruidos por la ira Imperial - El Imperio quiere amedrentarnos, obligarnos a rendirnos en busca de aquel espíritu cobarde que irradió el Director sobre toda la academia... ¡Pero hemos resistido...! ¡Ustedes lo han hecho como los guerreros inquebrantables que son y no podría estar más orgulloso de lo que me han demostrado a mí y a ustedes mismos! ¡Me han salvado la vida, han luchado mientras yo me recuperaba! ¡Sería hipócrita de mi parte usurparles ese merito! ¡Ustedes me han demostrado a mí y a todos en estos pocos días de lo que es capaz este escuadrón, esa valentía de seguir luchando pese del cansancio, las heridas y de la incansable muerte que nos persigue con cada bala que disparamos...!

Me detuve un momento para tomar aire, en tanto cada uno de ellos me miró con radiante fuego en sus ojos, reconociendo que sus esfuerzos no fueron en vano...

- ¡Aquellos... aquellos que ya no están con nosotros, aquellos que desde el paraíso nos miran! - Saqué aquel rosario de Gisela y lo levanté en alto - ¡Estarían orgullosos de ustedes! ¡Miren hasta donde han llegado! ¡Miren lo que han logrado y díganme que no vale la pena! ¡Cada uno de ustedes...! - Los señalé con ímpetu a todos - ¡Vale mil de esos soldados Imperiales! ¡Y hoy, para antes de que el sol se asome por las montañas, le habremos demostrado al Imperio de que está hecho nuestro escuadrón, huirán de nuestros gritos y morirán bajo nuestras balas! ¡¡¡Queens Victoria muchachos!!!

- ¡¡¡Queens Victoria!!! - Gritó cada uno de ellos con su arma en alto.

Para mi sorpresa otro gritó comenzó a nacer desde mi espalda.

Cuando me di la vuelta, unos pocos soldados del 3er Escuadrón también gritaban con sus armas en alto, contagiando a sus compañeros con aquel espíritu, haciendo que cada vez más dejaran entrar mis palabras en sus corazones y generando así que aquel grito que hasta hace segundos solo era propio del 4to Escuadrón, también fuera asimilado por ellos, sumándose y haciendo el gritó más fuerte.

Crónicas del Escuadrón Queens VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora