Después del fallecimiento de uno de sus hijos, Aquino, Duxo y sus dos pequeños, deciden empezar de cero en un nuevo hogar.
Pero perder un hijo no es cualquier cosa, y Aquino estaba intentando sobrevivir con el dolor encima, descuidando su matrimonio...
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Una mañana nueva, un día nuevo, un nuevo recuerdo.
Aquino fue el primero que se levanto ese fin de semana. Miro a Duxo durmiendo tan tranquilamente que con sumo silencio se levanto y se dirigió al baño.
Miro su rostro en el espejo y sintió asco.
Tenía las ojeras más grandes y su piel se veía seca al igual que su boca. Con lentitud tomo su cepillo dental y comenzó a cepillarse intentando no ver más su cara.
Mientras miraba fijamente el lava manos, sintió unos brazos rodear su abdomen.
—Buenos días cariño.— Le susurro con su voz grave por el sueño.—¿cómo amaneciste?—
—Como todos los días.—
Duxo se apartó e imito Aquino, solo que este si miraba su reflejo.
—Ahora viene mi mamá, quiere ver a los niños y la casa.— Dijo Duxo.—Será una visita rápida, no te preocupes.—
—Esta bien.— Hablo después de enjuagar su boca.—Supongo que limpiare mejor la sala.—
—Oh no no, los niños lo harán. Siguen castigados y la mancha en la alfombra aún no se quito.—
Aquino no dijo nada más, realmente le daba flojera limpiar.
—Entonces are el desayuno.—
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Natalan dormía tranquilamente en su cama, soñando con que los sábados fueran eternos. Pero todo eso se le fue interrumpido cuando sintió un peso que no lo dejaba respirar.
—¡Buenos días Naty!— Lo despertó Mictia.
—¿Qué tienen de buenos..? Deja dormir.—
—¡No! Tienes que levantarte, papá Duxo me dijo que vendrá la abuela-.—
