Después del fallecimiento de uno de sus hijos, Aquino, Duxo y sus dos pequeños, deciden empezar de cero en un nuevo hogar.
Pero perder un hijo no es cualquier cosa, y Aquino estaba intentando sobrevivir con el dolor encima, descuidando su matrimonio...
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{1 año antes del accidente}
La vida de los Rethey se podría decir que no era para nada perfecta. Siempre había gritos de niños en todo el departamento y demasiado desorden.
Un regaño para uno, un regaño para otro. Así era todos los días.
Incluso si la travesura era grande, siempre había algo que detenía a sus padres de poder tomar a uno como responsable.
El trío de hermanos.
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A penas daban las 7 de la mañana cuando el "recién ingeniero" se dirigía a la habitación de sus hijos para llevarlos a la escuela.
Se apresuró a entrar y tomar sus uniformes, dejándolos en sus respectivas camas antes de darles un bonito despertar abriendo por completo las cortinas de su habitación.
—Mmhg... papá, ciérralas.— Natalan fue el primero en levantarse al estar tan cerca de aquella grande ventana.
—Buenos días niños, es hora de ir a la escuela y desayunar.— Dijo alegremente.—Los espero en la cocina ya cambiados, apúrense.—
Este salió de ahí y se dirigió a paso lento a la cocina. No tardo en escuchar una melodía tarareada que conocía.
—Buenos días mi amor.— Saludo a Aquino el cual preparaba el desayuno y sus lonches para la escuela.
—Buenos días.— Le sonrió.
Duxo se recargó sobre la barra y se dedico a observar como Aquino hacía el desayuno.
—¿Qué tanto me miras? Me pones nervioso.—
—Solo miro que hoy amaneciste muy bonito.— Cruzo sus brazos.
—Duxo, literalmente sigo en pijama.— Intento no reír.
—Con cualquier cosa te vez bonito, con o sin ropa, en traje o en pijama ¿por algo nos casamos no?—
Aquino se limitó a sonreírle sin verlo, no le gustaba que lo viera sonrojado pues no le quería dar el gusto.
