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Para mi amigo, Enzo:

Ayer por la noche sucedió algo extraño. Estábamos durmiendo cuando repentinamente, un nazi comenzó a despertarnos y nos ordenó que hiciéramos una fila. Yo estaba asustado porque siempre que las cosas se salían de la rutina significaba que algo malo pasaría. Miré a Juani de reojo y me percaté de que él estaba más asustado que yo.

El alemán comenzó a examinarnos uno por uno. No se de acuerdo a qué nos dividía, pero a medida que decía "siguiente" algunos iban al lado izquierdo y otros al lado derecho. Nos estaba organizando en dos grupos. Juani estaba delate de mí y lo mandaron al lado derecho. No tienes idea de cuanto supliqué en mi mente que también me mandaran a ese lado, pero no. Me mandaron al lado izquierdo, con niños que no conocía. Fran también estaba en el lado de Juani.

Cuando el nazi terminó de dividirnos nos indicó a los de la izquierda que lo siguiéramos, y a los del lado derecho que podían seguir durmiendo. Vi como Juani y los demás suspiraban aliviados. Yo estaba enojado. Yo quería estar de ese lado, no del izquierdo. Juani me miró con compasión y se fue a su cama nuevamente. Pero yo no necesitaba compasión, necesitaba ir al lado derecho. En ese momento estaba muy enojado con Juani, pero en realidad él no tenía la culpa de nada. Ahora mientras escribo esto me doy cuenta. Me disculparé luego con él.

Siguiendo con lo que pasó... los de la izquierda fuimos detrás del alemán que estaba acompañado por otros hombres armados. Yo te buscaba con la mirada, pensaba que tal vez tú podrías sacarme de aquí, pero era muy tarde. De seguro ya estabas durmiendo. El nazi paró frente a un pequeño puesto y le indicó al primer niño de la fila que se acercara. Todos mirábamos nerviosos y curiosos ante lo que sucedía. El hombre agarró bruscamente el brazo del niño y este empezó a llorar, supongo que por el miedo. Estaba asustado, al igual que todos. Como no dejaba de llorar y no se quedaba quieto, el nazi se cansó y en un grito que nos asustó a todos, le ordenó a los hombres que lo llevaran de nuevo a dormir. Ese niño pasó a ser del lado derecho. Así, la mayoría de los niños iban al lado derecho gracias a sus rabietas y llantos. Yo también planeaba llorar para que me pasarán a ese lado, pero cuando fue mi turno el nazi ya estaba bastante enojado. Me dijo que si lloraba sería peor para mí, por lo que no fui capaz de soltar una sola lágrima. Estaba petrificado frente a ese hombre uniformado. Agarró mi brazo y acercó un dispositivo de una sola aguja a este. Estaba tan asustado que no podía moverme. Creo que el nazi me felicitó por eso, pero en un tono burlón. Sin piedad, perforó la piel en el lado interno superior de mi antebrazo izquierdo. Dolía, y mucho. Pero tener tan cerca a ese alemán me hizo perder la noción del tiempo y del espacio. Nunca en mi vida he estado tan asustado como lo estuve en ese momento. Pensé... que moriría.

Cuando sacó su aguja de mi piel, pude ser capaz de mirar lo que había hecho. Me había tatuado una serie de números. Era la misma serie de números que tenía en mi vestimenta de rayas. El hombre limpió la sangre que me había causado y me empujó diciéndome que ya podía volver a dormir. ¿Por qué me tatuó este número? No lo sé aún, pero lo que más curiosidad me causa es qué pasará con los que no tienen el número tatuado.

PD: aún duele.

Matías.

Sentimientos de papel (matienzo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora