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—¡Charles, no sé qué ponerme!

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—¡Charles, no sé qué ponerme!

Medio cuerpo semidesnudo aparece al instante por la puerta del vestidor, como si le hubiera conjurado, mirándome con atención. Yo me giro para mirarle con un puchero curvando mis labios, sin más ropa que un sencillo sujetador blanco y un tanga del mismo color. Charles no se molesta en esconder la forma en la que me devora con la mirada y salva la distancia entre ambos para rodearme con sus brazos por la espalda, mirando nuestro reflejo en el espejo que tenemos delante.

—Yo creo que así estás espectacular, no sé dónde está la duda —susurra, sonriendo contra mi cuello mientras siento sus besos en la curva de mi cuello.

—¿Ah, sí? ¿Entonces quieres que me presente a tus compañeros y amigos así?

Charles hace una pausa, ladeando la cabeza como si barajase esa posibilidad durante un segundo, antes de bufar y negar con la cabeza, volviendo a mi cuello.

—No, ni de coña. No quiero que nadie más te vea así y menos esos buitres carroñeros. Esta obra de arte solo quiero admirarla yo.

Sus palabras me hacen soltar una risita y me giro para mirarle, rodeando su cuello con los brazos. Tentándole, me acerco a él hasta que mis labios rozan los suyos sin llegar a tocarlos, sonriendo cada vez que intenta capturarlos en un beso. A la tercera vez, Charles suelta un gruñido de frustración y me aprieta el culo, haciéndome soltar un chillido de sorpresa, antes de besarme con intensidad. Embriagada por él, le devuelvo el beso con pasión, entrelazando mis dedos en su pelo cobrizo. Cuando siento sus manos ascendiendo bajo mi sujetador, río contra su boca y le empujo suavemente por el pecho para separarme de él.

—Charles, tengo que vestirme ya o llegaremos tarde y tu equipo me matará. Suficiente me deben de odiar ya por el numerito que organizasteis Carlos y tú en la última carrera, no quiero que piensen que soy una especie de agente infiltrada de Aston Martin para desestabilizar a sus pilotos.

—No nos dirán nada por llegar diez minutos más tarde... —murmura contra mi piel, apretándome contra su cuerpo de forma que se me hace muy complicado mantener la cabeza fría.

—No quiero que suene a queja, porque nada más lejos de la realidad, pero sabes perfectamente que no eres capaz de tardar solo diez minutos.

—Y estoy muy orgulloso de ello, ma chérie.

Mi risa se une a la suya cuando nuestras bocas vuelven a juntarse en un beso apasionado en el que me dejo llevar un poco más de lo que debería. El calor que me provocan sus manos sobre mi piel mientras siento su entrepierna endureciéndose casi me hacen sucumbir por completo a él, pero un momento de lucidez ilumina mi mente durante un instante y logro separarme entre jadeos. Charles sonríe travieso, sabiendo que mi fuerza de voluntad flaquea cada vez que me mira de esta forma y continúa acariciando mi cuerpo de forma arrebatadora.

—Si me ayudas a elegir la ropa y nos vamos ahora, luego te lo compenso el doble, ¿vale?

—El triple —refunfuña Charles al ver mi expresión de negativa definitiva, dándome un último beso en la punta de la nariz antes de separarse para sacar una camiseta de su lado del vestidor—. ¿Por qué no te pones mi camiseta? Te encanta y te queda mejor que a mí. Además, ya sabes que el rojo va con todo.

Todo al rojo {Charles Leclerc}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora