El cielo encapotado de Inglaterra nos recibe el jueves en cuanto llegamos, pero no me preocupa. La predicción del tiempo no anuncia lluvia, solo nubes que vendrán y se irán, por lo que los chicos no se han preparado para un fin de semana pasado por agua. De hecho, la lluvia parece la menor de sus preocupaciones.
Por un lado, Charles y yo no nos hemos cortado a la hora de mostrar que lo nuestro ya es oficial, aunque nada haya cambiado realmente, excepto la forma tan deliciosa en la que ahora me llama "su novia". Por otro lado y aprovechando esto, yo misma me he aprovechado de este hecho para pasármelo bien a mi manera. Como bien auguramos Charles y yo, los chicos empezaron a cortar ese descarado flirteo conmigo en cuanto supieron que ahora oficialmente somos una pareja, pero yo no me corté ni un pelo, al contrario; he estado yendo a por ellos a saco para divertirme con sus reacciones.
Al igual que Max en mi emboscada en su garaje, los chicos se han resistido a todos mis ataques, aunque en sus ojos veía que querían de todo menos alejarse. Ninguno de ellos estaba dispuesto a traicionar a su amigo, por mucho que yo me insinuara. Por ello, yo estoy convencida de que ninguno sobrepasará ese límite, pero Charles cree que, si les caliento más, alguno terminaría cayendo.
Así que de esta manera hemos llegado a Inglaterra, todos jugando a una especie de escondite de tensión sexual a la par que ellos asistían a sus entrenamientos. De hecho, ahora tienen sesión de preparación física y Bibiana, como no podía ser de otra manera, me ha obligado a ir prácticamente a punta de pistola. Para colmo, Carlos también está disfrutando de lo lindo como espectador de este circo particular y me ha invitado casualmente al entrenamiento de hoy sin intenciones ocultas, por supuesto.
Por eso me encuentro haciendo el saludo al sol entre mi novio y mi mejor amiga, consciente de las miradas que se posan sobre mi cuerpo. Charles parece un perro guardián, jugando a fruncir el ceño cada vez que "caza" a alguno. Cada vez que le miro, puedo escuchar perfectamente el reto que ronda por su cabeza, visible en esa sonrisita pedante que curva sus labios.
—Como sigas riéndote, te vas a enterar de quién te traicionaría o no, pero de verdad —susurro cuando cambiamos de postura de la pinza, quedando sentados y doblados sobre nosotros mismos, por lo que nuestras voces quedan más amortiguadas.
—Adelante, hazlo. Yo sé que caerían porque son débiles, ya te lo he dicho, pero tú... Eres demasiado buena para llegar a ese extremo de tortura, te sentirías mal por ellos.
—¿Ah, que yo me sentiría mal? —pregunto, alzando una ceja antes de soltar un bufido—. ¿Estás dispuesto a apostar, Leclerc?
—Yo siempre estoy dispuesto a apostar, ma chérie. ¿Cuál es la apuesta, que llegues al final del juego con alguno de estos idiotas o que terminen cayendo?
—Ambas. Me juego lo que quieras a que, aunque yo prácticamente termine de rodillas sacándosela, no caerán por su amistad contigo. Ah, y por supuesto no vale aliarse a mi espalda como hiciste con Max, que te conozco. Juega limpio.
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Todo al rojo {Charles Leclerc}
Fiksi PenggemarAtenea ha sido fan de la Fórmula 1 desde que tiene uso de razón. Su pasión por este deporte fue contagiada por su padrastro, así como su apoyo incondicional por un piloto en particular: Fernando Alonso. Tras años siguiendo las carreras desde el saló...