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Cuando abro los ojos, lo primero que siento son dos cuerpos envolviendo al mío

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Cuando abro los ojos, lo primero que siento son dos cuerpos envolviendo al mío. Mi cabeza está apoyada en el pecho de Charles, sobre el que descansa uno de mis brazos lánguidamente, mientras Max me abraza por detrás con la mano envolviendo una de las mías. Lo segundo que noto es el delicioso agotamiento en cada fibra de mi ser, fruto de una noche entera de sexo con dos hombres incansables. No sé ni qué hora es porque la habitación sigue en penumbra. Ni siquiera recuerdo haberme dormido, ni quién ha apagado la luz, ni absolutamente nada después de horas a merced de ambos.

Mis ojos empiezan a analizar lo poco que logro ver de la habitación y el caos está presente allí por donde miro. Las sábanas de la cama se arremolinan de forma que parte de ellas están en el suelo y nuestra ropa hace tiempo quedó olvidada en el suelo. Cuando veo la papelera junto a la cama, siento cómo mis mejillas se sonrojan al recordar los condones usados que contiene. Al apartar los ojos, me fijo en el torso sobre el que estoy tumbada y sonrío al ver los chupetones que abundan sobre su piel, señales que yo misma he ido dejando esta noche.

—Creo que mi chica ya se ha despertado —murmura Charles y siento su suave risa bajo mi mejilla—. ¿Qué tal te encuentras, ma chérie?

—Dudo que pueda moverme en unos dos años. Me duelen músculos que no sabía ni que tenía.

Ahora son ambos los que ríen y me doy la vuelta de forma que quedo boca arriba para poder mirar a ambos. Al igual que Charles, Max tiene marcas de mi boca por su cuerpo hasta parte del cuello y mis mejillas se tornan aún más rojas cuando me doy cuenta de lo que hice anoche.

—¿Así que no te lo has pasado bien? —suspira el holandés con tristeza, mirando a Charles—. ¿Ves, tío? Te dije que tantos orgasmos tenían que ser fingidos, esos gritos no podían ser por ti o por mí.

—¿Sí? Ya decía yo que esa forma que tenía de mirar a Russell y Lando solo eran imaginaciones mías. No le gusta tener a tantos hombres solo para ella, hay que asumirlo.

—¡No, no! —me quejo inmediatamente, agarrándoles de las manos como si fuesen a marcharse de mi lado—. ¡Ha sido alucinante y no he fingido nada, de verdad! ¡Ni en mis mejores fantasías me podría haber imaginado que sería así!

En cuanto pronuncio la última frase, sé que acabo de darles otro cartucho para seguir chinchándome y sus sonrisas se ensanchan a la vez, confirmando mis sospechas. Parece que todo el calor que sentía anoche va a instalarse en mis mejillas permanentemente.

—¿Ni en tus mejores fantasías? ¿Te habías imaginado haciendo todo esto conmigo antes? —pregunta Max, acariciando mi sonrosada mejilla.

—Sí, ma chérie, cuéntanos porque yo no sabía nada de esto... —comenta Charles con una sonrisa malvada, sabiendo perfectamente todo lo que se me ha podido pasar por la cabeza en mis fantasías con él y sus compañeros—. ¿Te has imaginado haciendo todo esto con Max solo... o con más?

Todo al rojo {Charles Leclerc}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora