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Palabras: 13 756
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El cansancio se multiplicaba en aquel cuerpo envejecido, por suerte Nemuri llevó su libro de hechizos consigo y logró recuperar su forma normal en mitad de su carrera de vuelta a casa. Era más cómodo correr en un cuerpo jóven, siendo una anciana todo le costaba el triple, y no quería arriesgarse a que Shoto pudiera atraparla en ese estado de vulnerabilidad.
No comprendía cómo había conseguido escapar de las mazmorras, pero sus dudas fueron resueltas en cuanto llegó al castillo. Sus guardias le informaron de todo lo que hizo que la reina estallara en cólera en pleno salón del trono.
-¡QUIERO LAS CABEZAS DE TODOS LOS GUARDIAS QUE ESTUVIERON ALLÍ, Y TAMBIÉN LA DEL CARCELERO!
Los jóvenes guardias que estaban frente a ella se miraron con ojos desorbitados.
-P-pero... Majestad. Eran muchos prisioneros, ellos hicieron lo que estuvo en su mano, no podéis hacerles esto.
Un brillo inmisericorde inundaba cada rincón de su aguda mirada.
-¿Le estás diciendo a tu reina qué puede o no puede hacer? ¿Es eso? -La tranquilidad con la que se expresaba era inquietante.
Los guardias se tensaron y el chico que había dicho aquello tragó saliva con dureza. Le temblaban las piernas.
-Discúlpeme, mi señora -Se arrodilló en un movimiento rápido, apoyando su frente contra el suelo marmoleado-. No sé en qué estaba pensando. Ruego que me perdone.
Nemuri rodó los ojos con hastío e hizo un gesto con su mano indicando que se largasen.
-Por Dios, vete, iros los dos, dais pena.
El chico se puso en pie y ambos muchachos hicieron una rápida genuflexión antes de retirarse para cumplir con las órdenes de la reina.
Cuando los portones se cerraron indicando que estaba al fin sola, cerró sus ojos y exhaló un profundo suspiro seguido de una sonrisa amplia y sincera.
Se giró y caminó con decisión hacia el trono, aunque ya no debía llamarlo "el trono", como si fuese algo lejano indigno de ela, no, ahora era SU trono.
Nemuri tomó asiento, deslizando sus manos de largas uñas sobre los reposabrazos tallados de madera noble. Casi sentía el poder invisible de aquel poderoso asiento fluyendo en su cuerpo, acogiéndola como la nueva soberana.
Se había aposentado sobre la comodidad del terciopelo blanco con anterioridad, pero ahora que sabía que Freya estaba muerta sentía que tenía el control absoluto de todo el reino; aunque Nemuri quería mucho más que un simple reino, quería todo el mundo a sus pies.
