Su largo y rojizo pelo se arrastraba por la superficie verdosa, siguiendo sus pasos mientras ella corría, saltaba y reía a carcajadas con su cuerpo lleno de la más pura felicidad. Se sentía libre, mirando el cielo azul, a los pájaros pasar en bandada, los rayos de sol acariciando su piel eran gratificantes, cálidos, sentía que se le iba a salir el corazón del pecho.
- No me creo que lo haya hecho. -Se dijo en un tono de voz bajo, airada por haber estado corriendo. -¡No me creo que lo haya hecho! -Reía mientras brincaba dando vueltas sobre sí misma, pero repentinamente la embriagó una sensación de culpa, la imagen de su madre se presentaba en su mente. -A madre esto no le va a gustar...
Intentando quitarle importancia y con la llegada de Dynamight a su lado continuaron caminando por el bosque. El chico, observaba extrañado como Freya se sorprendía con lo más mínimo, señalando con impresión a una ardilla, después a unas flores que no había visto nunca y seguidamente, en cuanto sus ojos brillantes de ilusión se toparon con una charca, corrió hacia ella demorándose unos segundos en meter el pie en el agua que en efecto estaba algo fría, pero eso no importaba cuando era libre.
Se sentó sobre una de las rocas que sobresalían a la orilla del río y miraba fascinada como las ranas que vivían allí se alejaban de donde estaba la muchacha que paseaba su dedo índice por los nenúfares y unas flores de pétalos rosados que flotaban en el agua, recogiéndola entre sus pequeñas manos para acariciarlas, pero justo en ese momento todo se venía abajo de nuevo, aunque intentase hacer ese pensamiento a un lado la voz de su madre regresaba a su mente, imaginándosela decepcionada y muerta de la preocupación.
- No pasa nada Freya, no, ojos que no ven corazón que no siente. Ya está. -Intentaba convencerse, pero ni ella se creía sus propias palabras.
Dynamight, que la observaba apoyado en el tronco enarcó una ceja. Definitivamente su comportamiento era raro, pero eso era lo que menos le importaba, no quería perder el tiempo con aquella mujer cuando podría estar bien lejos del reino, con la corona en sus manos y su sueño a punto de cumplirse.
Poco después pasaron frente a una cueva a la que a Freya le dio curiosidad por entrar, Dynamight se apoyó a un lateral viendo como después de recorrer el sitio con curiosidad se acababa sentando, dándole la espalda y recogiendo sus piernas contra su pecho. No le dio importancia, más bien comenzó una cuenta atrás con sus dedos, del tres al uno, y cuando los cerró, justo en ese instante, la oyó lamentarse.
