La lucha entre los sirvientes y la muchedumbre estaba apaciguandose, más que una batalla seria aquello parecía un circo en toda regla, digamos que hasta incluso el ambiente se calmaba, pero algo inexplicable para los recién llegados en aquel castillo comenzó a suceder, los objetos estaban comenzando a perder la movilidad.
-¿Q-qué? ¿Qué está...?- Intentó hablar la señora armario.
El último pétalo de la rosa había caído, el hechizo había comenzado a hacer de las suyas, la señora armario se quedó completamente inmóvil bajo las miradas del resto que al igual que ella comenzaban a notar los mismos síntomas.
-Mamá...- Chip no podía ni tan siquiera saltar, estaba entrando en pánico.-...no puedo moverme...
-Tranquilo hijo...- La señora Potts a pesar de que estaba tan aterrada como el resto se mostraba tan tranquila y apaciguaba como de costumbre, todo para proteger a su hijo y que este se relajase.- Ya ha acabado todo Chip...te quiero.
La pequeña taza se quedó completamente inmóvil, sus ojos y boca desaparecieron, la señora Potts cerró sus ojos dejó al destino hacer lo que quisiera con ella.
Por otro lado las agujas de Din Don se estaban volviendo locas, giraban y giraban y el pobre no podía apenas moverse.
-Lumière...no puedo...
-Tranquilo amigo.- Lumière posó sus manos sobre los hombros del contrario y le dedicó una amigable sonrisa.- Ha sido un auténtico placer trabajar junto a ti, reloj cabezota.
Por primera vez en mucho tiempo Din Don sonrió con verdadero amor y sinceridad, sentía unas horribles ganas de llorar pero eso de ser un reloj no le permitía derramar una sola lágrima, en ese momento las agujas dejaron de molestarle, parecía que todos los recuerdos junto a su buen amigo Lumière pasaban por su mente de forma apresurada, todo había pasado demasiado rápido.
-Para mí también ha sido un placer querido amigo.- Le dijo Din Don.- Oh...no...no puedo...- Quiso darle un ultimo abrazo pero sus brazos se quedaron tiesos, ya apenas podía articular palabra, Lumière vio con sus propios ojos como su amigo ahora era un simple reloj, normal y corriente.
-Adiós...- Soltó un último suspiro saboreando la última bocana de aire que daría sentía somo su cuerpo se tensaba y como su esencia se marchitaba, al igual que la rosa, "regalo" de la bruja que los maldijo.
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-Te amo...- Susurraba Freya repetidas veces en el pecho de Bakugou aunque este no pudiese oírla ya.
Se arrepentía por no habérselo dicho antes, tuvo tantas oportunidades para decirle lo que sentía y no lo hizo, no podía aceptar que ahora estuviera muerto entre sus brazos.
