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M i a

Mi cuerpo tiembla debido a lo empapado que está, sumándole el hecho de que el miedo que alberga en mi se ha intensificado a tal punto que ni siquiera puedo hablar. Lo único que hago es abrazarme a mi misma a la vez que siento mis dientes castañear.

Y observo todo a mi alrededor. Las personas me miran, algunas parecen estar riendo, otras tan solo fingen que nada pasó, mientras que hay pocas que parecen sumamente preocupados por mi.

Después de que Enzo me rescatara de haber muerto ahogada, asfixiada y con agua en la mayor parte de mis pulmones. Él me recostó en uno de los sofás e intento reanimarme, por suerte, solo tragué unas cuantas gotas pues mi deseo por no fallecer de esa manera es más fuerte, al parecer. Cuando se aseguro de que estuviera con aire y el oxígeno adecuado, me hizo sentar y le dijo a Lucrecia que no me dejara sola.

Igual, así no se lo hubiera dicho, se que ella jamás me dejaría sola. Nunca lo ha hecho.

Es así, como todo pasó tan rápido, Pablo regresó a ver "como estaba" y Enzo empezó a ponerlo en su lugar y cerrando con broche de oro le propinó un puñetazo en el estómago. Causando que caiga al suelo y para finalizar, sin importarle lo mucho que Pablo se estaba retorciendo de dolor, también le golpeó las costillas.

Luego volvió por mi y me tomo en brazos nuevamente, sacándome de esa estúpida casa, alejándome de esa estúpida gente.

En todo este tiempo noté que Enzo es impulsivo e intenso, aunque no lo quiera demostrar, pero por alguna razón no me daba miedo. Mucho menos lo agresivo que podía llegar a ser. Me di cuenta que todas la veces que lo había visto llegar a los golpes había sido por mi, y aunque en un principio si se me pusieron los pelos de punta al ver esa faceta suya, luego comprendí que, al defenderme de tal manera, él sería incapaz de lastimarme. Hablando físicamente, debo aclarar.

Aún así, a su lado sentía algo que hace mucho no; Enzo me protegía. Sin importarle el porqué, el cómo y el cuando.

Un taxi se estaciona frente a nosotros y Enzo embarca a Luli, luego me pone a mí, y al final sube el. Yo quedo en medio de ambos y no dudo en recostar mi cabeza en el hombro de mi mejor amiga, quien me toma la mano y le da un leve apretón. Mientras que Enzo le da la dirección de su casa, siento su mano posarse en mi muslo y dar leves caricias con su pulgar.

Adicciones, entre otras cosas; Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora