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M i a

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M i a

Aún es de madrugada, la habitación está oscura, aunque hay un pequeño reflejo de luz entrando por la ventana que está ligeramente abierta.

Me muevo al sentir un peso sobre mi cintura, el brazo de Enzo me sostiene como si su vida dependiera de ello, pero al parecer tiene el sueño pesado, ya que, aunque intento, no soy para nada cautelosa y delicada en quitar su brazo de mi alrededor, pero él ni siquiera se inmuta.

Salgo de la habitación y mis pies descalzos sienten el lo helado que está el suelo, aún así, me dirijo hacia la terraza, no sin antes pasarme por la cocina y tomar aquel paquete de galletas, pues mi estómago está rugiendo por dentro.

Aunque un ligero sentimiento de culpa me inunda, trato de tranquilizarme diciendo que comeré tan solo una.  

Al final termino comiéndome las 12 galletas.

La culpa crece y mi mente me traiciona otra vez. Deseando volver atrás y no comer nada, bajo las manos hacia mi vientre y tenso la mandíbula, enfadada conmigo misma.

¿Por qué me cuesta tanto comer? antes disfrutaba de la comida.

Que injusto. No solo tengo miedo al agua, si no también a la comida.

La vergüenza me embarga al recordar lo estúpida que me debí haber visto cuando Pablo me lanzó al agua, pero el pánico y la decepción la reemplazan cuando caigo en cuenta que nadie de esa fiesta —ni siquiera Megara— hizo algo para impedirlo.

¿Qué hubiera pasado si Enzo y Lucrecia no hubieran estado ahí?

¿Qué hubiera pasado si yo no iba?

Para empezar, ¿Que hubiera pasado si Megara no se cruzaba en mi camino?

A fin de cuentas, no la culpo. Y prefiero dejar de lado el ¿Que hubiera pasado si...?

Ella me metió a su mundo, es cierto, pero no me obligó a hacer ninguna de las cosas de las que hoy me arrepiento. Se que beber no esta mal, tampoco fumar, mucho menos ir a fiestas para divertirse, siempre y cuando tú te sientas cómodo con ello. Algo que no pasaba conmigo.

Adicciones, entre otras cosas; Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora