Capítulo tres: La bienvenida.

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Ethan.

Caminar cojeando es un poco difícil, pero trato de no pensar en ello. En realidad, trato de no pensar en nada. Tengo demasiadas cosas que analizar y, sinceramente, ansío un descanso. Así que a cada paso que doy, intento distraerme recordando alguna canción, como si estuviera caminando por el pueblo con mis audífonos. Pero no estoy en el pueblo, mucho menos tengo mis audífonos, y aunque los tuviera, no podría permitirme el lujo de usarlos aquí. Bajar la guardia en un lugar como este, donde presiento que cualquier cosa podría saltarme al ataque en cualquier momento, sería una locura.

El sol indica que mi trayecto va hacia el suroeste. Decidí esa dirección porque hacia allá apuntaba la salida de la torre, pero tras un par de horas de caminata bajo el sol implacable, no estoy seguro de haber tomado la decisión correcta. El sudor cae de mi rostro y gotea al suelo, dejando un rastro mínimo de mi travesía. Mi cabello está empapado, pegado a mi frente como si acabara de bañarme, pero es sólo fruto de mi propia transpiración. La botella de jugo de piña está a un cuarto, y el calor es ridículamente sofocante. Racionar más sería imposible, o me deshidrataré y moriré de insolación antes de llegar a cualquier parte.

El tiempo parece alargarse y siento que la caminata es eterna. A cada paso el sol me golpea con una fuerza brutal, como si las propias arenas ardientes trataran de devorarme. El sudor no solo empapa mi rostro, sino que comienza a irritar mi piel, dejando un rastro de ardor en mi cuello. Cada vez que trago, siento la sequedad cortante en mi garganta. El aire es denso y abrasador, como si inhalara fuego en lugar de oxígeno. Mis labios agrietados ya no pueden soportarlo más y el dolor en mis pies es tal que siento que las suelas de mis zapatos podrían derretirse en cualquier momento.

Todo este tiempo no he visto ni una sola señal de vida. Comienzo a pensar que mi destino se reduce a estas tierras, donde en algún momento me convertiré en polvo y seré uno con la arena. Los únicos puntos de interés son esos grandes montículos de rocas apiladas que encuentro cada tanto, junto con huesos dispersos que no puedo identificar. No soy médico ni veterinario, así que no sé si pertenecen a humanos, animales... o alguna otra criatura de Mythoria.

Estoy cansado. Mi tobillo duele. Mis zapatos están tan calientes que las plantas de mis pies parecen arder. Ya no puedo más. Veo una gran roca no muy lejos de mí, proyectando una sombra decente, así que decido descansar allí.

Mis pensamientos, agotados y casi delirantes por el calor, vagan hacia fantasías absurdas. "Un hechizo para invocar un auto... ¿eso existe en algún lado? Y si existiera, ¿sería uno de lujo? Un deportivo quizás..." Sacudo la cabeza, intentando apartar esas ideas tontas. No es momento para bromas en mi mente. Pero el calor... el maldito calor no me deja pensar con claridad.

Divago en tonterías para distraerme, pero de repente algo me detiene.

La roca se ha movido.

—¿Eh?

Juro que la roca se movió. Me acerco cautelosamente, mis pasos crujen en la arena bajo el sol abrasador. Observo cada grieta y sombra de la formación, buscando cualquier indicio de que no sea lo que parece. Sin embargo, todo se ve tan inmutable como cualquier otro trozo del paisaje árido de Mythoria.

Un escalofrío recorre mi espalda cuando veo la roca moverse, aunque solo un poco. No es posible... sacudo la cabeza, convencido de que mi mente me está jugando malas pasadas bajo este calor infernal. Sin embargo, la realidad me golpea cuando siento el suelo temblar bajo mis pies. El aire se llena de un sonido sordo, como un eco lejano que parece surgir de las profundidades de la tierra misma.

La arena comienza a desplazarse, como si fuera un manto ondulante. Cada grano de polvo cobra vida y el suelo vibra con una intensidad creciente. Siento el temblor en mis huesos, mientras el peso de la criatura, aún oculta, se revela poco a poco. Y entonces, de la arena emerge una pata colosal, rugosa como la corteza de un árbol antiguo, pero mucho más imponente, enviando una nube de polvo al aire caliente. Mi corazón late con tal fuerza que temo que la criatura lo escuche.

El Despertar Obscuro: El Ascenso.Where stories live. Discover now