Gehena.
El viento frío de la cordillera escabrosa sopla con fuerza, levantando polvo y pequeñas rocas mientras el grupo sigue avanzando. Las montañas y las formaciones rocosas son ásperas y grises, tan duras y frías como el corazón de Ethan, aunque él no lo sabe. Pobrecito, cree que soy su consuelo. No puedo evitar sonreír para mis adentros. No es más que un juguete en mis manos.
Me giro, observando cómo me sigue a una distancia prudente, como un perrito ansioso por una caricia. Lo veo luchar para mantener el ritmo, para impresionar, para ser digno de mí. Pero es tan patético. Un suspiro casi escapa de mis labios, pero lo contengo. La clave aquí es mantener el control, soltar solo las migajas suficientes para que siga detrás de mí, para que nunca se sienta satisfecho. Esa es la gracia.
Lo peor de todo es que Ethan cree que esto es amor. ¿Amor? Qué palabra tan inútil. Si supiera lo fácil que es manipular a alguien cuando está desesperado por atención, por cariño. Le he dado solo lo necesario, lo justo para mantenerlo esperando, para que no se dé cuenta de que nunca le daré más.
Le sonrío una vez más, la sonrisa más dulce que puedo forzar, y veo cómo su rostro se ilumina. Es patético. No puedo creer lo fácil que es manejarlo. Se alimenta de mis miradas, de mis sonrisas, de mis palabras cuidadosamente escogidas. Nunca me atrevería a darle todo, eso sería peligroso. Pero un toque en el brazo aquí, una sonrisa ahí, es todo lo que necesita para caer rendido a mis pies.
—Ethan, ¿puedes ayudarme con esto? —le digo, mostrando una de mis botas como si tuviera un problema insignificante. No hay nada mal con la bota, pero quiero verlo esforzarse, quiero verlo ser útil, para recordarle que tiene que ganarse cada pedazo de mi atención.
Lo veo agacharse y atar la bota con una precisión casi ridícula. Está tan concentrado en agradarme que no se da cuenta de lo poco que me importa. Me giro hacia Roderick mientras Ethan sigue inclinado, trabajando como si su vida dependiera de ello. Roderick es fuerte, seguro de sí mismo, y aunque no me interesa en lo más mínimo, disfruto la atención que me presta. Le guiño un ojo mientras Ethan termina con la bota. Roderick me sonríe con esa arrogancia que tanto odio y, al mismo tiempo, disfruto.
Es tan fácil. Miro a Ethan, quien ya se ha puesto de pie, con una mirada que sé que lo desarma. Él no sabe que esos pequeños gestos de ternura que le doy son nada más que una estrategia. Lo tengo exactamente donde quiero.
—Gracias, Ethan. Siempre tan atento —digo con una voz que podría derretir el hielo, observando cómo sus ojos se iluminan por una simple palabra.
Pero no es solo con Ethan. Me gusta jugar con los demás también. Mientras caminamos, dejo que mis dedos rocen el brazo de Roderick, nada demasiado obvio, pero lo suficiente para que él también se sienta especial. Lo disfruto. Me encanta ver cómo reaccionan los hombres cuando les hago creer que significan algo. Para mí, son solo herramientas, y si puedo sacar algún provecho de ellos, lo haré.
¿Ethan? Es fácil. Él está aquí porque necesito un perrito faldero, alguien que me alabe, que haga todo lo que le pida sin cuestionarme. Me aburre su devoción, pero al mismo tiempo, me resulta útil. Hace todo más llevadero, más divertido.
Pero a medida que nos acercamos a la Ciudad de los Mil Pilares, sé que no lo necesito para siempre. Él cree que estamos construyendo algo real, que esto es el comienzo de una relación más profunda. Pobrecito. Cuando lleguemos, lo dejaré colgado, como hago con todos los demás. Tal vez me divierta un poco más con Tristan o incluso con Roderick. Ethan es tan... desechable.
De hecho, ya puedo ver las dudas en sus ojos de vez en cuando, pero rápidamente las apago con una palabra amable, un roce casual de mis dedos. Él nunca cuestionaría mis motivos. Es un iluso. Cree que soy su refugio, su luz en este mundo oscuro, cuando en realidad soy lo contrario: la oscuridad que lo consume poco a poco.
Lo mejor de todo es que él nunca lo sabrá.
Nos detenemos para hacer una pausa, y mientras el grupo se dispersa, me acerco a Ethan y le tomo la mano, entrelazando mis dedos con los suyos por un breve momento. El gesto es calculado, pero para él es todo. Puedo ver cómo su respiración se acelera, cómo se derrite ante el contacto. Entonces, lo suelto con la misma rapidez que lo agarré, dándole justo lo suficiente para mantenerlo enganchado, pero no lo suficiente para satisfacerlo.
—Voy a buscar algo de agua —le digo, apartándome de él, sintiendo sus ojos en mi espalda.
Mientras me alejo, me encuentro con Roderick y le lanzo una sonrisa descarada. Me encanta sentir cómo todos estos hombres creen que tienen una parte de mí, cuando en realidad ninguno lo tiene. Ni Ethan, ni Roderick, ni Tristan. Yo controlo todo.
Cuando vuelva con Ethan, solo necesitaré decirle una palabra amable o mostrarle una sonrisa y lo tendré otra vez comiendo de la palma de mi mano. Es tan sencillo. Es tan fácil.
Y mientras camino, me río para mis adentros. La ciudad está cerca, y cuando lleguemos, Ethan aprenderá que nunca tuvo mi corazón. Ni siquiera una pequeña parte. Porque yo, Gehena, no entrego mi corazón. Solo lo uso para jugar.
Y él es solo mi última diversión.
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El Despertar Obscuro: El Ascenso.
FantasyEn un mundo donde la magia es tanto un don como una maldición, Ethan, un joven de campo marcado por la dualidad de su herencia, descubre que su vida ordinaria en la tranquila granja de sus abuelos ha terminado. Hijo de un poderoso mago y una madre h...