Capítulo cinco: El gremio.

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Ethan

Abajo, el grupo de Asaji está reunido disfrutando de lo que parece un banquete. Han juntado tres mesas para poderse sentar todos juntos y, por primera vez, siento una chispa de vida en todo el rato que llevo en Salobreval.

No es como que la comida parezca de cinco estrellas, pero ellos la disfrutan con ánimo mientras beben cerveza en unos tarros de madera. Claro, después de semejante batalla cualquier cosa les ha de parecer una exquisitez, y no es como que yo pueda decir lo contrario, pues aunque el puré grisáceo que come Tristán me parece todo menos apetitoso, mi estómago ruge con hambre.

La primera en verme es Gehena, quien en medio de risotadas provenientes uno de los hombres del grupo de Asaji, se para de su asiento al instante y se acerca a mí, tomando mi mano.

—Vaya que te habías tardado. Asaji ha ordenado ya todo un banquete. Ven, siéntate a mi lado, seguro tienes mucha hambre —Me dice Gehena y tira de mi mano para llevarme hasta las mesas donde el grupo estaba sentado. Ni siquiera espera una respuesta de mi parte y me coloca junto a ella.

Somos en total doce personas. Ocupamos casi la mitad de la posada, pero llenamos en su totalidad el lugar con risas y gritos y por primera vez me parece más a una taberna parecida a las de las películas de la edad media.

—Finalmente llegas, chico. Creímos que te habías atorado en el baño —Dijo el mismo hombre que momentos antes se había estado riendo a risotadas. Su tarro estando rebosante de cerveza y sus mejillas coloradas probablemente por estar tomando Luminaris sabrá cuanto. Alrededor de su boca, sus bigotes carmesí aún tienen restos de la espumosa cerveza.

Las risas se desatan en el grupo y Asaji me mira con una sonrisa divertida, mostrando sus blancos colmillos.

—No seas así, Tamus —Interviene Gehena. Tamus sólo se ríe más fuerte, echándose hacia atrás en su silla, tanto que puedo jurar que está casi a punto de caer.

—No me vas a decir qué hacer Gehena —Le responde Tamus arrastrando un poco las palabras —¡Acabamos de matar a un enorme kracker y lo único que quiero es beber toda la cerveza de Salobreval!

Tamus parece ser el que más disfruta de la bebida, incluso en exceso, pero no voy a ser yo quien lo mencione.

—Si te damos rienda suelta, los luxes que habremos ganado se nos irán en una noche de tragos gracias a ti —le responde Tristán, comiendo con las manos unas costillas que despedaza con sus fauces, sus bigotes ligeramente manchados por el condimento.

—¡Y aún falta costear unas buenas rameras, Tamus! —añade Stump, arrancando risas de varios a su alrededor.

No esperaba menos del grupo.

—Son unos idiotas —acota una mujer de cabello rubio y corto en la que recién reparo.

—Tú no podrías entenderlo, Larissa —dice Tamus antes de empinarse su tarro de cerveza. Larissa solo rueda los ojos.

Viéndolo bien, el grupo es muy diverso. Compuesto por dos felinos, siete hombres y dos mujeres, todos parecen tener una personalidad distinta, unidos solo por la lealtad a Asaji y por su buen liderazgo que mantiene el grupo a raya.

—Ignóralos, Ethan. Come un poco —me insta Gehena, señalándome la comida frente a mí.

Hay diversos platillos en la mesa: costillas, un gran escarabajo servido sobre una hoja verde en el plato cuya carne purpúrea me revuelve el estómago, lo que ruego sea pollo asado, carne de un color inusualmente marrón cuya procedencia desconozco y el puré de tonalidad grisácea que me hace pensarlo dos veces.

El Despertar Obscuro: El Ascenso.Where stories live. Discover now