Capítulo trece: El peso de la condena.

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Ethan

El viento gélido que me ha acompañado desde que dejamos Stonehaven empieza a ceder. Hace un par de días que partimos, y aunque el frío aún muerde mis mejillas, se ha vuelto más soportable a medida que descendemos por los escarpados caminos de La Cordillera Escabrosa. Los pasos de los taurus resuenan pesados y constantes detrás de mí, pero la lentitud con la que avanzamos resulta exasperante.

Los riscos de la cordillera se alzan a ambos lados, como guardianes que vigilan cada movimiento, y las nubes grises se aferran a los picos como si no quisieran dejarnos ir. A pesar de lo inhóspito del terreno, el avance se siente menos mortal que las empinadas subidas, donde cada paso podría costar una caída peligrosa. Asaji nos ha advertido de mantenernos concentrados, de no dejarnos llevar por la aparente tranquilidad. Pero incluso él parece algo frustrado con el ritmo del viaje.

—Malditos taurus... —murmura Gorath a mi lado, tirando de las riendas de su montura con más fuerza de la necesaria—. Si no fuera por ellos, ya estaríamos en Troncoquebrado.

No digo nada, pero comparto su impaciencia. El Bosque de la Bruma y Troncoquebrado han sido las únicas palabras que me han ofrecido algo parecido a esperanza en los últimos días. Todo en Stonehaven me resultó sombrío y sofocante, como si cada rincón estuviera empapado de desesperanza. Quiero dejar esa sensación atrás, y el frío de la cordillera no ayuda a hacer más llevadera la espera.

Mi mirada se fija en el horizonte, más allá de los riscos. Estoy más adelantado que algunos de los otros, y al llegar a la cima de una loma rocosa, mis ojos se abren con sorpresa. Al fondo, finalmente aparece algo diferente entre las sombras de las montañas: una ciudad, más grande que cualquier aldea que he visto hasta ahora.

—Troncoquebrado... —murmuro para mí mismo.

Asaji había mencionado el nombre antes, explicando que era nuestro próximo destino, pero verlo finalmente, aunque a lo lejos, me llena de alivio. La ciudad parece estar ubicada en el borde de un denso bosque que se extiende hacia el este, seguramente el Bosque de la Bruma. Desde aquí, parece casi acogedor, con casas de techos puntiagudos y chimeneas que arrojan finos hilos de humo al cielo gris. Mi mente, quizá por desesperación, imagina que allí, al menos, las cosas serán diferentes. Que la miseria y la pobreza que vimos en Stonehaven no se repetirán.

—Por fin algo de civilización —susurro, sin poder ocultar la alegría que me invade.

A pesar de los días de penurias, de las noches frías y del peso del viaje, siento que este lugar puede ser un respiro, un oasis en medio del caos que me ha tocado vivir desde que todo comenzó. Quizás aquí la gente sea diferente. Quizás aquí encuentre algún sentido de normalidad, algo que me recuerde a la vida que tenía antes de adentrarme en este mundo despiadado.

Miro de nuevo a mi alrededor, al grupo que viene detrás. Asaji, siempre atento, parece haber notado mi mirada y se acerca montado en su taurus.

—Allí está Troncoquebrado —le digo, señalando con la barbilla.

Él solo asiente, sus ojos calculando las horas que aún nos faltan para llegar.

—No te hagas muchas ilusiones, Ethan. La vida desde las alturas de la cordillera puede parecer mejores que Stonehaven, pero las apariencias engañan.

Mis hombros se tensan por un momento ante sus palabras. Quiero creer que se equivoca, que al menos aquí podré ver otra cara de Altharia, una menos marcada por la desesperación. Pero parte de mí ya sabe que nada será tan fácil como espero.

—Igual será mejor que la cordillera —respondo finalmente, bajando la mirada hacia el sendero que se extiende delante de nosotros. El camino sigue descendiendo, sinuoso y peligroso, pero al menos ahora sé que no estamos lejos.

El Despertar Obscuro: El Ascenso.Where stories live. Discover now