Capítulo 30

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Minutos antes.


Aunque estaba realmente nerviosa por todo, ella amaba estar junto a Kadir, pero algo no andaba del todo bien. Los chicos que recién llegaban de Arizona con el proyecto en puerta le hicieron ver que eran muy buenos en sus trabajos, tanto que estaban dispuestos a irse del estado de ser necesario.

— Aixa —llamó a su secretaria—. Necesito que hagas algo por mí.

— ¿Qué desea, señora? —la chica se acercó a ella, luego de ver cómo la reunión había terminado y de tomar algunos apuntes—. ¿Tengo que ir a comprar algo más?

— El área de publicidad quedó de enviarme unas muestras para unos anuncios —apretó el puente de su nariz—. Ve a ver qué sucede con ellos, porque no es normal tanta demora de su parte.

— Sí, como ordene.

La chica fue rápidamente a cumplir con el mandado, sin embargo, ella se quedó en la sala de juntas, a la espera de que ella regresara. Los chicos se marcharon unos minutos más tarde, sin percatarse de que en su oficina ya había alguien que la esperaba, mejor dicho, que deseaba un momento a solas desde hace un buen rato.

— Seis putos años sin verte de cerca o al menos un poco —ella se paralizó al escuchar esa voz—. Pensar que hace seis años eras toda mía, Jasha.

Ella no quería mirar hacia la puerta de su oficina, estaba estática. Solo podía percibir como de un momento a otro, él se movió por la sala de juntas y terminó por colocarle el seguro. Su mente se bloqueó, no encontraba siquiera el movimiento de su cuerpo para salir de ese lío, pero ahí estaba él.

El hombre que le jodió la vida cuando quiso escapar. Jasha pestañeó varias veces antes de mirarlo bien, no podía ser cierto, ese hombre no...

— Asher... tú...

— Sí, amor, soy yo —él dio unos pasos hacia ella—. ¿Sorprendida de verme?

— Tú no puedes estar aquí, tienes...

— Pues claro que ya puedo acercarme a ti —Asher sonrió con altanería, mientras rodeaba la mesa e iba hacia dónde ella—. Seis años esperé por esto. Aunque, tengo que decirte que la vigilancia que tus padres pusieron en ti es algo excesiva...

— No te acerques —ella estaba temblando—. Aléjate. No sé cómo diste conmigo, pero mi familia te matará —retrocedió—. No quiero verte.

— Es una verdadera lástima que yo sí quería verte, tanto que esperé hasta que te quedaste sola en este piso —la agarró del brazo—. Sigues siendo hermosa —la estudió brevemente—. Tan apetecible como el día que lloraste por qué tu amor de infancia se casó con otra.

— Ella está muerta —lo encaró como pudo—. Lo que pasó hace años fue un error y nada más. Tampoco recuerdo lo que pasó ese día...

— Yo sí lo recuerdo bien, porque estaba en el auto contigo —Asher la recostó sobre el escritorio, haciendo que sus piernas quedaran casi suspendidas—. Una y otra vez... todavía pienso en la manera que sangrabas cuando estuvimos juntos la primera vez... como llorabas, gritabas que parara y le pedías a un Dios en el cual no crees que te salvará —acercó sus labios a los de ella—. Como una mocosa de diecinueve imploraba por el amor de un hombre que nunca la querrá.

— Suéltame... —ella intentó apartarlo—. No sabes lo que dices...

— Hm —lamió su mejilla—. Deliciosa...

— ¡Que me sueltes! —ella lo pateó en sus partes bajas—. ¡Maldito cerdo! —logró quitárselo de encima—. Me arruinaste la vida hace seis años, aléjate de mí.

Esposo compradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora