Capítulo 37

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Se encerró en su oficina, indicándole a Aixa que podía irse a casa antes o cuando llegara su hora de salida. No quiso ver los proyectos que tenía, se concentró en su maqueta que la dejó abandonada por mucho tiempo, mejor dicho, desde que se casó con Kadir meses atrás.

— A mí nunca me escucha —masculló irritada, tirando a alguna parte sus zapatos—. Siempre tiene que creerle a otra persona —se quitó el chaleco del conjunto—. Ahora es mi culpa en dónde yo quería decirle, pero su familia no me dejó. Lo odio...

Dijo un montón de maldiciones en turco, español, inglés y francés que fácilmente podía interpretarse con que ya no lo quería en su vida. Buscó el pegamento mientras se quitaba también la camisa y se quedó solo con una franela. Una de las tantas franelas que usaba de él. Bajó un poco más las luces de su oficina, encendiendo las que instaló personalmente en su maqueta con la ayuda de Yara.

Supuso que él se había ido a casa. Le envió un mensaje a Joshua de que no iría a dormir, también a su hermano y por último a Laisha.

Estaba cortando los árboles con enojo...

— ¿Pequeña molestia? —Kadir entró sin tocar la puerta desde la sala de juntas—. Necesitamos hablar.

— Te dije que no quiero hablar contigo —cruzó las piernas, al verse expuesta—. Puedes irte a casa con Yara, con tus padres o mudarte. Me da igual lo que hagas.

— ¿Vas a seguir enojada conmigo por eso? —él entró a la oficina como si nada—. Escúchame, podemos...

— Ya te dije que puedes irte a la casa o a dónde quieras —terminó por cortar algunos árboles—. Voy a quedarme a dormir aquí.

— Me quedaré contigo...

— ¿Por qué estás haciendo esto? —Jasha negó con la cabeza, tratando de entender las palabras de su esposo—. Odio cuando vienes a buscarme. Nunca me dejas explicarme.

— ¿Entonces dejo de buscarte? —Kadir se sentó a su lado, quitándose la parte de arriba de su ropa de trabajo—. Eres mi esposa...

— Por unos ocho meses más —Jasha puso el árbol cerca de una casa, evitando ver el cuerpo trabajado de Kadir—. No es necesario que estemos juntos. Por lo que veo, los servicios sociales no vendrán en busca de Yara. Puedes buscar dónde vivir si quieres, te doy una de mis casas. No me importa.

— ¿Tienes más casas?

— La que vivía mi padre con su exesposa antes —siguió con su labor—. Hace años que dejó de estar habitada, puedo mandar a remodelarla.

— Tenemos ocho meses todavía...

— En ese tiempo también se puede vivir separado, pero como ya has hecho que todo un estado sepa que nos casamos —se alejó otra vez de él—. No quiero tenerte cerca, en verdad no quiero verte ahora o escucharte.

— Tendrás que hacerlo, tenemos un maravilloso trato...

— Un trato que te has encargado de joder con tus cosas —ella al fin lo miró—. Entendí, no me meteré en tu vida, pero hoy te pasaste de la raya. Nunca dejas que yo te explique las cosas y odio cuando te enojas.

— No me enojé...

— Vi la vena de tu cuello alterada y las de tus manos —murmuró mirando otra vez su maqueta—. Pensé que ibas a golpearme hasta con Yara.

— No me di cuenta de que pasó eso —se disculpó Kadir—. Mi familia me comentó todo, con lujos de detalles de lo que estaba tramando. Te pido perdón...

— ¿Me vas a pedir perdón cada vez que yo te oculte un secreto que no pueda decirte? —lo encaró—. Crees que siempre soy la mala en todo. Nunca me dejas explicarme, jamás...

Esposo compradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora