Estaba tan cansada, que ni se dio cuenta de que estaba cambiada de ropa, limpia en las partes de su cuerpo, qué pensó que estaría sucia al día siguiente y con una persona que la tenía abrazada con un poco de fuerza, qué ni notaba qué el día estaba por terminar. Ella no había probado un bocado por el cansancio de su cuerpo y mente por la actividad de la noche anterior.
Arqueó un poco el cuello, sintiendo una molestia en el mismo y en cualquier parte, literalmente hablando. Alguien en un momento determinado de su día, le limpió bien el cuerpo, puso algo en su... en su anastasio... sí, eso mismo y por último varias veces le dieron pastillas que fueron ayudando a que el dolor en esa parte se fuera disminuyendo de a poco.
— Jasha —el susurro lejano de su nombre la asustó un poco—. Ven, tienes que comer algo.
— No...
— Es casi de noche —Kadir la sentó en la cama—. Debes tomarte unas pastillas luego de la comida...
— ¿Me quieres matar con una sobredosis de medicamentos? —cuestionó sin abrir los ojos—. Es la única explicación coherente que encuentro...
— Te di sopa en la mañana —él guio la cuchara hasta su boca—. Ahora te alimento como se debe. No seas como Yara, come.
— Tengo sueño... —bostezó—. Sí, me quieres dar una sobredosis de medicamentos para después decir que la persona que se los tomó fui yo, pero no importa —abrió la boca de manera obediente—. Me gusta ser mimada por mi esposo mantenido.
— No soy un mantenido, solo soy el pobre hombre que compraste a base de engaños para sentirte poderosa —le dio otro bocado de la comida—. Supongo que no te duele tanto como esta mañana que te desperté para comer.
— No, solo siento malestar —ella abrió un ojo—. Ni recuerdo en qué momento terminé en la cama contigo...
— Te desmayaste después de decirme te amo —se burló de ella—. No aguantas casi nada, mujer. Pensar que te jactas de decir que soy un anciano y que no aguanto nada.
— Lo más seguro es que mentiste con eso de tu edad, ya sabes —ella se enderezó un poco—. Ningún anciano de cuarenta aguanta mucho, tú eres insaciable...
— El sexo que tenía con mis novias solo llegaba a uno o dos orgasmos por noche, solamente era el segundo si ellas quieran volver a hacer —confesó Kadir, sin darse cuenta—. Jamás las obligo a hacerlo... tú querías, yo quería, te desmayaste y se acabó.
— ¿Y no te corriste? —Jasha enarcó una ceja en su dirección—. Hay cosas que no entiendo...
— Después de bañarte bien, darte medicamentos que encontré en el baño gracias al botiquín de primeros auxilios —aclaró él, lo último—. Te dejé unos minutos en el sofá y cambié las sábanas por unas nuevas...
— ¿Ves que si te importo? —ella alargó su rostro al de él—. Mi esposo me cuidó posteriormente de darme como cajón que no cierra...
— Tienes un vocabulario un poco extenso para ser una mocosa de apenas veinticinco...
— Pronto veintiséis y no soy una mocosa, mi amor —ella echó su cabello hacia atrás—. Eres un anciano. Debes tener cuidado, porque me sacaste de la cuna —hizo un pico hacia él, el cual pellizcó—. Auch.
— Sí, este anciano, el cual has estado acosando desde que tienes uso de la razón —Kadir se pasó la lengua por los labios—. No seas molesta, Jasha. Come, quiero salir a caminar por la isla.
— No puedo caminar, ni siquiera siento mis piernas.
— No es algo que me importe mucho.
Jasha hizo una mueca, iba a matarlo en cualquier momento, pero decidió mejor no decir nada. Él le terminó de dar la comida y minutos más tarde, se encontraba revisando su equipaje en la cama para ver que se iba a poner en lo que él hablaba por teléfono en el balcón.
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Esposo comprado
RomanceSu objetivo siempre fue ese hombre, nunca se había enamorado tanto al punto de hacer lo necesario para tenerlo y no le importaba nada... si tenía que comprarlo, lo haría y si tenía que jugar sucio, también lo haría. Ella tiene un dicho: Lo que quier...