Capítulo 44

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Los errores en su familia son los peores que se han podido ver a lo largo de su vida, pero el que cometió por confianza que no debía fue el peor de todos. La vida de una persona, a pesar de ser molesta e irritante, estuvo en decadencia por eso. En ese momento esperaba de manera paciente en una casa abandonada a una persona en específico.

— Es bueno saber que estamos juntos en esto —dijo Jadiel, entrando—. ¿En dónde están?

— En diferentes habitaciones —Kinian respondió, dándole una calada a su puro—. Estoy viejo para estas cosas. No sirvo.

— Kendri me dijo que irá a Australia —el hermano de Jasha se metió las manos en los bolsillos—. Es extraño, cualquier persona en su sano no haría ningún trato con otros legados.

— Ya ves, la sangre pesa más que cualquier cosa —el otro se encogió de hombros—. Lamento lo que pasó con tu hermana. Tenías razón, ella era mi responsabilidad y debí contarte de todos sus arranques de baja que ha tenido desde que llegó.

— Jasha es así y lamento también comportarme de ese modo contigo...

— Luego podemos seguir hablando sobre eso.

Kinian lo guio por las escaleras, toda esa casa parecía estar con decoraciones entre lo moderno y la edad media. Bien conservado a decir verdad. Escuchó los gritos de alguien en una de las habitaciones y como era de esperarse, los hombres de su primo estaban haciendo un buen trabajo.

— Lo que pude recolectar fue cierto —Kinian rompió el silencio—. Es uno de los cinco, pero aún no sé quién es el líder.

— Es obvio que el líder no aparecerá nunca si de eso vamos. Son cambiantes y fácilmente puede que ya esté muerto.

— Es bueno que lo sepas —Kinian le pasó unas pinzas—. Son todos tuyos, tanto el padre como el hijo.

— A lo mejor sería bueno preguntarle a Kadir si quiere hacer esto —murmuró Jadiel—. Sí, mejor comienzo y él que termine.

En el pasillo del hospital, Dasha se encontraba limpiándose los mocos con una caja de pañuelos que se encontraban casi vacíos y le daba la espalda a toda su familia. No se había sentido bien después de saber que Jedward le ocultó por tanto tiempo lo que le pasó a su hija. Le había perdonado otras cosas que le hizo a sus espaldas, pero el hecho de que fingiera que todo estaba bien la ponía de un humor terrible.

— Debes tomarte esto —Jedward le pasó un vaso con té humeante—. Lo trajeron desde casa.

— No quiero nada que venga de ti, Jedward —Jasha negó con la cabeza, mirando hacia otro lado—. Ahora solo quiero un momento conmigo misma, lejos de ti.

— Eso es imposible —Jedward se puso de cuclillas delante de ella—. Estamos casados por las leyes del hombre y las divinas —tomó su mano—. Sé que hice mal...

— ¿Quieres que te termine de romper la cabeza con otra silla? —masculló irritada, quitándole el té—. Aléjate, entiende eso.

— Ya te dije que es algo que no pienso hacer y más si estás de ese modo conmigo por un secreto que Jasha quiso que te ocultáramos hasta que ella se sintiera segura consigo misma...

— Eres mi esposo —Dasha lo miró fijamente—. En los años que hemos estado casados jamás te oculté algo. Si me estás castigando porque pasaron diez años para que te enteraras de que teníamos dos hijos...

— No se trata de eso...

— Pues para mí resulta que es así y eso que soy tu esposa —se levantó del asiento—. Has hecho que mis hijos piensen que soy débil —se apuntó a sí misma—. No me ven como su madre, sino como alguien que tienen que cuidar... no soy eso, quiero solo verlos felices y contentos, que me digan si están mal.

Esposo compradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora