27.

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Alicent Hightower odia el castillo de Dragonstone.

Es un hecho poco relevante para la familia Targaryen, pero sigue siendo un hecho importante para ella. Sobre todo si tiene que pasar tres semanas ahí encerrada.

—Los dejamos solos una hora. — la voz de Daemon era dura, casi decepcionada mientras regañaba a los jóvenes con el ceño fruncido —¡Una! ¡Hora! — Rhaena y Helaena bajaron la cabeza, como niñas atrapadas robando galletas —¡Y miren lo que le hicieron al castillo!

Había algo en este lugar que la hacía sentir inevitablemente incómoda. Nunca supo con exactitud a qué se debía, y en realidad no está muy interesada en indagar en la causa. Solo sabía que no le agradaba el lugar, y por lo visto, ella tampoco a él.

Prueba de ello era la incómoda masa que se pegotea a su rostro, y la carcajada mundial que soltó Viserys en cuanto la vió.

—Bueno, es culpa tuya. — respondió Baela, de forma simple, con las trenzas totalmente desordenadas y café seco en su suéter —Tú nos trajiste aquí y nos prohibiste todo lo divertido.

Tanta insolencia en un solo cuerpo... pensó Alicent con cierta compasión.

Baela Targaryen-Velaryon era una causa perdida, siempre lo había sido, en su opinión. Y por supuesto que no estaba nada de acuerdo con que Aegon volviera a entablar amistad con ella, ¿quién querría que su hijo formara una relación estrecha con alguien que casi va a prisión?

Viserys no lo entendía. Él no podría hacerlo, de todas formas. El hombre estaba tan cegado por su amor fraternal que no le importaba el hecho de que sus adorados hijos actualmente corrían el riesgo de contagiarse de la peste con la prole de Daemon y Rhaenyra.

¡Tan solo llevaban en la isla una hora y media, y ya habían destrozado la cocina! Esa era prueba suficiente para ella.

El ceño de Daemon se frunció considerablemente. —Tú, niña del demonio...

—Soy tu hija, ¿no?

Por supuesto que no eres su hija, niña estúpida. Se adelantó su pensamiento, ni siquiera deberías de estar aquí en primer lugar.

Alicent se abstuvo de decir la verdad ante la frase de Baela, quien ciertamente no era hija de Daemon.

Se ha estado conteniendo desde que abrió la puerta de la cocina y su propio hijo le llenó la cara de una sustancia que no debería de ser considerada comestible ni para los pobres. El grito de espanto que dejó escapar no es nada comparado con las cosas que quería gritarle a Aegon y Helaena por comportarse de forma tan vulgar, por dejarse manipular rápidamente y contagiarse de la peste rebelde de la prole de Daemon y Rhaenyra.

Alicent sabía que estar tres semanas atrapada con las criaturas del inframundo criadas por Daemon y Rhaenyra (y los mismos Daemon y Rhaenyra) significaría un enorme cambio en su tranquila rutina. Lo que no sabía era que sus hijos caerían tan rápido en la influencia de esas criaturas del inframundo.

Apenas estaba recuperando a Aemond de las garras de Lucerys, sin embargo, parecía que se daba vuelta para salvar a uno y los otros tres se lanzan al inframundo por su cuenta. Aegon y Baela siempre habían sido difíciles de separar, era una cuestión de divide y vencerás, en general, porque al separarlos, sus desastres se reducían considerablemente.

Sin mencionar que Baela es una hija bastarda, cuya influencia era ciertamente mala sobre Aegon. Lo cual la molestaba muchísimo, porque, nuevamente ¿por qué Viserys no podía ver las cosas como ella? ¿por qué permitía que esa gentuza se juntara con sus hijos? ¿por qué haría que los hijos de Rhaenyra y las hijas de Laena se acercaran tanto a su perfecta familia?

Fucking HightowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora