Vacío

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¡Hola! Siento haber esperado tanto para escribir esto... resulta que estoy algo ocupada. De todos modos, espero que disfruten. ¡Muchas gracias por leer!

"Nada como la soledad hace pensar más a una persona. Nada como la soledad hace que nos demos cuenta de nuestros errores. Nada como la soledad, para amar con el corazón hecho pedazos. "

Si algo aprendí, es que hasta el demonio más cruel puede amar, y que el ángel más amado también puede ser el más cruel. Ahora sé que de todos y cada uno de los errores que cometí, este es el que más me duele. En una punta de la habitación, sientiendo mi corazón hacerse más pequeño, hacerme tanto daño como para sentir que cada vez más, se está adentrando más en mi pecho, perforándolo, haciendo que se rompa más. 

Solo pensar en todos los besos que nos robamos, me hacía querer gritar. Mis lágrimas eran negras cual petrolio. Mi deseo más hondo era disculparme y dejarle claro todo lo que le amaba, cosa que ya no era capaz de hacer, ya que solo con verlo a la cara me derrumbaría. Verlo en fotos, en cuadros... verlo, sentirlo, oírlo... causa de mi imaginación. Pero nada me hacía levantar. Dormir, dormir hasta llegar mágicamente a sus brazos de nuevo, eso era lo que más desearía en este momento. Alastor, el demonio de la radio, el asesino más descarado, mi ladrón, me robó el alma, y el cuerpo, junto a él mi corazón y mi mente. 

"Solo quiero volver a tí, Alastor" "Lo siento tanto"

(...)

Sufría como ningún otro, él ya no conservaba su trato. Ahora lo entendió, el aceptó ese trato por el dolor que sentía. Esa sonrisa hacía que Alastor nunca pudiera sentir tal dolor, ya que no tenía sentimientos, ni los mostraba. Pero ella, ella había roto su atadura. Ella había roto su ser, hasta la última celula de su cuerpo se sentía vacía. Tan culpable era él como para sufrir lo que más temía. Tan estúpido era él de enamorarse de nuevo. 

Alastor no buscaba una explicación. No tenía mente, no tenía nada. No tenía sonrisa. Sus ojos ojerosos, sin brillo, sin gracia, sin nada. Se lo creyó. El demonio radiofónico se creyó que él era el culpable, aunque fuera la víctima. 

"Siento haberte hecho tanto daño Charlie"

Alastor y sus lágrimas negras manchaban el suelo, el suelo de la nada, su vestimenta, su vestimenta sin nada. Nada. Amargo y agrio, cual sabor de boca cual sentimiento. Solo había una forma de que todo eso desapareciera, hablar con el soberano del infierno. 

Alastor no podía más, su sufrimiento al ver la figura de Charlie gracias a su imaginación, quien solo lo torturaba. Con una garra rasgaba su piel, dejando ver un líquido rojo que salía a borbotones. 

Se teletransportó a un sitio muy raro para ser el infierno. Un sitio dónde había flores, flores rojas como rubíes. Allí mismo cayó de rodillas. Con la mirada a ningún rumbo fijo. 

Un destello hizo que sus ojos dieran perezosamente un cambio de rumbo, vagamente. Vieron adelante a la figura que más adelante quería encontrar, al rey del averno. Estaba sorprendido, pero su cara y sus facciones seguían siendo inexpresivas. 

-El demonio de la radio... ¿quién diría que te encontraría así?- decía en tono burlón. El demonio de la radio solo rodó sus ojos para ponerlos sin rumbo de nuevo, como si estuviera ausente. 

-Yo que creía que era alguien orgulloso... ¿qué es lo que le pasa? -dijo él de nuevo para verlo con superioridad.

-¿De que me sirve, su majestad?- dijo sin ni siquiera mirarlo. 

-Jajaja, pues no lo sé... pero usted devería saber cual es la respuesta, ya que es usted el orgulloso... si se pregunta para qué he venido, es para hacer un trato con usted -dijo él. 

-¿Qué quiere de mí?, yo no soy nada, alteza- dijo con la misma cara inexpresiva.

-Primero, conversemos -dijo invocando un sillón- ¿por qué está usted así? 

Alastor solo quedó en silencio, como si el rey no estuviera. 

-Bueno, supongo que algo malo habrá pasado. Te propongo acabar con todo ese sufrimiento, tranquilo, no te mataré -dijo él con una sonrisa- haré que tu sufrimiento acabe, a cambio, solo tendrás que disfrutar de tu paz en mi castillo, nada más. 

-No se para que me quiera, pero haga lo que usted quiera conmigo -dijo. Lucifer veía al ciervo que tenía delante, estaba literalmente hecho polvo. 

Lucifer agarró su mano y la estrechó con la suya. En ese momento el demonio de la radio cayó inconsciente.

El soberano del infierno creo un portal para teletransportarse a un tipo de sótano. En él habían celdas. No eran celdas del todo, eran como habitaciones de metal, solo una de las paredes era de cristal, para ver lo que había en el interior. 

Dentro, habían criaturas inconscientes, estaban en camilla, la mayoría. En el centro del "cubo" de metal había una lámpara térmica, la cual emitía una luz rosada medio rojiza la cual daba calor, para que los que estuvieran dentro no enfermaran. 

El soberano metió al demonio radiofónico en una de esas celdas. En su interior había un "trono" de metal, más o menos de su altura. Los reposa brazos tenían un tipo de agujero, el cual al meter las manos del ciervo las encerró ahí, sin salida. En esa silla lo sentó, a la luz de la lámpara térmica. El ciervo, al estar inconsciente, se inclinó hacia delante, pero sus muñecas, al estar aprisionadas, impedían que se cayera. Su cabeza se inclinó totalmente, parecía que estuviera mirando hacia el suelo. Pero tenía los ojos cerrados, de ellos, sin querer, salían pequeñas lágrimas negras. 

"Cumpliré mi juramento, querida Charlie, no me volverás a ver" 

(...)

"NOOO ALASTOR NOOO"



En vida y en muerte (CHARLASTOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora