El Infierno

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¡Hola! El capítulo anterior fué muy triste, he de admitirlo así que... ahora ya pasaré con el desarrollo del Charlastor demon, bueno... Bye!

Bajé al infierno, desde el cielo. Pensaba que me iva a matar de la caída, pero no. Yo tenía claro que había muerto, y que estaba en el infierno por haber matado a tantas personas. 

Normalmente, las almas pecadoras concevían más poder depende de el número de almas que matase en su anterior vida. 

Casi todas las almas del infierno, habrían matado un máximo de 10 personas, por lo que no tendrían mucho poder... digamos. 

Pero yo bajé siendo overlord. Yo desdé mi primer día tuve un poder increíble. Había matado a miles de personas, ya fuera con bombas, cuchillos o balas. Yo había matado a mucha más gente que muchos overlords, contando a las personas y las almas que habían matado en su vida en el infierno y en su vida normal, juntas. 

Ahí fué cuando me la encontré. Una mujer con un traje bastante elegante de color morado. 

-Hola, querido pecador... ¿Cómo te llamas?

-Buenas...¿Tardes? -dije viendo el panorama, ya que parecía ser tarde siempre, ya que el "cielo" era rojo" -Me presento, soy Alastor... un gusto -dije besando su mano. 

-Me presento yo también... soy la reina del infierno, Lilith Magne. 

-Oh, es un placer haberla conocido, su majestad. Es usted la primera mujer... 

-Si, soy yo -dijo ella. 

-Entiendo... ¿A que debo... su visita?-dije yo, no entiendía para que estaba la reina hablando conmigo. 

-Alastor, mataste a muchas personas, tienes un gran poder. Por la seguridad del reino, hay una regla, el que pase un grado de poder tendrá que dejar de utilizarlo, o si se niega, será desterrado. Su alma será ejecutada. 

-Eso significa que yo... -dije con los ojos un poco abiertos. 

-Si, haremos un trato. Yo te dejaré vivir, siempre que un porcentaje de tu poder sea prohibido usar. ¿Entiendido? -dijo ella con superioridad. 

-Entiendido su majestad -le dije. 

Ella estrechó mi mano, pero sentí exactamente el mismo poder que tenía. Luego me me creí que me habría prohibido un 15%, más o menos.... pero lo que nunca pensé es que me habría prohibido más de la mitad. 

Solo con el poder que podía utilizar, empezé a hacer masacres. Me sentía confuso. Recordé por qué estaba en el infierno. Me eché la culpa de todo... de la muerte de mi amada, de mi muerte. Le eché la culpa a cupido, haciendo que ningún sentimiento de amor volviera a crecer en mí, para no volver a sufrir nunca más. 

Sabía que eso me hacía un cobarde, pero aunque fuera uno de los mejores overlords... le temía a la cosa más insignificante. Al amor. 

Me prometí que jamás intentaría sentir algo por alguien. Que en el caso de que lo hiciera, tendría que intentar renunciar a ello. 

Más tarde descubrí que el trato que había hecho con Lilith no me permitía mostrar mis emociones, lo que hacía que mostrara una sonrisa a todas horas, y que nunca desapareciera de mi rostro. Mostrar emociones hacía que el poder incrementara, en algunos casos. En el odio, subiría. En la tristeza, bajaría... Pero descubrí que la sonrisa era mía. Lo único que hizo Lilith fué que se me hiciera dificil mostrar mis expresiones y sentimientos, no que tuviera una sonrisa como máscara. Como mi "socio". 

Mi vida se conviertió monótona. Me aburría mi vida. Levantarse, cocinar, desayunar, matar, volver a casa, poner la radio, comer el almuerzo, matar de nuevo, volver a casa y por último dormir. 

Cada alma que mataba, más fuerte me sentia... y eso la reina lo supo al instante, como poco a poco, mi poder se hacía grande. Como ella no dijo en el trato que el poder nuevo que conseguiría se prohibiera, el poder que ganaba y el poder que mi trato me prohibia tenían mitades iguales, por lo que yo poco a poco me hacía más poderoso. 

Un 20 de octubre, después de una masacre, la reina me raptó con una cadena alrededor de mi cuello, por suerte estabamos en privado y mi reputación no bajó. 

-Estás incrementando poder... Alastor- dijo la reina seriamente.

-Mi reina, ¿a qué debo su visita?- dije yo.

-Vas a estar ausente un tiempo, para que la población no baje tanto. Bastante tenemos con los exterminios. -dijo ella. 

-Mi reina, ¿a que se refiere con ausente? -le dije confuso. 

La reina me llevó a una dimensión privada, estaba el mismo infierno como lo conocía... pero no había gente. Entonces me llevó a un edificio, todo estaba blindado con acero angelical, que ella habría fundido para hacer este tipo de cubo de metal. Estaba encantado con su magia, con la misma que me retenía, por haer hecho un trato con ella.

Cada día de esos largos siete años... la reina me traía comida, y luego se iva hasta la noche. En el cubo había una cama, una mesa, una pequeña sala con un baño y por último, una radio. Yo pasaba ahí todo el día. Comía... oía la radio, dormía... en soledad. Al final me acostumbré. Todas las noches la reina venía con un látigo. Cada día me daba un latigazo más. Por suerte yo sanaba rápido, pero el último día que pasé ahí... 2557 latigazos sufrí ese día. 

Me dejó ir con la condición de hacer otro trato, en el que todo el poder que recibía matando.... sería también prohibido. 

Cuando me dejó en libertad, ví una chica. Una chica muy curiosa. Era hermosa. Cantaba muy bien. Sonreí, igual ella podría sanar mi monotonía, y mis problemas. Al principio decidí ir por que me encantaba ver gente sufrir, por lo que allí estaría entretenido. 

*Surge el piloto* 

-Vaya, cocinas muy bien, Alastor -dijo ella sorprendida

-¿Si? Me halaga usted, princesa- dije. 

Noté que su molesta novia me miraba con celos y odio. 

-¿Por qué me mira así, señorita Vagatha?- dije para que Charlie se diera cuenta. 

-¿Pasa algo, Vaggie?- dijo ella confusa

-¿Qué? ¡No! Este tipo es esquizofrénico -dijo ello. 

-Perdone, señorita Vagatha... siento decirle que no tengo esquizofrenia- dije molestándola. 

-¡Vaggie! Por favor -dijo molesta. 

Ahora Vaggie ya me miraba con cara de asco. 

En vida y en muerte (CHARLASTOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora